Relato porno de mi vida sexual con todo mezclado

Si, mi debut sexual fue con un chico, yo tenía diecisiete, él apenas quince, éramos compañeros en el club en el que ambos frecuentábamos y todo se dio más que por mutua curiosidad que por otra cosa, inexpertos, nerviosos, jugando a lo prohibido.

Pero ese primer encuentro pronto quedaría en el olvido, a mis padres no les hubiera gustado mucho enterarse que tenían un hijo homosexual, además, a mí me excitaban mucho las chicas y honestamente, ese encuentro clandestino no me había gustado demasiado, no me había enloquecido.

Después llegó Olivia, mi primera novia, una vieja amiga del barrio, demasiado creyente, de las que iban cada domingo a misa y hasta en un beso robado veía el pecado, demasiado santa para mí, me ganó por cansancio, nunca pude llevármela a la cama y mi interés por ella fue mermando cuando Natalia apareció en mi vida.

A Nati la había conocido en un boliche y me enamoré perdidamente de ella, creo que nunca volví a sentir por alguien lo que sentí por ella, tal vez porque fuera la primera mujer con la que tendría sexo, tal vez porque me deslumbrara con todo lo que en poco tiempo me enseñaría, porque Natalia era un tornado en la cama, que mujer!

Fueron tres años de locura, ella era la locura en sí misma, hasta que un día solo no le fui suficiente, pareció ser que no era demasiado hombre para satisfacerla y buscó en otros lo que no encontraba en mí.

Su traición me lastimó demasiado, había tratado que las cosas funcionaran, pero no podía obligarla a que se enamorara de mí, por un largo tiempo busque en otras mujeres encontrar lo que encontraba en Natalia, pero Natalia solo había una.

Me cerré y no quise saber más nada de amores, solo alguna que otra aventura esporádica, pero cero compromisos.

En esos días ya trabajaba como chofer de ómnibus de recorrido urbano, en turnos rotativos, y mis preferidos siempre eran las jornadas nocturnas, la tranquilidad de la noche, lejos de las clásicas congestiones de tránsito, y todos los problemas de un mudo despierto, no, nada que ver, en esas horas donde todos dormían, yo era feliz manejando mi mole con olor a diésel.

Ahí conocería a la gorda María, ella en verdad era una travesti barata y fea que se prostituía por unas monedas, generalmente la levantaba de regreso a su casa a altas horas de la noche y en esa soledad fuimos entablando charlas.

La gorda María bajaba en el final del recorrido, en un lugar apartado y oscuro donde yo tomaba un corto receso antes de empezar una nueva vuelta, y en ese lugar se produjo la magia
Fue una primera vez, me bajé los pantalones y la gorda me pegó una hermosa mamada, espectacular, profunda y solo la deje hacer.

Y se hizo costumbre, generalmente la llevaba gratis sabiendo que al final del recorrido ella pagaría por el viaje, recuerdo que a veces, mientras me la chupaba, yo le acariciaba la verga lentamente hasta hacerla acabar, era muy agradable, tenía un pene chiquito, pero dejaba el piso del micro lleno de semen.

La gorda María solo desapareció una noche, fue como que la tierra la había engullido y debí conformarme con eso, me di cuenta que no sabía nada de su vida, y la extrañé hasta que me hice a la idea de que jamás volvería a verla.

Por unos años viví una clandestinidad pagando por sexo cuando lo necesitaba, me había hecho adicto a los travestis y me gustaba elegirlos por la web. Descubrí en esa figura ambigua de hombres con tetas o chicas con pito, un placer único y difícil de imitar.

Llegando a lo treinta el destino me golpeó duro con la muerte de mi padre, en un tonto accidente laboral que le costaría la vida. Me deprimí mucho, no podía superarlo, mi vida se hizo errática, descuidé mi empleo, a veces solo faltaba sin motivos, a veces tenía tontos accidentes de tránsito, mis jefes se hartaron de mí y solo me despidieron.

