Relato erótico de un juego de putas y cornudos en pareja

Mi noviazgo con Saturnino no duró mucho tiempo, fueron tiempo perfectos y éramos tal para cual, y rápidamente terminamos en el altar.

Producto de un buen pasar económico compramos una hermosa casa al pie de los cerros, en uno de los barrios más codiciados de la ciudad, en el sitio para gente pudiente, de construcción moderna, en dos plantas, con amplios ventanales vidriados que quitaban intimidad de no ser por los cortinados, de esos que puedes ver todo lo que sucede afuera, con demasiadas habitaciones para solo dos personas y todos los lujos imaginables de hoy en día, con un gran pasadizo lateral por el que ingresábamos nuestros coches, cada uno el suyo y terminaba en una gran piscina de fondo con quincho para el verano.

A pesar de tenerlo todo en abundancia, nuestra convivencia de matrimonio no fue la esperada, los fuegos de artificio de las primeras noches pronto se apagaron y de alguna manera nos transformamos en dos extraños que compartían el lecho y hacían el amor, pero no más que eso.

Traté de descubrir que le sucedía a mi esposo, porque yo era todo fuego con él, me portaba como puta con él y no tenía un ‘no’ para él, pero después de hacerlo, el solo me daba la espalda y parecía encerrarse en sus secretos, pero Saturnino parecía distante y yo sentía que mi marido, a pesar de todo, nunca estaba satisfecho.

No fue de un día para el otro, pero poco a poco fui desarmando sus defensas, entendiendo que pasaba, al principio lo tomé como una tonta locura, yo no era así, se había equivocado conmigo, pero con el correr de los días, me fui perdiendo en su juego y no supe cuando pasé a ser parte del mismo.

Resultó que mi esposo se excitaba con la idea de que le metiera los cuernos, de que lo hiciera sus espaldas, de que me prostituyera con cuanto tipo se cruzara en nuestro camino, pero esas cosas no eran para un matrimonio tradicional.

Cuando Saturnino pudo confiarme todos sus deseos, sintió que se quitaba un peso de encima, ya no era un secreto, ahora tenía a una cómplice para sus locuras, empezamos a leer bibliografía, a compartir historias, relatos eróticos, fantasías y vivencias reales de otras parejas, y poco a poco me hice a la idea, nos registramos en un sitio web que encontramos al azar, se llamaba ‘de putas y cornudos’ y empezamos a chatear con otras parejas y caímos en ese remolino de deseos que nos arrastraba más y más profundo.

Era una noche de otoño, esas noches en que estamos a medio camino entre el calor de verano y el frío de invierno, era un fin de semana largo por un lunes feriado y no había mucha gente en la ciudad, muchos habían aprovechado para descansar en otros sitios, así que decidimos ir a un pub al que solíamos ir de novios, estaba un tanto alejado del centro, donde en general iban parejas a tomar unos tragos y bailar un poco.

Yo era un joven y me sabía bonita, de cara redonda y ojos oscuros, cabellos negros que suelo recogerme, y una silueta bien armónica, pechos, cintura, nalgas, piernas, ya saben, y Saturnino se excitaba cuando notaba que otros me deseaban, así que por lo general me hacía vestir provocativa.

Esa noche el mismo se había encargado de depilar mi sexo. Me había elegido una diminuta tanga y sostén de encaje, una corta y ajustada pollera negra, camisa un tanto traslúcida en tonos apagados, y por cierto, me pidió que junto a mis zapatos tacos altos llevara medias de nailon con ligas.

Y así llegamos a ese lugar al que tantas veces habíamos ido, como era previsible estaba casi desierto, y me sentía sexi por la forma en que estaba vestida y además sabiendo que todo este juego excitaba a Saturnino, pero yo ni siquiera imaginaba las cosas que se cruzaban por la cabeza a ese hombre.

Y así fue como, entre tragos y bailes, entre besos y caricias, me fui soltando, me predispuse, en un momento tuve que ir a orinar entonces mi marido aprovechó el momento para decirme

  • Espera… ya que vas al abaño, sacate la tanga y traémela, me excita saber que estás desnuda entre tus piernas, imaginar que algún macho de estos puede hacerte suya, se me para la verga de solo pensarlo.

