Hola! me presento, mi nombre es Nery, treinta años, y les narraré el motivo por el cual me considero un hombre afortunado.
Actualmente estoy en pareja, felizmente enamorado, Azucena, mi bella esposa cursa el sexto mes de embarazo, en su vientre lleva la semilla de amor que yo le dejé, mi pequeña niña que espero con toda la alegría de mi corazón.
PARTE 1
Ella es una mujer increíble, no tenemos problemas, somo tal para cual, todo hacemos de común acuerdo, ella sabe todos mis secretos, yo sé todos los suyos. Azucena es una mujer hermosa, alta, morena de largos y sexis cabellos, ojos oscuros como la noche, de bonito rostro, labios de fuego, una boca grande y llamativas que fue lo que siempre me atrajo de ella, tiene unos labios especiales, que invitan a pecar, de curvas delicadas, pechos pequeños y trasero llamativo, nos habíamos conocido en una entrevista de trabajo, ella se postulaba por una vacante y yo era el que seleccionaba las postulantes, cosas del destino, ella no dio el target para lo que buscábamos, pero si para llenar mi corazón.
Y hablando de mi trabajo, tampoco me puedo quejar, hago lo que me gusta y me pagan muy bien por ello, me desempeño en una cadena hotelera nacional y soy el responsable por los servicios de gastronomía, digamos que soy como un inspector, viajo de uno a otro y estoy pendiente de los alimentos, del servicio, del personal, todo ese ambiente, si eso estaba bien, mis superiores estaban bien, y si ellos estaban bien, yo estaba bien.
Imaginen que viajar de hotel en hotel me llevó a conocer mucha gente, contactos de administración, cocineros, personal de servicio de mesa, y un sinnúmero de casuales personalidades que me sería imposible enumerar.
Hyde era una de tantas esas personas, una chica especial que se me hacía especial, yo mismo la había seleccionado, y cada noche atendía un grupo de mesas en uno de los hoteles, y claro, ella era una más de mis empleadas, no una empleada directa, porque todos éramos empleados del directorio del complejo, pero ella estaba bajo mío en la cadena de mando y yo respondía por ella.
Ella es una chica joven, con un cutis exquisito, muy femenina, de cabellos lacios que corta a la altura de sus hombros, castaña por naturaleza, rubia por elección, ojos celestes, de estatura normal tirando a baja, donde sin duda sus pechos de generoso tamaño llamaban la atención. Una joven que sin duda me atraía y eso me llevaba a jugar con ella un peligroso juego de palabras, frases indirectas de seducción donde ella no solo era receptiva, sino que muchas veces me devolvía esas indirectas que hasta sonaban directas, con propuestas veladas y tenía ese trato que de haberlo deseado la hubiera llevado a la cama en un abrir y cerrar de ojos, Hyde sabía de mi relación con Azucena, cuanto la amaba y mi fidelidad hacia ella, pero poco le importaba, me miraba con hambre de loba y muchas veces prefería pasar por tonto solo por respeto a mi mujer.
Lo curioso, es que Azucena estaba al tanto de todo esto, mi relación con ella era tan firme que podía contarle cada detalle de mis coqueteos verbales con una de las empleadas sin que ella se molestase, por el contrario, hasta se sentía excitada y reía diciendo que tarde o temprano le metería los cuernos.
Bien, por qué cuento todo esto, que tendrá que ver mi perfecta historia de amor con mi esposa y una bella chica con la que vivía un juego dialéctico perverso, donde cada una era consciente de la existencia de la otra y donde cada una sabía qué lugar ocupaba en mi vida, el tema es que esas dos mujeres, se conocerían…
Dos años atrás Azucena y yo empezamos a buscar el embarazo, la situación nos tenía en una complicidad permanente, en especial ella, como futura madre vivía una plenitud sexual sin precedentes, además cumplíamos cinco años de matrimonio y decidimos tomarnos una velada íntima, ya saben, cena, arrumacos y cama.
En el complejo de hotelería siempre me obsequian algún que otro baucher, como atención, para disponer alguna noche de las mejores habitaciones, esas reservadas para millonarios, así que de común acuerdo decidimos que era el momento de utilizar uno.
Honestamente, mitad casualidad, ya que justo estaba disponible el hotel donde trabajaba Hyde, y mitad buscado, ya que me aseguré que ella estuviera de turno esa noche, además de tomar una de las mesas que ella atendía, apostando unas fichas a una situación que se me hacía excitante, imaginar que mi esposa, y la chica con quien yo jugaba se conocieran, no le dije nada a mi mujer, pero si la puse al tanto a Hyde, y le dije que especialmente esa noche ella estuviera a nuestra disposición.