Había tocado fondo y me levantaba o caía para siempre, con el dinero de la indemnización, algunos pesos que tenía ya ahorrados y algunos más que mi padre me había dejado decidí comprarme un taxi.

Así me transformé en mi propio patrón, conocía la calle y en especial la noche y poco a poco mi vida pareció florecer nuevamente.

Descubriría que el taxi me daría miles de oportunidades, siempre subía alguna putita de ocasión, alguna mujer cornuda que solo deseaba encamarse con el primer idiota que se cruzara en su vida, alguna veterana caliente quien su viejo esposo ya no trataba como dama y un sinfín de oportunidades que me acercaron nuevamente al sexo femenino, cogí con muchas, es cierto, más de las que imaginan y cuando no se daba, siempre las cuadras donde las chicas trans vendían su sexo estaban disponibles para alguien como yo.

Tenía treinta y cuatro cuando el amor llegó nuevamente a mi vida, sin buscarlo, Dalma solo apareció en un día, subió al taxi una lluviosa tarde de setiembre, cuando recién empezaba mi jornada de trabajo, enredada con su bolso de mano, su amplio paraguas, y la mochila de estudios de su pequeña hija de ocho años, quien parecía hacerle la vida imposible a su madre. La situación me sacó una sonrisa contenida, puesto que ella estaba fuera de control, sobrepasada por el entorno.

Al cerrar la puerta trasera del coche pareció tranquilizarse, me dio la dirección y emprendimos el viaje. Se la notaba joven, tal vez por el perfecto maquillaje que delineaba su rostro, hablábamos de la inclemencia del tiempo y la observaba por el espejo retrovisor, en especial unos ojos oscuros y embrujados que me atraían peligrosamente, mientras su pequeña hija parecía obstinarse en ser la molestia de la jornada. En lo que pude notar desde mi posición, Dalma tenía en esos días el cabello en un rubio teñido con un lacio precioso, con raya al medio y si bien mucho no podía ver, adiviné unas curvas bien formadas y unos pechos que eran más de la media.

Nos despedimos con una sonrisa y me dijo que, si al día siguiente llovía, podría pasar nuevamente por ella y su hija, misma hora, mismo lugar, viaje asegurado. Al día siguiente no llovió, el sol brillaba en lo alto del cielo, pero igual pasé por ellas.

No volvimos a separarnos, madre soltera de veintiocho años, muy bonita para mí, por cierto, con un culito respingón y llamativo. Era buena en la cama, sí que lo era, no a la altura de Natalia, algunas veces me hacía recordarla.

Lamentablemente las cosas no fueron tan bien como yo hubiera deseado, el problema no era la cama, no, pero había situaciones de discusiones, distintos puntos de vista, como manejar el dinero, las responsabilidades del hogar, mis intromisiones en la crianza de su hija y en cinco años la situación se había degastado peligrosamente, había vuelto a visitar en secreto a mis amigas trans y recordé lo lindo que se sentía comerse una verga de vez en cuando.

Empezó a morir el diálogo entre nosotros y con el paso de los años Dalma solo se había puesto más hermosa, ya no tenía el control de la situación y solo había empezado a salir con amigas, según decía, aunque sabía que había algún carancho revoloteando el nido oliendo la carroña de una situación que parecía caerse a pedazos.

Ella siempre acomodaba bien sus fichas, salía demasiado bonita por las noches y se aseguraba de que yo me quedara en casa cuidando a su hija, de manera de atarme y no darme margen.

Pero esa noche sería diferente, estaba harto de jugar a no ser cornudo e intentar tapar el sol con la mano, discutimos, le dije que no contara conmigo, Dalma levantó la voz, tenía planes con las chicas y yo lo estaba arruinando, le dije que fuera madre por una vez en su vida y se hiciera cargo de sus actos, intentó abofetearme y logré esquivar con habilidad su mano derecha.

Ella ya no volvió a hablarme, cogió su celular y llamó a sus padres, una corta charla y en pocos minutos había ubicado a la pobre criatura.

