Agustina había pasado casi toda su vida en el pequeño pueblo de Villa Acacia, un lugar tranquilo y ameno, lejos de las grandes urbes.
Siempre en una vida tranquila, desapercibida y hasta en una monotonía de grises, propia de un pueblo que no tenía mucho que ofrecer, hasta daba la impresión de un mundo distante en el tiempo, de otra época. Días tranquilos, sin prisas, sin grandes problemas, el stress era una palabra que no se escuchaba, y casi todos parecían transcurrir sus vidas en cámara lenta.
Una mujer de noble corazón, había estudiado y se había recibido en traductorado de inglés, se ganaba unos pesos enseñando idioma en forma particular.
Parte 1
Agustina tenía un terrible complejo con su cuerpo, desde pequeña estaba entre la más altas y corpulentas de sus compañeras de curso, al ser adulta había superado el metro noventa sus grandes pechos y anchas caderas no pasaban sin llamar la atención, se veía tosca y hasta se veía poco femenina.
La angustiaba sentirse mirada de forma diferente, podría decirse que sus formas eran hasta intimidantes para muchos hombres, y solo seleccionaba como opción a aquellos que eran más alta que ella, y por lógica, no abundaban…
Se había casado joven con el que muchos decían el único hombre en su vida, pronto fue madre de una niña y su vida pareció encaminarse, pero no duraría mucho su paraíso.
Tenía poco más de treinta cuando enviudó de repente, y a pesar de ser demasiado joven nunca más buscó un nuevo amor, porque ella siguió enamorada de ese hombre que el destino le había arrebatado sin pedirle permiso.
Y su sexualidad pareció marchitarse de golpe, no tenía tiempo para eso, cargó con la mochila de ser madre y padre al mismo tiempo, demasiadas obligaciones, demasiadas presiones, demasiado peso que la agobiaba.
Y los años pasaron, su larga cabellera negra comenzó a ser invadida por los cabellos plateados de los años, estaba llegando a los cincuenta cuando su hija formó su propia familia y entonces su hogar de toda la vida le pareció más grande y solitario que nunca.
Fue cuando asumió que había pasado demasiado tiempo viviendo para otros, ya no se sintió importante, ya no se sintió necesitada y en esa vida que se le iba demasiado rápido, o se tiraba al abandono o se reinventaba a sí misma, viviendo para ella, dándose una segunda oportunidad…
Y esa segunda oportunidad se presentaría…
No tuvo demasiados problemas en conseguir trabajo de profesora de inglés en un prestigioso instituto de la gran ciudad, siempre había querido conocer la gran ciudad, y no dudó en aceptar la propuesta, preparó su bolso de mano con un bagaje de ilusiones y dando vuelta la página apostó por una nueva vida.
Esa mole de cemento fue un mundo nuevo para ella, el Instituto también, estar todos los días con unos cuarenta adolescentes casi adultos, era muy diferente a las clases particulares que había dado toda su vida en su pequeño pueblo natal.
Los cincuenta y dos años marcarían un cambio en su vida, estaba molesta y deprimida, su período empezaba a retirarse, sus hormonas cambiaban día a día, se sentía angustiada, se sentía menos mujer…
Fue cuando apareció Rodrigo en su vida, en su momento, uno más de tantos alumnos, pero sería alguien que la marcaría para siempre.
A primera vista Rodrigo le pareció un bombón de chocolate, un rubio de grandes rulos, alto como ella, fornido, esos chicos de gimnasio, de ojos dulces y cautivantes y sonrisa enamoradiza, su belleza sobresalía entre el resto de los chicos, y era evidente como sus compañeras de curso se deshacían por él.
Al principio fue solo un alumno más, pero Agustina notaba clase a clase como Rodrigo la miraba de una forma diferente, sentía que la desnudaba con la mirada, que la miraba como mujer y no como profesora.
El solía sentarse en las primeras filas y eso solo lograba hacer poner nerviosa a Agustina, cuando ella cruzaba la mirada con la del joven sentía un escalofrío por todo su cuerpo y las fantasías inundaban su mente, debía esforzarse para volver a centrarse en sus pensamientos de docente.
Día a día las cosas cambiaban, Rodrigo se trasladaba siempre en bicicleta, y ella buscaba encontrarlo con la mirada en esos momentos, cuando llegaba, cuando se iba, su cuerpo musculoso y bronceado, la sagacidad de la juventud, lo varonil de sus movimientos, no podía controlarlo, sentía en esos instantes como si miles de mariposas caminaran por su panza.
Rodrigo sería quien daría el primer paso, cosa que no haría más que confirmar que lo que pensaba Agustina no estaba solo en su cabeza, sino que era un sentimiento mutuo.