Y partimos a esa cena especial, yo estaba informal, pero elegante, mi esposa se había recogido el cabello dejando su cuello desnudo, algo que me excitaba, un top suelto que le llegaba al ombligo y le disimulaba sus pechos pequeños, y un pantalón ancho color negro, con unos sensuales bolados a lo largo de sus piernas, que se ajustaba en su cola marcándola provocativamente, eso para ella era inevitable.
Llegamos en forma puntual, y como muchas veces, Hyde estaba expectante, con su uniforme reglamentario, solo que esta vez, esta vez me pareció más bonita que nunca, aunque todas vestían igual, ella lucía diferente al resto, discretamente maquillada, con su camisa blanca que marcaban sus grandes pechos, la acostumbrada chaqueta negra con pollera ajustada a media pierna, medias y zapatos al tono y el infaltable pañuelo rojo anudado al cuello en forma muy ‘de alto nivel’
Buenas noches Nery, todo está en orden – dijo ella al recibirme
Hola Hyde, Hyde, te presento a mi esposa, Azucena, mi amor, ella es Hyde, la chica de la que tanto te hablé – dije yo haciendo las presentaciones del caso…
Hola Hyde, si, mi marido habla muy bien de vos, sabías? – retrucó mi mujer mientras se besaban las mejillas
La joven bajó la mirada y se hizo evidente su nerviosismo, estaba incómoda por nuestras palabras, ella no sabía que esperar de Azucena, así que tan pronto pudo nos condujo a la mesa para deshacerse de la situación. Nos sentamos frente a frente y minutos después mi empleada nos traía la carta, fue cortes, nos preguntó si todo estaba bien, nos hizo las recomendaciones de la casa, nos sugirió un par de vinos, parecía como su yo estuviera evaluando su trabajo, pero ese no era mi plan, en verdad yo solo evaluaba a mi mujer, quien no le sacaba los ojos de encima, escuchándola con atención mientras se acariciaba el lóbulo de una de sus orejas.
Pedimos un vino, Hyde se retiró y Azucena y yo quedamos a solas, no perdió el tiempo y empezó a jugar con la situación
Mi amor, muy linda tu empleada, nunca me dijiste que era tan bonita…
Ja! Ja! – reí por su comentario – acaso estás celosita? – pregunté
Celosa yo? Ja! debería estarlo?
Ahh!!! No seas tonta queres…
Hyde nos interrumpió trayendo la botella de vino, la destapó y me sirvió para que catara, le dije que no era necesario, en el fondo era un tipo simple y esas cosas me daban risa, así que nos sirvió a ambos y tomó los pedidos
Se retiró con las cartas y nuevamente quedamos solos, mi mujer tomó la copa y dio un sorbo, me miró y volvió a la carga
Qué tetas que tiene! lo notaste?, seguro lo notaste, ja! cómo no hacerlo?
Solo reí, no pensaba seguirle el juego y llevé la conversación hacia otro lado, cumplíamos cinco años de convivencia, estábamos proyectando un embarazo, y esa era sin dudas una noche diferente, la enredé con palabras y ella empezó a recordar cosas de nuestro pasado, cuando nos conocimos, en ese momento le había parecido un pedante, y yo le recordé riendo que jamás le hubiera dado el puesto, pero que al retirarse no pude evitar enamorarme del culo que tenía y me juré que tarde o temprano sería mío. A ella le gusta mucho, aun hoy le gusta que me caliente con su trasero.
Empezamos a tirar nombres al azar, como suelen hacer los futuros padres, si fuera niño, si fuera niña, estábamos muy acaramelados cuando Hyde llegó a la mesa con los platos principales, y tontamente le miré las tetas, fue una pavada de mi parte, fue solo un acto reflejo por lo que mi mujer había dicho antes y honestamente no fue con ojos de hombre desesperado, pero la situación no pasó inadvertida para mi esposa, a ella nunca se le escapan esos detalles.
