Mi error fue tratar de cambiarla, estaba seguro que podría hacerlo, pero me equivoqué…
Había conocido a Tiffany en un burdel de poca monta, ella hacía un show de strep, bailaba en el caño sensualmente, siempre se llevaba todos los aplausos y demasiados billetes que juntaba solo por desnudarse. Después, bueno, algunos clientes podían llevarla a la cama por dinero.
Así la conocí, así tuvimos nuestro primer encuentro sexual que pagué con gusto.
Era cliente de ese lugar, solía ir al menos una vez al mes, para dejar mis tensiones de lado, recuerdo que la primera vez que la vi me impactó con su figura, con su forma de bailar.
Después de probar la droga de su sexo tuve la necesidad de volver al lugar, con más frecuencia, esperando su número, cada vez más pendiente, sin darme cuenta me enamoré de ella como un tonto, sabía que no iba por buen camino, pero no podía evitarlo…
Tiffany era una muñeca teñida a rubio casi blanco, con un corte desprolijo apenas pasando sus orejas, con unos sensuales ojos color miel y una boca pecaminosa, de un cuerpo espectacular, de pechos enormes y perfectos que al tacto pude comprobar que eran naturales, de exageradas caderas y largas piernas, su andar era intimidante, el movimiento de su cuerpo, sus poses eróticas, su sexo desnudo, los hombres aullaban cuando estaba en el escenario, era única…
Me enamoré de ella, completa, no le hubiera cambiado nada, ni sus brazos tatuados, ni esos ganchos colgando en sus pezones, ni ese piercing que lucía en su clítoris, ni su intimidad depilada, ni su look salvaje, nada, nada de nada…
Y si les cuento lo que era en la cama necesitaría un relato exclusivo para entrar en detalles…
Poco a poco mis pagas por sexo habían cambiado a pagas por charlas, creo que ella se acostumbró a mí, pero nunca se enamoró. Quise arrancarla de ese antro, de hecho lo hice, pero ella siempre me advertía que no iba a funcionar, que tarde ó temprano me iba a lastimar, que no era mujer para vivir en cautiverio, que no me sería fiel, y no sé cuantos ‘peros’ mas´…
Pero como buen capricorniano, duro como una cabra agache la cabeza y seguí hacia adelante, hasta conseguir lo que quería.
Evelyn era su verdadero nombre, a mi gusto mucho más bonito que el seudónimo que usaba, al tiempo hicimos un viaje para olvidar su pasado y establecernos en mi casa, en la verde pradera.
Aunque aparentaba mucho menos, ella rondaba los treinta en ese entonces, y la verdad es que yo le llevaba bastantes años. Esta situación se hacía un tanto molesta porque muchas veces pensaban que éramos padre e hija, como que me sacaba de quicio. Además su figura, su forma de ser, su sensualidad atraía a los hombres como la miel a las abejas, me obstinaba en apartarlos de su camino y más de una vez estuve a punto de agarrarme a golpes de puños con algún desconocido que trataba de cruzar la raya. Lo que no me daba cuenta es que no era culpa de él, ni mía, era culpa de ella…
Sus salidas a solas eran pronunciadas, sus charlas telefónicas con extraños se hacían rutinarias, sabía que me engañaba, siempre me lo había advertido, solo que yo no quería ver la realidad…
Una tarde tendría la primera prueba en vivo y en directo, tocaron la puerta y al otro lado estaba el señor Pereyra, un viejo conocido mío al que le debía una importante suma de dinero, la cual había convenido saldar en cuotas mensuales.
La realidad es que yo me estaba atrasando con el pago por el tonto hecho de priorizar otros gastos superfluos, empezó la discusión cuando Pereyra descubrió que no iba a llevarse un centavo de mi parte ese día, el ambiente fue tomando temperatura y fue subiendo el tono de la disputa al punto de llamar la atención de Evelyn que se acercó a escuchar lo que sucedía
- Bueno, si ustedes me dejan puedo colaborar…
- A que te refieres? – inquirió el tercero –
- Bueno… podría hacer algo a cambio… un favor… si con eso podemos olvidar este mes…
Ella me miraba esperando mi aprobación o mi negativa, en principio me opuse férreamente pero Pereyra no le quitaba los ojos de encima, no encontré muchos argumentos para negarme, seguramente ese sería mi pecado, permitirle pasar esa línea, dejarle la idea de que yo la compartiría, darle a entender que ella tenía una libertad que yo no había firmado.