Ese día, al revisar sus pertenencias sobre el escritorio, encontró una pequeña caja que era ajena a sus cosas, sorprendida, en forma discreta para que la clase no notara nada, observó en detalle la misma ocultándola bajo su bolso de mano, una pequeña tarjeta decía
‘Para la profesora más bonita, de su admirador secreto’
Ella tuvo que contener la sonrisa por lo cursi y anticuado que le pareció la situación, pero levantó su vista para ver directamente a Rodrigo, como sospechaba el joven tenía su mirada clavada en ella, y movía nerviosamente las piernas bajo el pupitre como si estuviera tocando los bombos de una batería.
Agustina tomó aire, se reacomodó en tiempo y espacio, y prosiguió la clase en forma natural.
Al finalizar la misma, y luego de despedir a todos sus alumnos, le pidió a Rodrigo que se quedase unos minutos.
No quedaba nadie en el salón, solo el joven rubio y la veterana profesora, se sentaron uno a cada lado del escritorio, como si se tratara de un examen, entonces, ella, ya sea por edad, o ya sea por ser la profesora
Rodrigo, muchas gracias por el obsequio, pero a qué se debe?
Obsequio? A que se refiere?
Él contestó un tanto nervioso, tronándose los dedos, a Agustina le seguía sonando cursi toda la historia por lo que tomó la pequeña caja, la abrió para sorprenderse con unos exquisitos bombones, entonces tomó uno, lo olió y lo llevó a su boca, lo saboreó y dijo
Mmm! exquisitos! pero sabes qué? me harás engordar con esto…
Engordar? Usted está espléndida! Usted es perfecta!
No mientas, soy vieja, estoy gorda…
De verdad profesora, usted es la mujer más bonita que yo haya visto nunca…
Agustina tenía una mezcla de sentimientos, esas adulaciones le encantaban, pero era solo su alumno, y decidió que políticamente no era correcto seguir en esa charla en ese lugar, puesto que intentó darle un corte drástico a la situación, pero la propuesta un tanto infantil de su alumno le arrancó una impensada sonrisa.
La invito mañana a tomar un helado!
Ella lo meditó y le contestó
Mejor vamos a tomar un café, si? en la cafetería de Don Julio, que está a unas cuadras, la conoces?
El asintió con una sonrisa, como si hubiera ganado un pleno de lotería, solo se retiró satisfecho.
Esa noche, Agustina, sin pensarlo, tuvo sueños eróticos con ese joven, se despertó de pronto agitada, transpirada y desconcertada, que diablos le estaba pasando?
El día siguiente fue un calvario, ese día no tendría clases con el curso de Rodrigo, pero su imagen estaba presente en casa segundo, en cada suspiro, en cada palabra.
Al atardecer, la profesora fue con premura a la cita del bar, se aseguró de llegar primera para elegir una ubicación lo más escondida posible, no quería tener que dar ninguna explicación a ningún casual curioso que pudiera encontrarlos.
Pero Rodrigo no pensaba de la misma manera, cuando ella lo vio entrar con un enorme ramo de rosas rojas en sus manos, sintió arder en llamas por dentro, quiso que en ese momento la tierra la devorase, acaso era este chico un ‘amante a la antigua’ o no se daba cuenta de lo que sucedía?
Llegó a su mesa y se las obsequió, Agustina sonrió nerviosamente, las dejó a un costado y mientras él se sentaba recriminó con crudeza
Qué diablos piensas que haces?
Es un regalo para ti, muchas flores para la más hermosa de las flores…
Agustina se sentía halagada por la forma que la trataba, más propia de un cincuentón que de un adolescente, pero notaba con nerviosismo que su alumno salteaba barreras y ella no sabía cómo detenerlo, notó que la había tuteado por primera vez, rompiendo el muro profesora – alumno que los separaba, entonces trató de ser franco con el.
Rodrigo, mira… quiero ser honesta contigo, eres un joven hermoso, varonil, encantador, podría decirte miles de calificativos buenos, pero… que quieres conmigo? Cuántos años tienes?
Veintiuno, pero en dos meses cumpliré veintidós!
A ella le causó gracia la forma en que lo dijo, entonces, volvió a tomar la palabra
Mira, que puede darte esta vieja? Sebes cuantos años tiene mi hija? Casi treinta, en cualquier momento me hará abuela… hasta ella ya es vieja para ti… te das cuenta?
Rodrigo entonces abrazó con sus manos las manos de Agustina que estaban sobre la mesa del bar, la miró a los ojos como nadie la había mirado, y le dijo.
Agustina, a mí no me importa la edad, a mí no me interesan las chicas de mi edad, son huecas, vacías, sin proyectos, problemáticas, histéricas… no… eso no es lo que busco, siempre me gustaron las mujeres maduras, mayores, que ya vivieron su vida y saben lo que quieren, yo te amo desde el momento en que te vi, y no puedo evitarlo, me entiendes?