Cuando mi empleada dejó la mesa deseándonos buen apetito, noté que Azucena había vuelto la conversación al punto anterior
Te gustan… cierto? Te encanta las tetas que tiene… – dijo ella con un disparo certero –
Vas a empezar nuevamente? – respondí secamente puesto que ya empezaba a molestarme la situación
De pronto sentí entre mis piernas uno de los pies de mi mujer, bajo la mesa, como en tantas escenas de películas, disimuladamente comenzó a apretarme la verga con su zapato, mientras comía delicadamente sin siquiera mirarme, la situación era sexi para mí, entonces dijo por lo bajo, no en tono de pregunta, sino como una reflexión tirada al aire
Sería lindo ver cómo le chupas las tetas, si hasta yo tengo ganas…
La observé fijamente a los ojos, pero ella me evadía intencionalmente, y poco a poco nos metimos en una atmósfera de excitación sexual, pero ella jugaba con las palabras de un supuesto trío algo que no sucedería porque sabía muy bien que Azucena era una mujer terriblemente celosa y posesiva.
Y así continuó la velada, ella hablaba, yo solo escuchaba y había logrado envolverme con sus palabras, me tenía con la pija dura bajo la mesa y cada vez que la joven se acercaba a la mesa, mi esposa la quemaba con la mirada, al punto de sonrojarla, y yo me divertía en ese inocente juego que ella proponía.
También sabía algo de mi esposa, es de esas chicas que con solo mojarse los labios con alcohol les suelta la lengua, de esas que empiezan a reír sin motivo, que se desinhiben y se vuelven peligrosas al punto de dejarte en ridículo, y a la una de la madrugada ya habíamos tomado dos botellas medianas de vino tinto y terminábamos de brindar con champagne, y como era de esperar, había perdido el eje de cordura, la situación había dejado de ser graciosa para ser incómodamente burlesca, así que decidí que era el momento de subir a nuestra recámara.
Nos paramos y Azucena trastabilló tontamente hasta caer desparramada en mis brazos, de no haber estado yo en su camino hubiera terminado en el piso, Hyde observaba el ridículo cuadro sin decir palabra, mi esposa no podía enhebrar un paso tras otro y sabía que en su accionar había mezcla de alcohol y actuación teatral.
La veintena de pisos que separaban la planta baja donde estaba el comedor, hasta la azotea donde estaba nuestra habitación, era un trayecto demasiado largo para cargar con ella a cuestas, así que le pedí gentilmente a mi empleada que me diera una mano para salir de esa incómoda situación.
Un poco a la rastra llevé a Azucena al ascensor, recuerdo que estaba molesto con ella en ese momento porque sabía que solo trataba de llamar la atención sin importarle o sin recodar que, si bien era una cena íntima, esa cena transcurría en el corazón mismo de mi empleo, donde yo tenía una imagen y reputación que cuidar.
Hayde fue la primera en ingresar al habitáculo vidriado, y nosotros por detrás, pulsó el piso al que iríamos y se quedó a un costado, en silencio, visiblemente incómoda, mi mujer se abalanzó sobre mis hombros y me besó profundamente y me dijo
Papi… que lindo sos… tengo la concha hirviendo por tu culpa…
Basta Azucena! – la increpé nervioso y molesto –
Luego miré a mi empleada y le dije
Disculpanos por favor, no hagas caso…
Mi esposa fue entonces la que al mirar a mi empleada dijo
Y vos putita… ya te tiraste a mi marido? seguro que cuando yo no estoy le andas calentando la verga…
No sabía cómo zafar de la situación, un dicho por estos pagos dice ‘que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad’ y estaba comprobando ese dicho en carne propia, ella volvió a hablar
Pero mirá que tetas que tenes hija de puta! si hasta a mí me calentas y te las quisiera chupar todas…
PARTE 2
Fue cuando se escapó de mis brazos y fue sobre Hayde y de una forma grosera le apretó las tetas
- Perdón, perdón… – dije en todos los idiomas posibles –
El tiempo que duró el elevador se me hizo eterno, la situación era por de más incómoda y mi esposa solo coqueteaba con mi empleada. Al fin el ascensor se detuvo, y mientras yo tenía a mi mujer a un lado, Hyde metía la tarjeta en la puerta para poder ingresar, entramos y ella fue a acomodar un poco las cosas y nosotros por detrás, la puerta se cerró ras nuestros pasos por el sistema que traen para que no queden abiertas, y sin imaginarlo, estábamos los tres presos en la habitación.
Azucena, sentada en la cama pareció recobrar la cordura, como un milagro repentino, se terminaron sus risas hilarantes y su rostro se volvió sexi, ese rostro que me cautivaba, del que me había enamorado, esos grandes labios afinados, esa boca de gata que tanto me atraía.