Pereyra desabrochó su bragueta lentamente, Evelyn tomó uno de los almohadones que estaban sobre el sillón para acomodarlo a sus pies, finalmente, ante mi mirada resignada se arrodilló poniendo sus manos en las caderas del suertudo de turno.
Lo último que recuerdo fue la cara de placer de Pereyra, los rubios cabellos de mi esposa con ese movimiento tan sugerente de mete y saca y los sonidos de respiración forzada al estar haciendo lo que hacía.
Fui a la cocina, me preparé un café amargo y solo esperé con mi vista clavada en el reloj de la pared.
- Listo! deuda saldada…
Fueron sus palabras al venir a mi lado, le pedí que se acomodara un poco dado que tenía corrida la pintura de labios y un poco de semen seco pegado en la comisura de los mismos.
Asumo que por un tiempo las cosas funcionaron mejor de lo que pensaba, esa mamada que se había pegado fue como echarle nafta al fuego…
Tiempo después volvería a sorprenderme, me dijo que saldría a cenar con sus amigas de viejas épocas, le había pedido encarecidamente que se cuidara y que no volviera a las andanzas, la conocía demasiado bien.
Entrada la noche, cené solo y luego fui a la planta alta, al dormitorio a ver una película metido en la cama, pero como siempre me sucedía caí rendido a mis sueños.
Algunos ruidos me sobresaltaron de repente, pensé que algún ladrón habría ingresado, me incorporé con sigila, los ruidos que escuchaba me hicieron saber que mi amada era quien parecía gemir, al asomarme me llevaría menuda sorpresa, a mitad de escalera, un extraño estaba con Evelyn, el, por su posición no podía verme, ella estaba de espaldas contra la pared, con sus piernas abiertas y sus pies apoyados en la baranda que limitaba la escalera, el al medio, sosteniéndola por los muslos la cogía sin piedad, estaban vestidos, sus tacones, sus medias de nylon, su pollera levantada, sus pechos semi cubiertos, eso me excitaba, lo raro de la situación fue que yo no pude aguantarme y me masturbé mirándolos, Evelyn, notó mi presencia y sus ojos se posaron fijamente en mi rostro mientras el otro la cogía, sus gemidos se hicieron más fuertes, solo para provocarme…
Cuando terminaron y despidió a su ocasional amante, vino al cuarto, a mi lado, ella puso mi mano en su bombacha estaba húmeda, pegajosa y llena de semen, me enloqueció, cogimos como nunca…
Esa era nuestra situación, un tanto de locura, yo quería que dejara de serme infiel, pero al mismo tiempo me gustaba su forma de ser, notaba que cada vez que la sorprendía en estas actitudes la pasión volvía a nuestro lecho.
Recuerdo el domingo doce de agosto, había sido el cumpleaños de su madre y después de almorzar juntos volvimos a casa, íbamos a tener una tarde de sexo, estábamos en los momentos previos cuando me llamaron de urgencia a la clínica, una paciente iba a dar a luz y necesitaban mi presencia, mi maldita profesión no tenía días ni horarios, así que la tuve que dejar sola, y sabía que la dejaba muy caliente…
El tema se complicó, y lo que parecía un parto normal derivó en una cesárea, llamé a Evelyn para avisarle que no me esperara, que llegaría tarde.
A mi regreso, el primer llamado de atención fue ver un coche lujoso en la puerta de mi casa, la nieve acumulada sobre la carrocería me hacía pensar que hacía tiempo que estaba ahí, empezaba a sospechar, ingresé como de costumbre, pero al abrir la puerta mis ojos reciben una imagen impactante, quedo congelado y atónito, al lado del hogar, sobre la alfombra está mi esposa con dos tipos, grita, ríe y llora al mismo tiempo, ella está al medio, como en un emparedado, noto que los dos machos están a su espalda, metiéndoselas por sus agujeros.
Dejo la llave sobre la mesa, trato de no molestar, ni se enteran de mi presencia, es como si fuera un fantasma, subo a la habitación, me tiro sobre la cama.
Siento sus gritos desde el cuarto, esta vez no me provocan gracia, es mas siento ira, más pasan los segundos y más me enojo.
De repente el silencio, todo termina, siento el motor del coche encenderse, me asomo a la ventana y lo veo desaparecer en la noche.