Yo puse algunos reparos en esos momentos, pero Saturnino sabía cómo convencerme, así que minutos más tarde estaba nuevamente a su lado, en medio del pub, con mi concha desnuda y caliente, poniéndole en su mano la tanga empapada en flujos que ya no traía puesta.

Seguimos jugando, en esos juegos calientes, a medida que pasaban los minutos el me provocaba más y más, sentía el flujo caliente que emanaba de mi sexo y chorreaba en forma descontrolada, y esto se convertía en un círculo vicioso, más me mojaba, más me excitaba, y en mi cabeza la sensación de no tener ropa interior se hacía terriblemente enloquecedora.

Saturnino empezó entonces a jugar con las palabras, me dijo que de los hombres que había en el lugar eligiera uno, que fantaseara con quien yo quisiera tener sexo, solo era un juego y si bien lo evadí varias veces el siguió insistiendo, así que solo por darle el gusto en sus fantasías miré rápidamente el entorno, dos o tres chicos que estaban solos llamaron mi atención, pero sin dudas un rubio apostado sobre la barra me pareció un bocado tentador, bebía un trago en posición de observador, y ya había notado varias veces en la noche sus ojos perdidos en mis curvas, era alto, bien parecido, tenía un conjunto sport de pantalón y saco en un tono habano y una remera ajustada en un blanco reluciente.

Se lo marque a mi marido, y poco a poco establecimos contacto visual y gestual, entre los tres, una locura total, pero me di cuenta de que estaba tan caliente que podría haber hecho cualquier cosa en esos momentos…

Y mi esposo se dio cuenta de todo, todo salía como lo había trazado en su mente, cuando el extraño se dirigió a los sanitarios él me dijo empujándome por mi espalda

  • Andá, apurate, seguilo, metete en el baño con él, quiero que le chupes la verga, quiero que lo hagas!

En esos instantes dudé un poco si aún era parte de fantasías o una peligrosa realidad, pero hacía meses que mi marido venía quemándome las neuronas con estas cosas, así que sus pedidos no me sonaron disparatados, avancé a los sanitarios de hombres, sin saber cómo reaccionaría ese extraño, al meterme estaba en los lavándose las manos y acomodándose los cabellos, nos miramos fijamente a través del espejo de la pared, y noté la sorpresa en tus ojos, para mi suerte parecía no haber nadie ningún otro hombre en esos momentos, solo me acerqué al extraño y le dije

  • Vi como me mirabas, y mi esposo me desafió a que te chupara la verga… te interesa?

Creo que el tipo no entendía muy bien de que se trataba todo el juego, pero mis palabras hubieran mellado su hombría de no haber aceptado, y honestamente seguramente a sus ojos lucía terriblemente puta en ese baño de caballeros, y por si tuviera dudas solo bajé mi mirada a su entrepierna y empecé a mojarme los labios con mi lengua, el tipo solo se recostó sobre la mesada y empezó a desnudar su pija, fui ya sin dudas sobre lo que quería hacer, me arrodillé a sus pies, apoyé mis manos en sus piernas y contemplé su miembro duro, solo cerré los ojos y lo metí en mi boca, estaba exquisito, hacía tiempo que no estaba con otro hombre y desde el día que Saturnino y yo nos conocimos le fui absolutamente fiel.

El rubio me dejaba hacer, yo trataba de meterla profundo, de acariciar su glande con mi lengua, y solo se la chupaba como una sucia puta, de rodillas, imaginando lo que mi esposo imaginaba fuera del lugar.

El tipo insinuó querer cogerme, pero las instrucciones eran solamente chuparle la verga, y ese era mi trabajo, sentí a mis espaldas algunos casuales hombres que pasaron y se sorprendieron con el cuadro, poco me importó, es más, me excitó que extraños me vieran como mamaba esa verga y a esa altura sentía mis flujos llegar ya a mis medias con ligas, era dinamita a pronto de estallar.