Al caer la noche, el abuelo había pasado por la nieta, había un silencio marcado en el ambiente y se respiraba la tensión de una discusión que no había terminado, cenamos en silencio, casi sin miraros, como extraños.

Luego fue a nuestro dormitorio a cambiarse, yo me quedé sentado a la mesa bebiendo algunas copas de vino que aún quedaban en la botella.

Dalma salió minutos más tarde para pasar al baño por los últimos retoques de maquillaje y peinado frente al espejo. Dejó la puerta entreabierta y me quedé observándola mientras acomodaba sus lacios cabellos, ahora negros, lejos de mi inspección ocular, una blusa ajustada que marcaba sus generosos pechos, con hombros asimétricos, una pollera símil látex a media pierna que solo la hacía ver llamativa y culona, medias de nylon y zapatos tacos altos, toda de negro, como la noche, apenas unos adornos en plateado para cortar ese color profundo. Pasó a mi lado sin siquiera mirarme, meneando adrede sus caderas y dejándome notar que sexis se marcaban sus tetas, revisó las cosas en su cartera y se dirigió a la puerta de salida dejando en el ambiente un olor profundo y dulzón de su perfume importado, era obvio que era demasiada producción solo para una noche de amigas.

Adónde vas? no te parece que estás demasiado llamativa? pareces una puta…

Ella me miró con rabia, intentó responder, pero me observó con lástima, me estaba embriagado, tragó sus palabras y solo me ignoró antes de marcharse.

Me quedé solo, y no haría de tonto otra vez, fui por una ducha, me vestí bien, yo también tenía mis armas, seguro podría ir por alguna conchita de las tantas putitas que frecuentaba, o si pintaba, alguna rica verga de una chica trans, pero me di cuenta que no era eso lo que buscaba, es que estaba molesto con mi mujer y con la discusión abierta que había quedado.

Di miles de vueltas y me cansé de mirar el reloj, cerca de las dos de la mañana me decidí a llamarla, adivinando que no contestaría

Sin embargo, lo hizo, Dalma atendió y sentí música a altísimo volumen, casi me hablaba gritando, la noté efusiva, tal vez ebria, y me sorprendió que me dijera donde estaba y que fuera por ella.

Tomé mis cosas y partí sin dudarlo, estaba en un conocido boliche de la zona, por cierto, un lugar donde no se va con amigas.

Había mucha gente, demasiada, no podía localizarla, volví a llamarla, me dijo de encontrarnos en la barra, ahí fui y para mi sorpresa, o no tanta, ella no estaba sola, la acompañaba un tipo de músculos marcados, con una remera ajustada en verde militar, con un corte de cabellos muy de moda y barba rala de unos días, porque no decirlo, el tipo era bien parecido

Dalma nos presentó y dejó en evidencia lo que buscaba, solo problemas

Sergio, te presento a mi esposo, Danilo

Danilo, te presento a mi novio, Sergio

El tipo solo marcó una sonrisa en sus labios, dejando en claro que el único sorprendido de los tres era yo, el cornudo consciente.

Busqué pleito, pero el tipo me ofreció un trago, también quise discutir con Dalma, pero ella solo me dio un beso como respuesta, y que mierda, no se puede discutir con personas que no quieren hacerlo y fue obvio que ellos estaban en otros planes.

Calculé mis posibilidades, golpes de puños, no era lo mío, hacer escándalos tampoco, retirarme, era dejarle la comida servida en bandeja y solo me quedé como un tonto bajando la guardia.
Tomé un trago y otro, Dalma también, y Sergio lo mismo, nos relajamos, dejamos la tensión de lado.

No sé cómo sucedió, pero a las cinco de la mañana mi enemigo era mi amigo, abrazados reíamos como ebrios y al salir del boliche los tres terminamos en su casa.