La profesora retiró las manos con fuerza, un tanto asustada, un tanto sorprendida, porque todas sus palabras la halagaban demasiado, pero no podía aceptar dar un paso adelante, a pesar de sentir sacudidos todos sus cimientos, a pesar de sentir un escozor en toda su sexualidad que hacía años no sentía, porque en definitiva, Rodrigo lograba que se sintiera viva, meditó cada palabra y respondió
Pero… y que dirán nuestros conocidos, tus padres, tus compañeros, mis colegas, ni siquiera puedo imaginar lo que mi hija diría…
Agus, puedo decirte Agus? No pensemos, no expliquemos, solo vivamos esta locura, solo tú, solo yo…
Agustina prefirió darle tiempo al tiempo, prometió meditar, y no dar pasos en falso, se despidió ese día de Rodrigo sin cerrar la charla, sin un sí, sin un no.
Llegó a su casa, era tarde, llenó un jarrón con agua y acomodó prolijamente las rosas rojas, saboreó su dulce aroma, luego tomó la caja de bombones y se sentó a meditar, uno a uno y sin el menor remordimiento fue comiendo los casi veinte bombones que aún quedaban, pareció perdida, con la mirada fija en las flores que decoraban su hogar, ya no recordaba que podía sentir ante estos presentes, suspiraba tomando grandes bocanadas de aire, sintió el calor de mujer que se escondía en su interior, tuvo deseos de tocarse, casi ni recordaba cómo hacerlo, y menos aún, no recordaba lo exquisito que se sentía…
Acarició su cuello, serenamente, como imaginó que Rodrigo lo haría, se relajó, aún tenía en su boca sabor a chocolate y licor, pasó la lengua por sus labios, estaban secos, cerró los ojos, pudo sentir sus pezones duros bajo el sostén, llevó sus yemas al nacimiento de sus grandes pechos, y escondió una de sus manos entre la remera y el sostén…
Acarició por sobre la tela sus pezones que estaban duros y calientes, se relajó más sobre la silla, reclinó su cabeza hacia atrás, su larga cabellera quedó colgando, empezó a exhalar aire con fuerza por sus fosas nasales, abrió sus piernas, su pollera estaba lo suficientemente arriba, necesitaba llegar a su vagina.
Notó entonces que las medias de nylon que llegaban a su cintura se lo impediría, pero no fue obstáculo para su calor, comenzó a refregar su clítoris, por encima de las medias, por encima de la bombacha, se mordió los labios, un orgasmo la abrazó de repente, hacía años que no tenía uno, una lágrima rodó por su mejilla, Agustina no estaba muerta en vida, Agustina era una mujer…
Parte 2
Pasaron algunos días, Rodrigo y Agustina se seducían mutuamente sin decir palabras, el la miraba de una forma que nadie la había mirado y ella empezaba a amoldarse a la idea, por qué no? que tenía por perder?
Las miradas, las palabras, las sonrisas, todo era un lento torbellino que empezaba a girar en torno a ellos, y lo inevitable iba a pasar…
Cuando sonó el timbre de su casa, Agustina estaba corrigiendo unos exámenes, el sonido insistente la sacó de su letargo, miró la hora, no esperaba a nadie.
Fue a revisar, al abrir el postigo la presencia de Rodrigo la sorprendió, que hacía ahí?
Abrió la puerta, el joven estaba junto a su bicicleta, una musculosa sudada y sus hermosos bíceps atrajeron su mirada, no pudo evitarlo. Él le comentó que había salido a hacer sus acostumbradas vueltas de ciclismo, y que como podía ver, una de sus cubiertas se había desinflado, y pensó entonces en ella para dejar la bici por algún tiempo hasta que pudiera repararla, sabiendo que estaba cerca de su casa.
Ella dudó si era conveniente dejarlo pasar, porque sabía que si lo dejaba pasar ya no tendría barreras por flanquear, ya no habría excusas para más ‘no’ y le llamaba poderosamente la atención que Rodrigo conociera su domicilio, nunca habían hablado al respecto, pero tampoco tenía demasiado interés en averiguarlo…
Suspiró resignada, se hizo a un lado permitiendo su ingreso.
Al cerrar esa puerta, había cerrado un mundo, no hubo palabras, Rodrigo dejó la bicicleta a un costado, luego se sacó la musculosa, el pecho juvenil, bronceado, musculoso y transpirado sencillamente se le hizo un plato difícil de rechazar.
Agustina lo observó con hambre de loba, soltó su cabello que se arremolinaba en un rodete, agitó su cabeza y se dispuso a lanzarse al vacío, el joven la abordó y la rodeó entre sus brazos, se sintió temblar como una hoja, su esposo había sido su único hombre y ya ni recordaba que hacer, como hacerlo…
Besó el torso desnudo que la contenía, el sabor salado de la transpiración la excitó, sus pezones parecían explotar, sus bocas se encontraron, sus lenguas se cruzaron, las fuertes manos de Rodrigo recorrieron las curvas de esa mujer que podría haber sido su madre, su sexo estaba duro y no tuvo reparos en refregarlo impunemente por el bajo vientre de la mujer que tanto había deseado.
