Relato porno de tal palo, tal astilla. Sexo con la madre y con la hija…

Siempre fui un tipo difícil de enjaular, bohemio, complicado, hasta narcisista. Jugador empedernido, bebedor y fumador compulsivo, las putas son mi perdición, interminables noches de cabaret, mujeres que se enamoran por dinero y ya perdí la cuenta de cuantos billetes quemé por mi estilo de vida.

Creo que solamente una vez me enamoré, era joven y ella era un ángel, fui padre, pero no pude con mi genio, fui infiel. Ella me perdonó a la primera, lo toleró a la segunda y se resignó a la tercera, tiré demasiado de la soga.

Un día ella se hartó de mis mujerzuelas, solo desapareció, sin siquiera una despedida, nunca supe nada mas de ella y lo peor, nunca volví a ver a mi hija, asumo que hoy debe ser toda una mujercita y pago en vida mis eternos engaños.

Di vuelta la página, me juré no volver a enamorarme porque al final de cuentas, el amor duele y así termine siendo lo que soy, solo un busca de mil noches de sexo, camas calientes a la luz de la luna y una soledad que duele en el alma bajo la luz del sol.

Era una noche más, como tantas, fumaba sentado en la barra, jugaba con los dedos por los bordes de un vaso de escoces con hielo, mis ojos se llenaban con las siluetas de las chicas que bailaban casi desnudas en los caños de la pista, donde tipos como yo le obsequiaban billetes. Fue cuando ella trajo mi atención, se notaba una mujer mayor, pero supe de inmediato que era de ese tipo de mujeres que me atraían, esas que lo ‘puta’ se le nota en cada poro de la piel, en sus cabellos renegridos, en su rostro pintarrajeado, en su escote pronunciado, en su falda diminuta que dejaba a la vista preciosos muslos y hasta en esas costosas botas brillantes de finísimos tacos.

Ella estaba ocupada, se mostraba extrovertida, hablaba distendida con un par de caballeros y solo esperé mi oportunidad. En algún momento se quedó solas y ahí fui con mi intento. Me acerqué, la convidé con un cigarro y solo empezamos a charlar, Pamela, ese era su nombre era una perra, de tetas impresionantes, obviamente habían pasado por un cirujano, y caderas voluptuosas, se notaba su sexo en cada palabra, sin dudas ella era mi alter ego en versión femenina.

No fue extraño para ninguno de los dos que una hora más tarde estuviéramos revolcándonos entre las sábanas de su cama, en su propia casa, parecía una ninfómana sin cura, y por lejos era una hembra difícil de encontrar, me sentí afortunado.

Pamela no tenía límites, ni perjuicios, la chupaba muy bien, cogía muy bien y sobre todo me excitó el diámetro de su culo todo abierto, me encantaban ese tipo de mujeres.

Cuando nos despertamos al día siguiente, desayunamos sin muchas palabras, sabíamos que ya habíamos hecho lo que teníamos que hacer y así nos despedimos, cada uno feliz con su parte.
Sin embargo, poco después volví a visitarla y otra vez y una más, éramos fuego en la cama y si bien sabíamos que jamás habría amor, también sabíamos que no podíamos estar separados.

Tiempo después arrendé mi departamento y me fui a vivir a su casa, en una convivencia de mutuas necesidades, ella pisaba los cincuenta y encontró en mi alguien joven para ella, alguien que podía seguirle el ritmo y cogerla todo lo que ella quisiera, una yegua vieja aun sin domar, y para mí, para mi Pamela era demasiada mujer, con toda la experiencia de la vida, sin prejuicios, una verdadera puta que necesitaba la verga tanto como respirar.

Vivimos nuestros días con total libertad, nos conocimos, y conocimos las vidas de cada uno, ella supo de mi ex, de mi hija perdida en el tiempo y supe que ella también tenía una hija, Sabrina, quien vivía en Europa, según decía era actriz, o al menos en eso estaba.

Nunca le había dado demasiada relevancia a esa parte de su historia, Europa estaba demasiado lejos de mi mundo, y todo cambió el día que me dijo que ella estaría de visita por estos lados.
Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y la primera impresión que me llevé de ella fue que era una versión perfeccionada de la madre, y, además, mucho más joven, rubia por elección, con un cuerpo más delgado y no tan voluptuoso como el de Pamela, pero con un vestir tan provocativo para tentar al mismo demonio.