Y solo seguí en el juego hasta que lo sentí venir, solo miré sus ojos en esos momentos, en el pináculo de su placer, una oleada de semen llenó mi boca, estaba exquisito, y más, y otro poco más, demasiado, pero apreté con fuerzas mis labios en torno a su tronco, fruncí el ceño, no podía con tanto, empecé a tragar y tragar, su exquisito amargor, esa melaza de placer llenó mi interior.

Me incorporé satisfecha con una sonrisa entre los labios observando como el muchacho había quedado desarmado, sin defensas tratando de recobrar el aliento mientras acomodaba su verga entre las ropas.

Volví entonces con mi marido, quien esperaba expectante para saber si lo había hecho, no le dije nada, solo lo abracé y le di el beso más dulce y profundo que le hubiera dado en mi vida, en mi boca y en mis labios aún tenía el sabor de la leche que acababa de degustar y eso fue demasiado explosivo, sentí toda la dureza de mi esposo clavada en mi bajo vientre.

Tal vez, eso hubiera sido suficiente, pero por primera vez sería yo quien tomaría las riendas y las cosas se harían a mi manera, si de veras quería ser mi cornudo, pues yo le daría el gusto…

No perdí mucho tiempo, estaba ya demasiado caliente y dispuesta a todo, no muy lejos de donde estábamos, el rubio nos miraba expectante, nuevamente tomaba un trago en la barra, así que agarré fuerte a mi marido por la mano y fuimos a su encuentro

  • Hola! nos encontramos de nuevo – dije en tono casual –
  • Quiero presentarlos, el es mi esposo, Saturnino, y el es… a propósito, como te llamas?

Caí en cuantas que la había chupado la verga a un perfecto desconocido que ni siquiera sabía su nombre

  • Daniel, – contestó el – Daniel Ibarra.
  • Bien! – dije tomando el toro por las astas – vamos a hacer lo siguiente, Daniel, quiero que me lleves a mi casa, quiero que termines lo que empezamos en el baño, solo nosotros, mi esposo, nos seguirá en nuestro coche, y esperará en la puerta, pacientemente hasta que su mujercita quede bien satisfecha, te parece amor?

Ambos hombres quedaron en silencio, mi marido ya no estaba al mando, comenzaba el matriarcado y mi concha estaba tan inundada que podía hacer cualquier cosa.

Al salir los tres del pub, nos sorprendió una lluvia torrencial, con viento, truenos y relámpagos, fui con Daniel a su coche y en minutos nos dirigíamos a casa, el conducía con sumo cuidado mientras mi mano izquierda acariciaba pacientemente los cabellos de su nuca, mis ojos intercambiaban la atención entre ese rubio que iba a cogerme y el vidrio trasero del coche, poblado de gotas de lluvia que distorsionaban las luces del coche que nos seguía, el nuestro, el de mi esposo…

Llegamos, y fuimos casi corriendo hasta la puerta para evitar empaparnos, ingresamos, solo Daniel y yo, y cerré con llave, nos dirigimos a la cocina, le dí a mi amante una botella de vino que guardaba mi esposo para una ocasión especial, y esta era una ocasión especial, le dije que la abriera mientras yo abría los cortinados del ventanal y dejaba el lugar a media luz.

Como dije antes, esos ventanales no guardaban intimidad, y como yo podía ver hacia a fuera, seguro desde afuera se podía ver lo que sucedía dentro.

La luz de la acera también era escasa, pero en cada relámpago que cortaba el cielo, podía ver con claridad la silueta de un hombre al otro lado de la calle, un hombre que estaba expectante bajo un torrencial aguacero, ese era mi hombre. Saturnino estaba afuera, bajo el agua, en su rol de cornudo esperando que su esposa sea penetrada.

Y elegí ese lugar, la cocina, quería que mi marido fuera parte, eso era excitante, desnudé el pecho de ese hombre y lo llené de besos, también desnudé mi torso dejando mis tetas a su alcance, mis pezones estaban afiebrados y sentía escalofríos al rozarlos con su piel.