Entonces sacó con un tanto de apuro la camisa y el sostén de Agustina, al fin esos enormes pechos serían suyos, se quedó solo observándolos y exclamó mientras llevaba sus manos a ellos
- Guau! son mejores de lo que había imaginado!
Empezó a masajearlos con un tanto de rudeza, a apretarlos, entonces Agustina buscó de guiar sus manos, de pausar el ritmo, todo a su tiempo, lentamente…
El pareció desesperarse, la arrinconó y comenzó a devorarle los pechos, a morderle los pezones, proponiendo una locura salvaje, ella se mostró desconcertada, nunca lo había hecho así, sexo animal, sexo salvaje, el bajó su slip, su golosa y dura verga quedó expuesta, Agustina tuvo un irrefrenable impulso de acariciarla, era grande, al menos pudiendo compararla con la única que conocía, con la de su difunto esposo…
Ella trataba de detenerlo, pero era imposible, era una locomotora sin control, parecía estar violándola más que haciéndole el amor, se agachó, la sacó la pollera y casi le arranca el culote que traía puesto, ella seguía arrinconada, entregada, ya desnuda, sintió sus piernas levantadas en el aire por los poderosos brazos del joven, recostada sobre la pared lo rodeo con sus propios brazos por el cuello para no perder el equilibrio, sus casi ochenta kilos parecieron no ser problemas para la fuerza bruta de ese macho.
El arremetió con fuerza enterrando su sexo hasta el fondo de esa mujer, arrancándole un quejido de placer, ella ya no recordaba lo que se sentía, el embistió una y otra vez, esa enorme carne llenándola en forma salvaje, solo escuchaba como el parecía embravecido en un constante
- Mmm…mmm…mmm…mmm
Como un macho en celo, él no se detendría, y toda esa locura contagiaba a Agustina, cada empuje, cada segundo, cada gota de transpiración, cada gemido, no pudo abstraerse y empezó a gemir como gata en celo, dejando al fin atrás tantos recuerdos y tantos prejuicios, clavó sus afiladas uñas en las espaldas de Rodrigo, apretó sus labios contra su cuello como una vampiresa, incluso clavó sus dientes, al fin el placer la desbordó cuando sintió ese pene llenando de semen su cueva, lo sintió inflamarse y explotar, una y otra vez…
Luego se separaron, él la dejó que se parara y reposara contra la pared, estaba agotado, sin fuerzas, lo había dado todo, se sentó para reponerse, respirando agitado, ella no salía de su asombro, sintió húmeda su entre piernas por el líquido que empezaba a bajar…
Lo que Agustina no imaginaba, que esto era solo el principio de las próximas seis horas de sexo casi ininterrumpido, hasta tener la vagina tan adolorida de casi ni poder moverse, tuvo que suplicarle que solo se marchara…
La vida de la profesora comenzó a cambiar a partir de ese día, empezó a ver los colores que no veía, no todo era gris.
Encaraba las clases de una manera diferente y disfrutaba de mantener ese pecaminoso secreto, empezó a vestirse un poco más seductora, a maquillar un poco su rostro y sobre todo, llevó sus cabellos a un negro uniforme, dejando atrás esas canas que tanto la avejentaban.
A ella solo la perturbaba el ‘qué dirán’, por si alguien se enterara de esa relación con ese chico, en poco tiempo Rodrigo la visitaba casi a diario por su casa, era coger como animales, entonces trató da cambiar sus hábitos.
Empezaron a encontrarse un poco a escondidas, en lugares prohibidos, en moteles a las afuera de la ciudad, donde ella pagaba las tarifas con gusto ya que el solo estudiaba y no tenía mucho más de los centavos que le mendigaba a sus padres. Era loco, solía pensar, ‘pago con gusto para que un pendejo me coja…’
Y ella se vio sorprendida por las actitudes de su nuevo amante…
Un día, luego de hacer el amor, ambos estaban desnudos sobre la cama, notó que Rodrigo le miraba la concha en forma inquietante, pensativa, sin decir nada lo vio partir hasta el baño, sintió ruidos extraños, al tiempo volvió con varias cosas y le dijo
- Tienes una concha pasada de moda… vamos a solucionar eso…
La hizo recostar, abrió sus piernas y colocó por debajo una toalla, deslizó con esmero agua tibia con una mezcla jabonosa por su sexo, tomó la afeitadora y con paciencia, la afeitó casi por completo, como seguramente hacía con la barba de su rostro.
La profesora sintió cosquillas, intriga y una dulce excitación, lo dejó hacer sin reparos y tuvo que asumir que le encantó la forma en que la dejó recordó sus días de niña, le prometió que mientras su relación durara ella siempre luciría así para él, si el con eso era feliz…
Dos meses después, todo parecía ir viento en popa, la relación clandestina entre el joven y su profesora pasaba totalmente desapercibida para el resto de los mortales, tal vez solo algunos cambios en Agustina, quienes la conocían la notaban siempre alegre, rejuvenecida, es más, muchas la sentían cantar cada tanto a capela, algo inusual en ella.