Yo no supe que hacer en esos momentos, si agradecer a mi empleada, si darle dinero, si ofrecerle un trago, y ella parecía más confundida que yo y noté en un abrir y cerrar de ojos que todas esas palabras de tonta seducción que tantas veces habíamos lanzado al aire, en ese momento parecían estar al borde de un abismo, haciendo equilibrio entre juegos inocentes y ya solo pasar la raya para no tener retorno.
Y fue mi mujer la que decidió dar el primer paso, se levantó, pasó a mi lado con andar sensual, y se paró frente a frente con ella, solo la miró sin decir palabra, acarició sus cabellos, sin decir palabra, pasó una mano por sus mejillas, sin decir palabra, lentamente sacó la chaqueta negra, sin decir palabra, luego sacó el pañuelo rojo de su cuello, sin decir palabra…
El silencio de la habitación era sepulcral, yo solo observaba con una terrible erección, una de las mujeres iba desnudando lentamente a la otra, una tanteaba la reacción de la otra, y la otra no reaccionaba, solo se dejaba hacer, solo era evidente la forma en que el pecho de Hyde se expandía y contraía producto de la excitación que iba en aumento.
Mi esposa clavó su mirada en los ojos de mi empleada, llevó sus dedos al primer botón de la camisa para soltarlo del ojal, luego el segundo, el tercero, el siguiente, y el próximo, como siempre, sin decir palabra, cuando hubo liberado el último la camisa quedó abierta por el frente, pasó las manos bajo los hombros y delicadamente la dejó deslizar al piso, un sostén blanco y una cadenilla dorada que se perdía entre los pechos de Hyde contrastaba con su delicada piel.
Mi mujer pasó entonces sus brazos por debajo de los brazos de mi empleada, yendo hasta su espalda a buscar con sus manos el broche del sostén, en segundos lo soltaba y lo dejaba también caer al piso, por primera vez veía los pechos desnudos de esa chica, algo con lo que solo había fantaseado, pero nunca imaginé que se hiciera realidad, sin dudas eran grandes, más que la media, sus pezones eran marcadamente oscuros y saltaban un par de centímetros hacia adelante, visiblemente perturbados por la sensación de placer.
No pude ver mucho más, las manos de mi mujer se interpusieron en mi mirada, ella empezó a acariciárselos dulcemente, y ante la actitud pasiva de Hayde que no mostraba reacción alguna siguió en su avance, besó su frente, pasó por su nariz, la comisura de los labios y al fin pegaron sus labios, mi empleada se deshizo y se fundieron en un beso muy fuerte, muy sexual, muy porno, un beso en el que me quedé como hipnotizado, sin saber qué hacer, jamás había imaginado que mi esposa y mi empleada tuvieran esa lado lésbico, por cierto, me sentí el hombre más afortunado del mundo en ese momento.
Azucena abusó de su mayor contextura y la hizo recular hasta la pared posterior hasta acorralarla, bajó un poco, dejando los labios de su amante de lado, pasó por su pera, por su cuello y siguió hasta llegar a los pechos, solo para empezar a chupárselos con devoción, muy erótico, podía notar la punta de la lengua de una jugando dulcemente con los pezones erizados de la otra, y esa otra me miraba con descaro, sabiendo que me encantaba el cuadro que llenaba mis ojos, mi verga estaba dura bajo mi ropa, tan dura como yo, que parecía clavado al piso en ese lado del cuarto.
Cuando mi mujer sació su deseo, se incorporó, la tomó de la mano y la condujo a mi lado, y en un tono casi de orden dijo
- Quiero ver cómo le chupas la verga…
Me desnudé con premura ante la situación, Hyde se relamía los labios, con rostro de pícara y de puta, esperando ver lo que le tocaría en suerte, mi mujer a un costado también se quitaba sus prendas, acomodándolas cuidadosamente, contrastando con el desastre que yo estaba haciendo por todos lados de la habitación.
Al fin tomé a mi empleada por los hombros y la invité sutilmente a que se arrodillara a mis pies, en un abrir y cerrar de ojos Hyde daba riendas sueltas a tantas ideas incumplidas, si me parecía mentira sentir la lengua de esa joven devorándose mi glande, dejando su aliento en él, acariciando mis bolas, notar su saliva caliente correando por mi sexo, descubrir que rico lo hacía y cuantas ganas contenidas tenía, y si esto fuera poco, a un costado, en soledad, mi mujer nos miraba fijamente masturbándose con el show que le regalaba su esposo con su casual amante.