Daniel no tardó en notar mi secreto, cuando sus manos de pulpo fueron bajo mi pollera descubrieron que no tenía ropa interior, y no solo eso, sacó sus dedos empapados de mis jugos que ya habían impregnado hasta las medias

  • Sos una puta – exclamó al descubrirlo –
  • Chupame la conchita – le supliqué –

El me tomó por la cintura y me levantó en el aire, me sentó sobre la mesada y mis nalgas sintieron el frío mármol bajo ellas, me recliné un poco hacia atrás apoyándome en mis codos, abrí bien mis piernas apoyando mi taco derecho en la mesada, necesitaba acomodarme de tal manera de poder ver hacia afuera y buscando también que Saturnino pudiera ser parte de la humillación desde la vereda del frente.

relato porno de putas y cornudos
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Daniel besó mi chato vientre y pasó su afilada lengua por mi pubis depilado, esto le supo erótico, con una de mis manos empecé a acariciarme los pechos, con la otra, los cabellos de ese hombre, apretándolo con fuerza sobre mi sexo, mis ojos solo miraban hacia afuera, y cada relámpago me dejaba ver a mi marido indefenso bajo el agua, una y otra vez.

Mi amante me lamió con destreza, pero fue todo demasiado rápido, hacía tiempo que me venía aguantando para no acabarme, sol gemí y grité, tuve esas punzadas tan ricas, esa electricidad corriendo por cada poro de mi piel, fue un orgasmo terrible, todo se mezclaba, un amante, un extraño, un marido humillado, un mirón y yo, una puta, me sentí tan puta…

Daniel tomó la iniciativa, aún estaba aturdida por mi orgasmo, me levantó las piernas haciéndome recostar por completo en la mesada, estaba indefensa, su verga se metió toda en mi conchita, hasta el fondo, solo inspire apretando mis labios y cerrando los ojos como acto reflejo, empezó a cogerme, con fuerza, más fuerza, mas, me apretaba los muslos entre sus manos, me decía lo puta que era y cuanto lo excitaban mis medias con ligas y mi sexo todo depilado, masturbé con fuerzas mi clítoris, una de sus manos se aferraba a mis nalgas, sentí sus dedos indiscretos jugar en mi esfínter, sobraban jugos para facilitar el acceso, clavé mis uñas en sus bíceps cuando me los enterró hasta el fondo, en segundos sentí mi conchita inundada con su leche, mierda! fue terrible, fue perfecto…

Empezaba a aclarar, la lluvia había menguado bastante, la silueta de mi esposo se hacía mas nítida, seguía parado ahí, imperturbable, como una estatua, me temblaban las piernas, me sentía agotada, Daniel seguía caliente, con la pija aun dura a pesar de haberme llenado la concha de leche, evidentemente toda la situación lo había excitado, fue él quien tomó la iniciativa, me dijo con rudeza

  • Que puta sucia que sos, te gusta coger con extraños? Yo se como tratar a las putas como vos…

Me hizo parar, aun estaba con mis tacos altos y mis ligas negras, su semen chorreaba entre mis piernas, me llevó contra la ventana, apoyó mi rostro y mis tetas contra el frío vidrio, mi espalda quedó hacia su lado, se acomodó y me la metió de un golpe en el culo

  • Ayyyyyy!!!!! Animal! – reclamé por un contenido dolor ante el intruso –
  • Tomá puta, tomá! – decía a medida que empezaba a sodomizarme con más y más fuerza.

La situación fue incomparable, ese tipo me tenía casi desnuda contra la ventana, me la daba por el culo como a una ramera y al otro lado, Saturnino tenía el placer de observar como otro hombre me poseía, como tantas veces había imaginado.

Daniel no paró hasta llenarme el culo de leche, me dejó bien dilatada, saciada de placer…

El tiempo de Daniel se había terminado, en ese momento solo cabía un hasta luego, no era la hora de pensar en el futuro, tomó sus prendas, volvió a vestirse, me dio un último beso en la boca con sabor a pecado y solo partió.