Esa tarde parecía ser como cualquier otra, estaba concentrada explicando a sus alumnos, Rodrigo como siempre, expectante en los primero asientos, de pronto, al levantar su abrigo que estaba sobre el escritorio para acomodarlo en el perchero, encontró oculta una pequeña caja forrada en papel plateado brillante que reflejaba la luz del salón, con un gran moño fucsia decorándolo, esto tomó por sorpresa a Agustina, como aquel día de los bombones, en forma inconsciente miró directamente a Rodrigo, quien se hacía el distraído mirando por la ventana que daba a un patio interno.
El silencio se notó en el ambiente, y de pronto todos los alumnos quedaron expectantes ante lo inesperado de la situación, Brenda, una de las chicas del curso dijo
- Guau! parece que la profesora tiene un admirador secreto! Que romántico!
Zaira, otra de las chicas agregó
- Ojalá yo tuviera quien me sorprenda de esa manera!
José, el payaso del grupo terceo
- Tenga cuidado! Podría ser una bomba!
Esa pavada descontracturó el ambiente, se sintieron carcajada y abucheos, esas ocurrencias eran típicas en él.
Se escuchó alguien al fondo reclamar para que lo abriese, y ese pedido fue secundado por otras voces, Agustina buscó nuevamente la mirada de Rodrigo quien la seguía ignorando.
Se sentó, sacó el moño con paciencia, abrió el envoltorio con cuidado y sacó la tapa con nerviosismo, observó dentro, entre tules blancos había un conjunto de ropa interior negro, un sostén enorme para contener esos pechos y una tanga diminuta que hubiera cabido sin problemas en su puño cerrado, sintió en ese momento como sus mejillas parecían incendiarse, un poco por vergüenza, un poco por bronca, le pareció sumamente excitante y desubicado a la vez, nuevamente buscó con su mirada a su amante, esta vez si el la miraba directamente, con una mirada perversa, entonces el mismo dijo en voz alta
- Profe, que le regalaron?
Ella balbuceó y tiró solo para escapar lo primero que se le vino a la mente
- Son bombones…
Unos murmullos y algunos silbidos se sintieron en el lugar, pero Rodrigo dobló la apuesta y dijo estirando el cuello como tratando de ver
- Podemos verlos? me convida uno?
Agustina cerró la caja de repente y un tanto molesta respondió a la clase
- Basta alumnos, estamos perdiendo demasiado tiempo con esta pavada, todo el mundo a trabajar.
Dio por cerrado el tema y trató de seguir adelante como si nada hubiera ocurrido
Al terminar la jornada, como hacía a diario, se dirigió al sótano donde estaban los estacionamientos de todo el complejo educativo, demasiado concentrada en sus pensamientos, solo se veían autos y autos en derredor, llegó al suyo y cuando estaba tratando de meter la llave en la cerradura una mano la tomó por el hombro, casi se muere del susto, pegó un salto y la llaves fueron al piso, maldijo a Rodrigo, lo increpó
- Estás loco? vas a matarme de un susto!!!
El solo reía y cambió de tema rápidamente
- Te gustó el regalo?
- Ya hablaremos de eso… acaso te has vuelto loco? me comprometes! qué quieres? armar un escándalo?
Rodrigo apenas si prestaba atención a lo que le recriminaba su veterana profesora, no le importaba, nada le importaba, solo tomó una de sus femeninas manos conduciéndola al jean, bajo la cual se escondía su pija dura como una piedra, ella seguía recriminando, él puso sus manos sobre los hombros de Agustina y empujó hacia abajo, ella hizo fuerza en sentido contrario pero el abusó de su fuerza masculina y poco a poco doblegó a la profesora, Agustina estaba fuera de sí y reclamaba
- Pará! qué haces! Estás loco, Rodrigo! no! no!!!
Agustina se vio a si misma arrodillada entre dos coches, perdida, como puta, él sacó su miembro y se lo enteró en la boca, ella pronto cesó en los reclamos, como a un bebé que le dan el biberón, empezó a lamer con desesperación, como si fuera la última vez, ese pene hermoso la podía y ella no podía evitarlo, era golosa, trataba de engullirlo hasta sentir arcadas, respiraba agitada con el sexo del joven entrando y saliendo se su boca, el llevaba el ritmo a su antojo y parecía violarla, la tenía con firmeza por sus cabellos sin parecer importarle nada.