Ella solo se acariciaba sus pequeños pechos, y movía con fuerzas las yemas de sus dedos frotando su clítoris, colando cada tanto alguna falange en su hueco, solo tomé la iniciativa, dejé a una mujer y fui por la otra, levanté las piernas de Azucena hasta casi hacerle llegar las rodillas a sus orejas, su velluda vagina quedo indefensa y no tuve reparos en enterrársela toda, bien profundo, arrancándole un suspiro contenido, haciéndole clavar sus afiladas uñas en mis brazos.
Hyde había quedado al margen, tomó unos segundo, se puso a un lado, aún estaba vestida de la cintura hacia abajo, sensualmente aflojó la pollera y la dejó caer al suelo, sus medias negras apretaban bien arriba en sus muslos y un culotte diminuto y calado la hacía ver llamativa, luego dejó su ropa interior a un lado, me llamó la atención ver su sexi conchita absolutamente depilada, contrastando con la de mi esposa que rara vez se rasuraba, se subió a la cama, pasó una pierna por sobre el mi mujer y simplemente se sentó sobre su rostro, dándose una situación muy curiosa, mi esposa recostada recibía mi verga, y también la conchita de nuestra amante para darle sexo oral, y nosotros dos sobre ella, frente e frente, empezamos a besarnos dulcemente, al tiempo que llenaba mis manos con sus preciosos pechos.
Sus besos eran tan calientes y fuertes que llegaba a hacerme doler los labios, noté que Azucena estaba más concentrada en chuparle la concha que en la cogida que yo le daba, Hyde empezó a gemir, largando su fuerte aliento en mi boca, bufaba como toro en las puertas de un orgasmo mientras yo retenía a la fuerza sus labios pegados a los míos, hasta que no pudo más, se escapó de mis garras y gimió mirando al techo del cuarto, sus piernas temblaron y pareció desarmarse luego de la explosión.
Me reí por dentro en ese momento, las cosas del destino, tantas veces habíamos jugado juegos de palabras y ahora que esos juegos se hacían realidad, solo que era mi mujer la que le arrancaba un puto orgasmo…
Hyde estaba en ese punto justo en que la mujer necesita verga, las cosas solo se dieron, ella se puso receptiva en cuatro patas, sus tiernas nalgas quedaron ante mis ojos y fui por ella, empecé a cogerla tomándola por la cintura, mi esposa solo observaba, ella vino por mi espalda y me abrazó tiernamente, sentí sus pechos pegados a mi piel y su aliento cálido en mi nuca, ella miraba por sobre mi hombro y noté que se excitaba con la vista que generalmente tiene el hombre en esa posición, ella veía lo que yo veía, me susurraba al oído palabras obscenas y me llamó la atención que la mujer que siempre había sido obsesivamente celosa hacia mi persona, solo parecía disfrutar de las sensaciones que yo experimentaba al coger a otra mujer.
Por detrás ella me sugirió que se la diera por el culo, que al menos tratara a ver como ella reaccionaba, aclaro que para mi esposa el sexo anal era tema prohibido, y fue sensual que sugiriera que le hiciera a otra lo que ella me negaba.
Saqué mi verga de la conchita y se la apunté en el culito, Hyde no dijo nada, por lo que asumimos que lo que no estaba prohibido era porque estaba permitido, pero su colita estaba muy apretadita, a pesar de lubricar, en un par de intentos mi verga había zafado, hasta que mi mujer la tomó entre sus dedos y me ayudó a meterla. Apenas se acostumbró empecé a dársela por atrás ante la atenta mirada de mi esposa, quien parecía deleitarse con la situación, y fue ella quien nos hizo cambiar de posición a su antojo.
Azucena parecía disfrutar especialmente con ser la invitada de mi sexo con mi empleada, ella estaba atenta a que la cogiera y ser partener del juego, especialmente alternando entre chuparme la verga y chuparle la concha, pasando su lengua desde mis bolas, por el tronco, por su clítoris, por su pubis.
Hyde totalmente entregada solo se dejaba hacer, desconectada de la realizad, disfrutando que le metiera la pija por ambos agujeros, al tiempo que se dejaba poseer por mi mujer sin el menor reparo, la consecuencia de toda esta excitación era lógica de suponer, cuanto tiempo podría yo aguantar?
Ellas me recostaron, me dejaron en reposo, Hyde se acomodó por mi derecha, hacia donde naturalmente se curva mi pene, empezó a lamerle el glande con esmero, Azucena por mi izquierda me lo masturbaba lentamente por el tronco, con los ojos fijos en el rostro de nuestra ocasional amante.