Sergio puso música y fue por unas copas, mi mujer se colgó de mis hombros y solo danzó lentamente, me besó profundo mientras el quedó al margen con las copas en las manos, Dalma después de unos minutos pasó las copas de sus manos a las mías y fue a bailar con él y a besarlo como a mí me había besado, no puedo negarlo, la imagen me excitaba y las curvas de mi mujer enfundada en ropas negras eran perfectas a mis ojos.

Las manos de su amante le aferraron los glúteos para luego levantarle la pollera a la cintura, una colaless negra diminuta le dejaba el culo casi desnudo, ya soportaba una adolorida erección entre mis piernas.

Cinco minutos después, Sergio, Dalma y yo estábamos los tres desnudos en la cama de su dormitorio.

Mi esposa me besaba y luego lo besaba a él, volvía por mí, iba por él, el varonil cuerpo desnudo de Sergio me puso en una situación incómoda, es que me gustaba mucho, pero Dalma nada sabía de mis gustos, tenía una verga normal, incluso más pequeña que la mía y solo disimule mis deseos. Dalma bajó un poco y lo mismo que había hecho con nuestras bocas, ahora lo hacía con nuestros sexos, se la chupaba a él, me la chupaba a mí, luego a él y otra vez a mí, derecha, izquierda. Mi mujer dijo que jugáramos a ‘las espaditas’ y obviamente me hice el desentendido, pero a Sergio no le importó chocar de lado a lado nuestras vergas duras una y otra vez.

Dalma entonces sujetó ambas pijas juntas entre sus dos manos y abriendo su boca en forma impresionante trató de chuparlas al mismo tiempo. Fue muy caliente, no solo lo bien que mi esposa hacia el trabajo sino sentir en mi verga la otra pegada, era demasiado para mí y si eso no paraba seguramente me acabaría, era cuestión de tiempo.

Salí de ese entuerto, me recosté a un lado, la tomé a Dalma y la traje sobre mí, ella se acomodó para cabalgarme con una pierna a cada lado, tomó mi sexo duro entre sus dedos y lo metió en el suyo, estaba toda húmeda y empezó a moverse muy rico, adentro, afuera una y otra vez, le apreté con ganas sus hermosas tetas y ella puso sus manos sobre las mías guiándome en su camino del placer, incluso olvidándose de Sergio, pero Sergio no pensaba quedarse al margen.

Lo vi acomodarse por detrás, entre mis piernas y las de mi mujer, situación que me llenaría de intriga adivinando un intento de doble penetración, pero claro, Dalma era en extremo liberal, salvo en eso, su esfínter era inmaculado y casto y no permitía siquiera que alguien pensara en romper es invicto.

Pero su amante me sorprendería, sentí su pija apoyarse sobre la mía, y empujar hacia adentro, un poco más, un poquito más, me quedé estupefacto en ese momento, viendo lo permeable que se tornaba mi esposa a tener dos al mismo tiempo en el mismo agujero, y con un poco de esfuerzo lo había conseguido.

Que decir, mi mujer bufaba con sus ojos cerrados y su espalda arqueada hacia atrás, inconscientemente enterraba sus uñas en mi pecho llevándome al límite del sangrado, sus tetas se movían descontroladas, cerré mis ojos para no ver, porque ese cuadro se me hacía imposible de resistir, pero no podía cerrar mis oídos, menos dejar de sentir lo que sentía entre mis piernas.

Es que mi sexo estaba envuelto por el de mi esposa, yo estaba quieto dentro de ella, pero también sentía el roce verga a verga que me daba Sergio, entrando y saliendo, incluso sus bolas golpear contra las mías, tenía placer de ambos sexos al mismo tiempo. Su amante se puso más duro y solo empezó a llenar todo de tibio semen, el interior de su conchita y sentí sus jugos en mi propio pene, no se puede narrar todo esto, solo hay que vivirlo para tomar dimensión, entonces sí, llegué yo también, ambos casi al mismo tiempo.

Sergio se retiró y naturalmente sentí la mezcla de leche expulsada del interior, bajando por mis propias bolas en una situación muy rica.