Agustina no podía creer lo que hacía, no podía asumir que la enloquecía toda la locura que él le proponía, no podía decir que no, nunca la habían tratado de esa manera, como si fuera una puta, y eso la excitaba demasiado…
Estaba encerrada en esos pensamientos cuando el semen caliente invadió su boca como un tsunami, frunció el ceño al sentir su sabor y movió con más velocidad su lengua bajo el glande, su amante descargaba como nunca y ella se preocupaba por no dejar escapar una gota, solo por ir saboreando e ir tragando, hasta la última gota…
Cuando terminó él la ayudó a incorporarse, ella trataba de relajarse y él le dijo algo que le encantó
- Que puta eres… como te gusta chuparme la pija…
Abrió la puerta del coche, asegurándose en un rápido repaso visual que solo estaban ellos dos, entonces, antes de despedirse, Rodrigo le pidió que al día siguiente usara el regalo que la había hecho.
PARTE 3
La profesora llegó tarde a su domicilio, estaba cansada y solo quería dormir, se dio una ducha, comió algo liviano y miró un poco de tv, nada en especial, sus pensamientos fueron al obsequio, lo había dejado a un costado, pensó y pensó, una y otra vez…
Al fin se decidió a probar como le quedaba, se desnudó, vio su vagina depilada, se puso el sostén negro, luego la tanga al tono, sintió deslizarse es casi hilo dental entre sus cachetes, se miró al espejo, por delante, por detrás, se vio tan puta, que no podía controlarlo, fue a la cama, se recostó, se sintió excitada por esa lencería, recordó a Rodrigo y todo lo que hacía con ella, él ya tenía como hobby fotografiarla, a pesar que ella no estuviera cómoda con sus curvas.
Él le decía que era perfecta como era y le provocaba cierta excitación a su ego sentirse su modelo personalizada, comenzó a tenerlo presente en su mente, sabía cómo terminaría, aun le parecía sentir el néctar masculino en su boca, tan rico! ese que había bebido horas antes…
Después de tres orgasmos, solo se quedó dormida…
Se despertó tarde, preparó el desayuno, tomó unas masitas dietéticas y se sentó a la mesa, bajo la bata aún tenía el sexi conjunto que su amor le había obsequiado.
Su cabeza pensaba y pensaba, toda esa locura, hacía un paralelo entre la puta secreta y la mujer que sería abuela en un tiempo, la respetada profesora que había pasado los cincuenta.
Todo era insano, la locura de Rodrigo la envolvía pero también el joven llegaba a asustarla, porque él no compartía con ella, él tomaba lo que quería, sus juegos eran excitantes pero peligrosos, decidió que no, no usaría ese conjunto para ir al colegio, así que tomó uno de sus clásicas vedetinas de sexagenarias y olvidó el tema.
El encuentro con Rodrigo sería un tanto alocado, sus amoríos seguían siendo un secreto para todos, solo cruzaban miradas que ellos solo entendían, notó como su macho la observaba ese día tratando de desnudarla con la vista, en especial cuando ella escribía sobre la pizarra dando la espalda al curso, Agustina adivinaba como él le miraba el trasero, tratando de dibujar bajo la ajustada pollera su pequeño regalo y eso llegaba a incomodarla en algún punto.
Con el correr de los minutos observó que la mirada de Rodrigo fue cambiando, de esa excitación pecaminosa pasó lentamente a una mezcla de indiferencia con enojo, nuevamente adivinó lo que pasaba, seguramente él había notado como se marcaba la vedetina, muy lejos de lo que él le había pedido.
Agustina terminó la clase, aun le quedaban unas horas con otros cursos y observó que Rodrigo dejaba el aula molesto, pero no le preocupó demasiado, ya se le pasaría el capricho.
Trató de relajarse, necesitaba descansar unos minutos e ir a orinar, así que se dirigió a uno de los tantos baños públicos del complejo educativo.
Terminó de hacerlo y empezó a acomodarse la ropa en lo reducido de ese lugar, apretada contra el inodoro, de pronto esa pequeña puerta de chapa se abrió con un golpe seco, se asustó, y más cuando Rodrigo se coló de repente y cerró la puerta del cubicle tras de sí, recriminó con firmeza pero casi en un susurro
- Que haces? Estás loco? esto es un baño público! Sabes qué pasaría si…
Rodrigo tapó su boca con una mano y le dijo al oído manteniendo el tono bajo, pausado y amenazante
- Sabes vieja puta, tenías que ponerte la tanga que yo te regalé… y no lo hiciste… y parece que no entendemos quien manda, no?
Las palabras del joven intimidaron a Agustina, nunca la había tratado así, en forma despectiva, sus ojos parecían inyectados en odio, metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó una afilada tijera, la profesora sintió que la sangre se le congelaba en ese momento, él le subió la pollera, y pasó el frío metal del elemento cortante acariciando su muslo, lentamente fue subiendo hasta colarlo por la vedetina, para luego empezar a cortarla hasta desnudar su sexo.
Luego hizo que girara sobre sí misma, y apoyara las manos contra la pared del fondo, y le hizo abrir las piernas como si fuera a palparla de armas, Rodrigo sacó su pene y empezó a cogerla, profundo de repente, con furia.