Lo que siguió solo fue casual, sin planificar, como nada lo había sido en esa noche mágica, mi esposa se acercó más y más a ella, noté que sus miradas se cruzaron y empezaron a besarse tan dulce como provocativamente podían hacerlo, como lo hacen dos mujeres que intentan llevar a un hombre a la locura
Sus labios se cruzaban, sus lenguas se tocaban, mi pene erecto había quedado en segundo plano, en medio de esa batalla de bocas, y recibía apenas pinceladas calientes de lo que sobraba de sus placeres, era todo tan erótico que llegaba al borde del éxtasis, mi esposa disfrutaba como nuestra amante saboreaba mi verga, y ella era parte del juego, estaba en el mejor momento, en el mejor lugar.
Naufragué en placer, no pude evitar cerrar fuerte mis ojos y reclinar la cabeza hacia atrás en el pináculo de mi orgasmo, bramé tratando de contener el aliento, mis manos apretaron con fuerzas la nada misma, sentí como mi semen, tal cual metralla descontrolada pegaba en las sábanas, a mi derecha, y como mi vientre se mojaba con mis propios jugos…
Miré la escena, aun mi verga caliente emanaba leche en el fin de mi orgasmo, ambas mujeres seguían besándose como si yo no existiera, como si me pija no estuviera entre ellas, solo que ahora la leche caliente había impregnado sus bocas, sus labios, sus lenguas, y jugaban con los besos blancos más eróticas que hubiera imaginado presenciar.
Seguimos jugando toda la noche, hasta quedar dormidos hastiados de placer.
Me desperté cuando los rayos de sol entraron por la ventana, llenando lentamente el cuarto de tenue luz. Me dolía bastante la cabeza producto de la resaca, fui al baño a higienizarme, luego volví para grabar en mis retinas para siempre la última escena, esa escena para inmortalizar en un lienzo, solo me quedé petrificado, ambas a un lado de la cama, ellas estaban completamente desnudas, en un inocente y pecaminoso cruce lésbico, donde rostros, pechos, vaginas, traseros, piernas y manos se fundían en una sola mujer, entrelazadas como amantes de toda una vida.
Cuando se despertaron juntaron sus prendas, se cambiaron, se arreglaron y la sensación fue que las cosas habían vuelto a la noche anterior, Azucena pareció reclamar su cetro de esposa, y Hyde comprendió que ella era la empleada que siempre había sido.
En verdad solo cruzaron risas cómplices, pero era evidente la situación. Le pedí un móvil a Hyde para que la llevara a su domicilio, los tres bajamos por el ascensor, pero no existieron palabras, esta vez Azucena me tenía fuertemente tomada por el brazo, marcando territorio. La vimos partir hacia la recepción, mientras nosotros fuimos por el desayuno
El resto de la historia? Bien, sabía que habíamos jugado un juego peligroso, que habíamos caminado por el límite y que todo ese paraíso podía volverse infierno en un abrir y cerrar de ojos, yo amaba a Azucena y no estaba dispuesto a perderla, pero la atracción que sentía por Hyde me embriagaba, yo era la Luna, ella la Tierra, y como la gravedad, no me dejaba escapar, tampoco quería hacerlo.
Y no soy esos tipos que pueden llevar sin remordimientos de conciencia una doble vida, por un lado la familia ideal, con esposa e hijos, por otro, la eterna amante que espera en algún momento dejar de jugar en las ligas inferiores para transformarse en la figura del equipo, no, no se mentir, no puedo hacerlo
No dejé pasar mucho tiempo, nos sentamos una tarde, frente a frente como personas adultas, Hyde estaba hermosa, y sabía que si no daba el paso tal vez nunca lo haría, tragué saliva y le expliqué lo que sucedía, yo ya había movido contactos, influencias, le había conseguido un importante puesto, una mejora para su vida, con casi el doble de remuneración, solo con una condición, una puta condición, no podríamos volver a vernos, a hablarnos, seríamos fantasmas en el recuerdo, ella aceptó con lágrimas en los ojos y sentí como si un puñal se clavara en mi corazón, pero sabía que era la mejor de mis opciones.
Hoy nuestra vida sigue adelante, mi mujer, es tan hembra como siempre y esa noche fue solo cumplir una fantasía, voy a ser padre, sin dudas, sin dudas, soy un hombre afortunado.
FIN
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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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