En esos días, la joven Sabrina vino a convivir en casa, en su viejo cuarto de niña y las cosas solo se enredarían entre los tres. Resultó que, en verdad, esa joven angelical no era actriz, o para ser correcto, había participado en algunos rodajes pornográficos de poca monta, dueña de una figura monumental había heredado los genes de su madre, puta, perra, salvaje y ni en mis pensamientos más osados imaginé que terminaría cogiéndome a la joven actriz.

Y lo que más me sacó de eje, fue que Pamela no solo sabía del tema, sino que hasta fue cómplice y casi que me empujó a hacerlo.

Sabrina era una putita muy fina, acostumbrada a andar desnuda frente a los hombres, supe que además de esas películas de poca monta, también era experta en bailar en sitios nocturnos, desnuda, como los que yo acostumbraba a visitar, y no le tembló la voz para decirme que le encantaba mezclar el placer con el dinero, además, venía con unos pensamientos muchos más liberales desde el viejo continente.

Pamela tenía una frase de cabecera que siempre me repetía entre insinuaciones y sonrisas.

‘Vos sos un maldito bastardo, y tarde o temprano te vas a coger a mi hija’

Por mi parte? soy hombre, un mujeriego perdido que donde ve un tajo quiere enterrar la verga, frente a una joven que se muestra como puta, que harían ustedes en mis zapatos? Sabrina solía pasearse delante de mis ojos semi desnuda, o la veía tomar sol con una tanga perdida en la raya de su culo, casi siempre en topless, porque así acostumbraba a hacerlo en Europa, y ni hablar de su lenguaje provocativo y sus palabras en doble sentido, solo había algo que me impedía lanzarme sobre ella, y era su madre, Pamela, por un tonto respeto de pareja, de familia, que honestamente, ninguna de las dos eras dignas de merecerlo.

Pero Pamela era una puta, adicta a ver películas pornográficas antes de un buen sexo, con alguna copa de vino mediante, y fue justo ella quien buscó esas películas de su hija, para excitarme, para calentarme, y la situación poco a poco se tornó insostenible, porque a Pamela le daba mucho morbo que yo me calentara viendo como cogía su propia hija. Y evidentemente la joven Sabrina no tenía ningún inconveniente a la hora del sexo por dinero, orgías, gangbang, lesbianismo, anal, vagina, oral, doble penetración, lo que imaginen y la situación me hacía estallar la cabeza, porque ella estaba en el cuarto contiguo, tan solo separados por un pasillo.

Siempre terminaba cogiéndome como un animal enjaulado a Pamela, y mientras se la ponía, ella me pedía que le contara al oído cuando deseaba a su hija, teníamos terribles orgasmos, y le advertía que efectivamente, tarde o temprano terminaría teniendo sexo con la joven.

Ese sábado, mi mujer y yo habíamos quedado en ir a unos de esos pubs de poca monta, era mujer, pero ciertamente era su ambiente, ella se había ‘producido’ para la ocasión, y acá debo resaltar que, a pesar de pisar los cincuenta años, era terrible mujer, terrible puta, con polleras al borde de mostrar el culo, con escotes por donde amenazaban escapar sus llamativas tetas, desinhibida, sabiendo lo que provocaba a su paso, del tipo de mujer por el cual más de una vez había puesto la paga de una jornada de trabajo por solo llevarla a la cama.

Nos divertimos, comimos, bebimos, miramos, y cuando realmente estuvimos cansados decidimos volver.

En el taxi de regreso, en el asiento trasero nos comportamos como dos adolescentes enamorados, calientes, perdidos, obscenos, y si no hubiera sido por el conductor hubiéramos tenido sexo ahí mismo.

Llegamos tambaleando, risueños, estábamos pasados de copas, entramos y Pamela pareció desparramarse sobre el sillón de una manera muy grosera, quedando culo para arriba, mostrándome el nacimiento de sus nalgas y la tanga enterrada en la raya de su culo. Cerré la puerta de ingreso y me abalancé sobre ella, empezamos con los besos, caricias y mis manos se perdieron en sus curvas.
Todo parecía muy íntimo y mi verga estaba dura, lista para cogerla.