Para Agustina fueron minutos eternos, no podía entender porque todo eso en el que la asustaba era justamente el motivo por el que tanto se excitaba, porque pensaba que no podía estar sin él, pero tampoco podía estar con él, cerraba los ojos sintiendo ese pene entrando con furia en su vagina, como la perturbaba todo eso, como la excitaba todo eso…
Se mordía con furia los labios, no podía darse el lujo de dejar escapar un gemido, seguramente en ese baño público hubiera más gente, y no podía siquiera imaginar que alguien sospechara. Se preguntaba a si misma que diablos hacía con ese veinteañero y con las mismas fuerzas que deseaba que todo acabara cuanto antes, deseaba que no terminara nunca…
Al fin sintió el líquido espeso y caliente de su hombre llenando su sexo, Rodrigo pareció aflojarse y rendirse sobre sus espaldas, y aun jadeando le murmuró al oído
- No volverás a desobedecerme… entendido?
Ella no alcanzó a responder, en segundos él la había dejado nuevamente sola, se había esfumado del baño de mujeres. Estaba perturbada, con miles de ideas que se cruzaban por su cabeza en ese instante, el chico parecía no tener límites, pero… acaso ella tenía límites?
Entonces lo maldijo, y le causó gracia la situación, el semen chorreaba de su vagina, y por más que ella se limpiara con papel higiénico parecía siempre haber más, Rodrigo la había dejado sin ropa interior, solo le quedaba su pollera, y el miedo a exponerse manchada ante sus alumnos la hacía empalidecer…
Si bien ese día ella terminó de dictar sus clases con total normalidad, en su imaginación no podía dejar de sentir que el semen mojaba la tela de su pollera y corría a lo largo de sus piernas, trataba de adivinar que veían sus alumnos, aunque sus alumnos estaban ajenos a todo, pero ella no podía dejar de sonrojar sus mejillas imaginando algo que para su suerte, no sucedería…
Los días pasaban y era cada vez más difícil mantener en secreto esa historia, Agustina no podía con toda esa adrenalina, y Rodrigo se ponía cada vez más peligroso, más incisivo, cada vez jugaba más al límite, un juego loco que ella disfrutaba, porque cada día era una nueva sorpresa y cada día era peor…
Las acostumbradas fotos de Rodrigo fueron subiendo de tono, de esa mujer normal que solía fotografiar en cada motel de ocasión, pasaron a retratos en lencería y hasta desnuda…
Y los lugares también fueron cambiando y Agustina se sentía cada vez más puta con todo eso, estaba viviendo una sexualidad que no había imaginado en su vida.
Un nuevo final de clases, esa tarde hacía calor, apenas eran quince minutos hasta la próxima hora, los jóvenes fueron despejando el salón, Rodrigo permanecía sentado, Agustina lo había notado pero lo ignoraba mientras acomodaba sus cosas, era solo un alumno más, al fin quedaron solos, él se levantó y fue hasta la puerta, la cerró, tomó una silla y la trabó por el picaporte, quedaron solos en el lugar, ella se exaltó
- Qué haces? Otra vez con tus juegos? Esto no puede seguir así, abrí esa puerta!
Rodrigo solo sonrió, como siempre hacía, pareciendo no escuchar sus palabras, solo dijo
- Desnudate
- Que?
- Lo que escuchaste, desnudáte vieja chupa pijas…
- No! no voy a hacer eso! Estás loco?
- No estoy pidiendo, estoy ordenando!
- No, no lo voy a hacer…
Rodrigo avanzó firme hacia donde ella estaba, comenzaron a forcejear, el para quitarle la ropa, ella para evitarlo, abusó de su fuerza, la hizo girar y torció el brazo femenino de la profesora sobre su espalda hasta hacerle doler, la llevó contra la pizarra apoyándola con fuerza, con su rostro comprimido, inmóvil, con su mano libre empezó a acariciarle su generoso trasero y a pasarle la lengua por el cuello, sentía la respiración del joven en sus cabellos, cerró los ojos, solo cerró los ojos…
No podía evitarlo, nuevamente enredada en cantos de sirenas, todo el lugar la excitaba, la situación la excitaba, la locura la excitaba, Rodrigo la excitaba…
Una a una sus prendas fueron cayendo al piso, solo miraba de reojo el ventilador de techo que giraba con un persistente ronroneo, los segundos pasaron, al final ella se encontró como Dios la trajo al mundo, se sentía inundada en flujos, miró a Rodrigo y preguntó
- Satisfecho?