El amante de mi esposa entonces vino a su lado, a mi izquierda, parado sobre el colchón, con su verga blanquecina en una mezcla de semen entre sus jugos y los míos, a la altura de la cabeza de mi mujer, ella no lo dudó, empezó a limpiársela con su lengua muy rico, yo miraba la escena, perdido en placer y ella solo me observaba de tanto en tanto de reojo mi reacción. La verga de Sergio poco a poco fue creciendo otra vez y a ella se le dificultó comerla por completo, y ella notó que yo también volvía a ponerme duro dentro de su concha.

Fue cuando Dalma vino sobre mi decidida y me dio un interminable y profundo beso de lengua, sus labios sabían a verga de su amante y solo me encantó, volvió a chupársela y volvió a besarme y una vez y otra vez en un juego eterno en que yo solo recibía el sabor de Sergio

Él se dejó caer de rodillas y dejó que ella lo guiara, cerré los ojos y empecé a chupársela, con ganas, me encantaba hacerlo y entre dos le hicimos una sabrosa lamida a su sexo, su rica pija en la boca de mi mujer y en la mía propia, besándola con ganas.

Relato porno todo mezcladoDalma entonces avanzó sobre mi cuerpo, siempre cabalgando, llevó su concha desde mi pija hasta mi boca, prácticamente se sentó sobre mi cara y fue mi turno de chuparle la conchita llena de mis jugos y los jugos su novio. Fue muy loco porque por gravedad el semen chorreaba y solo me quedaba ingerirlo, y me gustaba hacerlo, lamer ese clítoris gordo y caliente que ella no podía controlar.
Fue cuando Sergio volvió a ir entre mis piernas, me acarició la pija que ya estaba dura nuevamente, me levantó las piernas y sin pedir permiso me la enterró suavemente por el culo.

Por suerte no era mi primera vez y una penetración anal no se me hacía difícil, me la metió hasta el fondo y solo me la dio con ganas.

Era todo demasiado perfecto, le chupaba la concha a mi esposa y su amante al mismo tiempo me rompía ben el culo, sentía un rico dolor que solo me daba placer y mi verga quería estallar en cualquier momento.

Dalma solo se dio por satisfecha cuando sintió que yo ya le había comido todos los jugos y que ya no tenía orgasmos por ofrecer, solo se retiró a un lado para ver como él me rompía el culo.
Yo gemía como una putita caliente y Sergio me tenía totalmente entregado, el sacó la verga de mi trasero y terminó sobre mí, su leche caliente saltó sobre mi vientre, sobre mi pecho sobre mi mano y mi sexo, me sentí venir y tuve una eyaculación tan potente que los dos primeros disparos llegaron hasta mi rostro.

Todo había terminado, horas atrás quería trompear al amante de mi mujer, y ahora, lo miraba mientras me limpiaba con las sábanas, me había roto el culo y muchos secretos quedaron en evidencia para mi esposa.

Volvimos a casa, no hablamos mucho, no era el momento

Tuvimos que sincerar muchas cosas, ella se enteró de mi ambigüedad por hombres y mujeres, ya no pude ocultarlo, y ella también me dijo que hacía tiempo mantenía una relación paralela con Sergio, lo definió como ‘un maldito animal degenerado’ que la cogía como nadie la había cogido.

Nuestro matrimonio era un barco dañado a la deriva, hacía agua por todos lados, Dalma y yo intentamos llevarlo hasta la costa, pero fue imposible, estaba condenado al fracaso.

Repartimos las pocas cosas en común que teníamos, ella tendría su futuro junto al hombre del que se había enamorado, Sergio, solo les dejé mis mejores deseos, de corazón, las cosas solo resultaron como tenían que resultar.

Hoy mi vida se mueve un poco en la soledad de no querer tener a nadie en la cama en forma permanente, estoy un poco más viejo, pero mi taxi se sigue moviendo por las calles cada noche hasta que sale el sol, doy rienda suelta a mis placeres, mujer, hombre, trans, todo me es posible y soy muy feliz, aunque tenga todo mezclado…

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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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