Minutos más tarde Evelyn entra al cuarto, con una minifalda violeta tan corta, pero tan corta que parecía una puta regalada, se tambalea por la borrachera que tiene encima, se ríe, como puede se acerca a la cama y se cae rendida a mí lado, solo quiere dormir, estoy enfurecido, el olor a alcohol es insoportable, me incorporo y prácticamente la obligo a ponerse en cuatro patas, protesta, inconexa, perdida, levanto esa pollera de rea para observar, su esfínter está abierto como una flor de primavera, inflamado, chorreando leche que se mezcla con otro tanto que sale de su concha…
Saco mi verga dura y se la entierro hasta el fondo por el culo, quiere zafarse, no la dejo, la odio…
Mientras se la doy para descargar mi ira ella trata de evitarlo, diciendo que le duele, que basta, que no… para colmos en medio de sus protestas lanza un:
- No Peter, no… mi marido va a llegar en cualquier momento…
No soy Peter, ni se quién es Peter, obviamente ni sabía quién se la estaba montando…
Dejé toda mi leche sobre la que ya le habían dejado, apenas se la saqué se tiró hacia delante para empezar a roncar plácidamente, con su culo desnudo, hastiada de sexo…
Al día siguiente tuvimos una charla, quise reacomodar muchas cosas, pero sabía que sus prometidas correcciones serían solo mentiras sobre mentiras…
Reconozco que había cambiado un tanto su actitud, pero ya no le creía nada…
Dos meses después, el hecho de su aparente cambio me desvelaba, estaba atento a sus movimientos y cada tanto hurgueteaba entre sus cosas buscando algún indicio, algo raro, algo turbio, tal vez me había acostumbrado a esa perra y tal vez ya no quería una santa a mi lado.
Pero Evelyn no cambiaría, lo supe al encontrar ese pendrive entre sus cosas, fui presuroso a la computadora para ver que tenía, obviamente encontré muchas fotos de ella desnuda y algunos videos recientes, tomé uno al azar…
No sé donde era, ni quien filmaba, solo había un plano corto de su rostro chupando vergas, demasiadas vergas. Evelyn estaba rodeada por extraños y siempre tenía una ó dos pijas en la boca, la trataban como puta y a ella le gustaba, lo curioso es que yo me masturbaba viendo lo que veía.
Sobre el final, noto que le ponen algo en la boca, como ganchos trabándole ambos paladares, veo que es un dispositivo que al girar una manivela se va abriendo, como un gato mecánico, lo que provoca que ella abra la boca y no pueda cerrarla, trabando sus mandíbulas, la noto un tanto incómoda, apenas puede mover la lengua…
Alguien arrima la pija a su boca, empieza a descargar su leche en ella, Evelyn se nota complicada, como que no puede respirar, traga con dificultad, y así parecen torturarla, siguen llegando en su boca, uno, otro, otro más, su lengua se pierde entre abundante líquido blanco que la va llenando, cuento quince acabadas en su boca, no puedo creerlo, vuelvo a pasar el video, confirmo asombrado como mi esposa se traga toda esa cantidad de leche, no tiene alternativa, se ve sofocada, casi asfixiada, unas manos sostienen su cabeza para que no pueda escupirlo, única opción , tragarlo, tragarlo hasta la última gota….
Me acabo ensuciando todo el piso… no hay cura para este mal…
Por la noche fui nuevamente a ese antro que había dejado de visitar desde que estaba con Evelyn, recordé la noche que la había conocido, cuando era Tiffany, y realmente traté de encontrar en cada chica del lugar una nueva Tiffany, pero ninguna era como ella, era un tonto enamorado que solo encontraba refugio en esa mujer.
Después de unas horas dejé el lugar para ir a un viejo bodegón, un lugar oscuro, a emborracharme al compas de una guitarra que lloraba los acordes de un triste blues…
Estoy terminando la historia, en estos momentos escribiendo en mi notebook, bajo una palmera, en la playa con el sonido del mar, nos tomamos unos días de descanso.
Evelyn acapara todas las miradas, no me canso de contemplarla, tiene un traje de baño plateado hilo dental, le avisé que apenas se agachaba se veía el enorme anillo marrón de su trasero escapando del hilo que pasaba al medio, no le importó, solo se encogió de hombros, como resignada.
Hace un rato se fue al mar, cuando volvió a mi lado la tela mojada de la malla se pegaba a sus partes de tal forma que podía notar como dibujado el piercing en su clítoris y los aros en los pezones, me dijo que se iba a caminar un rato.
La vi alejarse sacudiendo su cuerpo casi desnudo, su piel bronceada adornada por miles de gotas de agua salada. Debe hacer una hora que se fue, no sé donde está, no sé qué está haciendo, pero puedo imaginarlo…
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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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