- No, aun no…
Rodrigo sacó su celular y comenzó a fotografiarla, una vez más, ahora completamente desnuda, en su trabajo
- Eres hermosa! – dijo el
- No, no es cierto, soy una vieja gorda… – respondió ella mostrando su baja autoestima…
Él la tomó de los cabellos y la llevó al escritorio donde a diario daba clases, la hizo sentar sobre el mismo, luego la hizo recostar y abrió sus piernas, Agustina se acomodó apoyándose en sus codos, solo suspiraba, en estos momentos ella estaba perdida y carecía de cualquier fuerza de voluntad, sabía a la perfección lo que seguía, no sería la primera vez, pero si la primera en ese lugar…
Siguió con la vista a ese joven, hasta verlo casi desaparecer entre sus piernas, sintió su lengua jugando en su vagina, Dios! solo jadeos, recorriendo sus labios depilados, besando su clítoris, bajando hasta su ano, enterrando cada tanto los dedos en su húmedo hueco que parecía un volcán a punto de explotar, ella acarició con suavidad sus enormes pechos, y hasta su pubis con un tanto de locura, buscando un combo de placer que fuera perfecto, no tardó mucho en venirse, sus ojos parecieron perderse bajo sus párpados, explotó de tal manera que pareció convulsionar, incluso esta vez no pudo acallar sus propios gemidos…
Agustina miró de reojo las agujas del reloj en la pared, un calor de vergüenza subió por su rostro, como diablos había pasado tanto tiempo! Ya casi debía empezar una nueza clase, los alumnos llegarían en cualquier momento, sacó casi a empujones a Rodrigo, para buscar toda su ropa que estaba desparramada por el piso, pero él quería cogerla, no quería irse caliente de ese lugar, comenzó una leve discusión, él quería seguir inmerso en un capricho de juventud, ella quería detenerlo, quería poner un freno a tanta locura, él la tomó con fuerza del brazo, y apretó tanto hasta hacerle doler
- Soltame estúpido!
Bramó ella con enojo, esto ya no era un juego, esto ya no era excitante, Rodrigo la soltó, la apuntó con su dedo índice y le respondió
- Esto no va a quedar así… te lo prometo…
Rodrigo se esfumó, había llegado el momento más tenso de la relación, mientras los alumnos ingresaban al aula ignorando lo que había sucedido, Agustina se hundía en un mar de dudas, los platillos de la balanza se esforzaban por mantener el equilibrio entre ese placer alocado que su amante le proponía y esa furia masculina y prepotente que la asustaba.
Durante la clase se mostró perdida, inconexa y dubitativa, porque su cuerpo estaba presente, pero no sus pensamientos, su mente estaba en otra cosa…
Se distanciaron después de ese desencuentro, Rodrigo comenzó a ignorarla, peor aún que solo una fría relación de alumno y profesora, en las clases se mostraba hostil, y Agustina no entendía porque él la trataba así, propio del berrinche de un jovenzuelo inmaduro.
El la ignoraba, una y otra vez, no atendía sus llamadas, nada, nada de nada.
Rodrigo solía pasearse ante la profesora con chicas de su edad, jóvenes y perfectas, rubias, morenas, pelirrojas, solo buscaba que ella lo viera.
Pero las cosas estaban cambiando para la profesora, este impase la llevó a pensar muchas cosas, a replantearse su presente, a imaginar su futuro.
De alguna manera, ya se había dado el gusto de conocer la gran ciudad, y pudo pensar con tranquilidad, el sexo con Rodrigo era apasionante, loco, arriesgado, pero era solo sexo, nada de amor y además, él podría ser su hijo.
Y añoraba la tranquilidad de su pueblito natal, le hacía falta el amor de su hija, le hacía falta ser abuela, vivir los últimos años de su madre a su lado, ya no tenía mucho que hacer en ese lugar, presentó la renuncia…
Preparó su bagaje para emprender el retorno, tomó unos días más para acomodar y cerrar su vida en ese lugar, el tren partiría al anochecer…
Golpearon la puerta, al abrirla, tal cual había imaginado, encontraría a Rodrigo al otro lado, con la mirada un tanto perdida, como encerrado en una eterna confusión, más cercano al tímido muchacho que había conocido que al brutal hombre en que se había transformado, con un enorme ramo de flores en una de sus manos, como esa tarde del bar, que no se animaba a obsequiar, ella tomó la iniciativa haciéndolo pasar, selló sus labios contra los del joven, invadió su boca con su lengua, se colgó de su cuello, sobraron las palabras, era hora de sexo salvaje, sexo de despedida…
En el silencio del cuarto solo se escucharon gemidos, suspiros y el rechinar constante de la viaja madera de la cama que era mecida de un lado a otro como olas de mar. Fue un último encuentro, lleno de nostalgia, vacío de amor, sexo por sexo, el fin de una historia…
Agustina partió a última hora, sola como había llegado años atrás, lentamente el tren se ponía en movimiento, ella tenía pegada la cabeza a la ventanilla, encerrada en sus pensamientos, mirando la nada, el inspector la interrumpió
- Señora, buenas noches, me permite su tique?
- Si… disculpe… sírvase por favor…
- Está bien, necesita algo? – inquirió el caballero al notar el rostro de Agustina un tanto demacrado.
- No… no… gracias… estoy bien… no necesito nada… – respondió ella balbuceando…
Y era así, no necesitaba nada, porque todo lo había tenido…
FIN
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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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