Relato sexo con la madre y con la hijaFue cuando Sabrina nos tomó por sorpresa, ella estaba durmiendo en su cuarto y fue evidente que la habíamos despertado con nuestros ruidos de ebrios, pero ella no dijo nada, solo pasó por delante como un fantasma, ignorándonos, camino al refrigerador, nosotros nos quedamos observándola, en silencio, ella abrió la puerta de la heladera y la luz interior resaltó en la penumbra dibujando la perfección de sus curvas, ella apenas tenía una diminuta tanga que se perdía en su sexo y su culo, sus pechos desnudos, su cintura de avispa, su espalda tatuada, sus glúteos imponentes, y hasta sus pies de princesa descalzos sobre la fría cerámica.

Solo me quedé mirándola, como un tonto principiante, me olvidé de la puta de su madre y Sabrina tomó nota de lo que pasaba, sacó un pack de leche y solo empezó a beber del pico, pero la perra lo dejó caer intencionalmente por la comisura de sus labios, haciendo que el líquido blanco rodara hacia abajo por su garganta, por su pecho, por sus tetas y por su vientre, miró hacia donde estábamos y solo rio en tono burlón, Pamela entonces apuró

Dale, cogela, cogela toda!

Y viendo que yo no arrancaba volvió a apurar

Estás sordo o sos puto? dale! quiero ver cómo te coges a mi hija!

Era todo tan bizarro que me costaba arrancar, pero tragué saliva, me incorporé y fui por todo

Sabrina me esperaba receptiva, con los pezones duros producto de la temperatura de la leche que había rodado por su cuerpo segundos atrás, la besé con fuerza en la boca al tiempo que apreté sus generosos glúteos entre mis manos, la acorralé contra la pared del fondo, sentí el frío de sus pechos contra el mío y el roce de sus pezones en mi piel, me agaché un poco, lo suficiente para empezar a lamerlos, aun tenían sabor a leche, noté como sus pezones se erizaban rápidamente al pasar mi lengua y ella me retenía en ese sitio disfrutando lo que yo hacía.

La giré, a la fuerza retuve sus brazos extendidos contra el frío cemento, la apreté haciendo que su rostro y su frente también se pegara al revoque de la pared, me tomé unos minutos para acariciar mi verga dura por todo su trasero, miré a un lado, mi mujer, su madre, era espectadora privilegiada, noté que observaba con atención y se estaba tocando excitada.

La seguí besando en el cuello, mordisqueando su nuca, Pamela quería que la cogiera y en eso estaba, su hija pasó la mano hacia atrás y me acarició la pija y en un tono muy de perra dijo

Qué pena! pensé que era más grande! es que a mí me gustan más grandes!

La sentí tan maldita, tan puta, noté como se miraban madre e hija y me parecía todo muy sádico, muy perverso.

Solo le hice la tanga a un lado y se la metí en lo profundo, hasta el fondo, hasta hacerla levantar en puntas de pie con la fuerza del impulso, y solo le di con fuerzas, ella gemía como perra, aunque no sabía si era por placer o solo era una buena actriz porno, como fuera, el disfrute era mío.

Giré la mirada, a un lado, Pamela seguía sobre el sillón, solo había desnudado sus pechos siliconados para acariciarlos con una de sus manos, mientras que con la otra masturbaba frenéticamente su conchita, metiendo sus cuatro dedos el mismo tiempo en su hueco, dejando apenas el pulgar fuera de juego, apretando su clítoris con la palma en una forma muy natural.

Y yo estaba confundido, porque no sabía cómo debía proceder, seguir con la hija? ir con la madre? acaso terminaríamos enredados los tres juntos? pero diablos, eran madre e hija! y yo me considero un degenerado ‘open mind’ pero esto me sobrepasaba.

Chupale la concha! chupale la concha! – pedía Pamela entre jadeos

Tomé a su hija por la cintura y la llevé a la mesa principal, la tiré sobre la misma con un tono de despreció, le arranqué la tanga como un animal y me zambullí en su regordeta concha depilada, empapada en jugos y solo se la comí a besos al tiempo que metía los dedos de una mano en su conchita, mientras ella misma se metía los propios por el culo, yo le acariciaba una teta con mi mano libre y ella hacía lo propio con la otra, era muy puta, tan puta como la madre.

Mi olfato se embriagó con el exquisito aroma nauseoso de su vagina, me moría en deseos, y mis oídos eran lastimados por los ronroneos mutuos de las dos gatas en celos que tenía en ese instante, era todo demasiado pecaminoso…

Ahora rómpele el culo! quiero que se la des por el culo.

No entendía tanta perversión mental, ni de una ni de otra, solo cambié de posición, le aferré aún más las piernas hacia atrás y con un simple empellón se la enterré toda en el culo al primer intento, la puta lo tenía tan abierto que con la mínima lubricación que había chorreado de su concha fue más que suficiente, maldita puta come pijas!

Se la daba con fuerzas mientras ella gritaba y se masturbaba, sentía sus falanges metidas en su concha, entrando y saliendo, presionando mi propia pija desde el otro agujero.

Estaba transpirado, excitado y enloquecido por la disparatada situación, a un lado Pamela parecía desarmarse sobre el amplio sillón toda abierta y chorreando flujos, tal vez esperando a que fuera por ella, a llenar sus agujeros, o tal vez solo le era suficiente el show en vivo que estaba recibiendo, me estaba volviendo loco.

Fuera de mí, fuera de todo razonamiento, como un ser primitivo dejé a la hija y fui por la madre, no sé porque actué de esa manera, tal vez estuviera molesto, furioso, solo se la metí en a boca a Pamela y no dejé que me la chupara, no, la empujé contra el respaldo y se la metí a la fuerza, aunque ella no pudiera, hasta el fondo, solo dejé de empujar cuando sentí que mi pubis había topado con sus labios, grité como un gorila en celo, y más y más, Pamela trataba de resistirse pero su fuerza no era suficiente, su hija desparramada sobre la mesa era ahora quien miraba y se masturbaba con ambas manos, una por delante, otra por detrás.

Sentí en mis bolas chorrear la saliva de mi mujer, y como si fuera un animal aprisionado en una trampa mortal, como poco a poco dejaba de resistirse, adivinando que su destino era inevitable.

Eyaculé con fuerzas, una y otra vez y Pamela no tuvo otra alternativa que tragar todos mis jugos, si es que tenía el glande incrustado en su garganta!

Fui entonces otra vez por Sabrina, quien correría la misma suerte que su madre, a la fuerza, se la metí toda en la boca, hasta el fondo, hasta la garganta, aunque sea para limpiar los restos de saliva de la puta de Pamela y los restos de leche que aún tenía en mi sexo.

Tal vez ellas esperaban seguir jugando, pero en ese momento, yo estaba molesto, y para mi había sido suficiente, el nivel de perversión de esas dos mujeres había sobrepasado mis propios límites, solo me despedí sin muchas palabras y me fui a dormir.

Al día siguiente todo estaría confuso en mi cabeza, pero Pamela siguió su vida como si nada hubiera ocurrido. Estábamos almorzando ya, y Sabrina seguía en su cuarto aún, recién apareció en el momento del postre, como si fuera lo más natural del mundo, un culote lila transparente era todo lo que tenía, su concha depilada se veía a través de la tela y sus pechos desnudos bailaban libres al compás de sus pasos, pasó a nuestro lado, si bien la parte trasera de su ropa interior era de generoso tamaño, naturalmente se le metía entre los cachetes, cada tanto, ella con sus dedos lo sacaba hacia afuera, pero e pocos segundos la tela buscaba su posición natural y volvía a enterrarse dejando sus nalgas demasiado desnudas.

Creo que ya es suficiente – reclamé bastante molesto –

Ellas se miraron como extrañadas, fue la joven quien respondió

Que te pasa? ya me cogiste, cual es el problema, soy una actriz porno a la europea, nada me avergüenza

Y el desubicado en la historia parecía que era yo, y es que me sentía incómodo, a pesar de que tenía la posibilidad de estar con dos putas, madre e hija al mismo tiempo, consensuado, permitido, a pesar que seguro volvería a cogerme a ambas, esto no era lo mío.

Pero no habría más locuras por delante, poco después sonaría el celular de Sabrina, una llamada desde el viejo continente, un suculento trabajo, una nueva producción pornográfica y todo llevó a interrumpir sus vacaciones.

Volví a mi viejo departamento, a mi soledad, Pamela me encantaba, pero ya no me daba placer la convivencia, había sido demasiado.

Quedamos como buenos amigos, con derechos, y nos cruzamos cada tanto para compartir una copa de vino y el mejor sexo.

Y yo solo sigo caminado mi vida, y aunque lo hablamos mil veces sigo sin entender, es más, el próximo fin de semana tenemos un lindo plan, una cena romántica a la luz de las velas, y después, compartir una película pornográfica recién salida en Italia, donde ver a la protagonista femenina, para nosotros, será de sumo interés.

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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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