Minutos más tarde, la puerta principal volvió a abrirse, la figura de Saturnino se hizo presente, era un trapo mojado, me miró como examinándome, yo estaba casi desnuda, apoyada en la mesada, exultante, con mis huecos adoloridos, chorreando semen por todos lados, lo miré desafiante, provocativa, quería que le metiera los cuernos? Que lo humillara? Bien, le había dado el gusto…

Fue su turno de tratarme de prostituta, tiró todas sus ropas mojadas a un costado, me agarró por un brazo y me arrastró al dormitorio, me puso en cuatro sobre el colchón, y solo me metió su verga en la concha, fue sexi escuchar los chasquidos continuos, pues aun estaba llena de los jugos de Daniel, me separó las nalgas para ver mi esfínter todo abierto, solo lo incitó para que el también me la diera por el culo, y empezó a cambiar de agujeros a su antojo.

Honestamente Daniel me había cogido tan bien que ya no tenía deseos de que mi esposo me cogiera, así que solo lo dejé sacarse las ganas, hasta que el también acabó sobre mi espalda.

Me recliné hacia delante, solo cerré los ojos y me quedé profundamente dormida…

Ese fue el comienzo de una nueva vida para Saturnino y para mí, contamos nuestras vivencias en ‘de putas y cornudos’ y muchas personas fueron parte de nuestras vivencias, Saturnino subió mis fotos desnudas para que todos conocieran la puta que tenía por esposa, y muchos chicos nos contactaron, y algunos llegaron a cogerme, también repetimos la experiencia con extraños, en ese pub y en otros sitios

Después fue el turno de un primo suyo, y luego un amigo mío al que siempre le había tenido ganas, y notamos que con extraños era bueno, pero con conocidos era aún mejor.

Saturnino quería ser un cornudo completo y que todo nuestro entorno supieran que todos podían cogerse a su esposa, y poco a poco me convertí en una auténtica puta, estuve de boca en boca, fui mujer de sus amigos, del barrio, todos, todos eran candidatos a cogerme, y tomé el gusto a humillarlo, a veces el estaba presente, pero muchas veces ni se enteraba que hacía, con quien lo hacía, solo lo dejaba imaginando mientras me iba a revolcar con otros machos.

Pasaron los años, historias, muchas historias, llegamos al presente, la semana pasada fue su cumpleaños, me fui a festejarlo con un par de sus amigos, le dejé una nota sobre la mesa que decía:

Mi amor, felíz cumpleaños!, me gusta que mires desde ahí, cornudo, que veas como otro me mete mano en público, como me toca delante de tus ojos, como se moja mi tanga delante de todos, me gusta que sientas celos y se te ponga el miembro duro, porque sé que así lo tenes aunque estés ahí, a distancia, siempre te noto el bulto en el pantalón, sé que te gusta ver cómo otros disfrutan de tu mujer, y te duele saber que otros me dan más placer que vos.

Sabes que hoy no estaré, solo me voy a coger, estaré con él, dejándome meter mano para que sientas la delicia de la humillación, el placentero dolor de saber que a tu mujer la está gozando otro que no sos vos.

Me gusta tanto hacerte cornudo que me acabo con sólo pensarlo, y me voy al hotel con él. Esta vez quiero estar sola, que vos no puedas verlo, quiero hacerte sufrir porque tu masoquismo me excita y sé que sufres al no ver cómo te pongo los cuernos.

Pero no te alejes de tu celular, estate atento, no me olvido de vos cornudo, voy a llamarte, dejaré la comunicación abierta, cuando estemos en la habitación y tenga su verga en mis manos, cuando me la coma, la tiene enorme, tu verga comparada con la suya no es verga, siento decírtelo ja ja ja ja!.

Bueno, no lo siento, me excita humillarte, ya lo sabes.  Tengo pensado tirármelo, estaré atenta para darte un buen espectáculo, quiero que me que me oigas culear con él, para que sepas cómo es el sonido de tus cuernos.

Esperame despierto, aunque sea tarde, volveré hastiada de verga, pero es tu cumpleaños, te daré la oportunidad de cogerme, mi querido esposo cornudo. Te tocará a vos culearme, claro, si puedes, porque sé que no puedes.

Te tengo encerrado en el cinturón de castidad y no puedes masturbarte ni culearme, pero dejaré que lo intentes, que intentes meter tu porquería en mi conchita, aunque no puedas, mientras te cuento con lujos de detalles como me ha culeado mi macho, los orgasmos que me ha dado, como me ha chupado las tetas, la concha y como me ha taladrado con su pija, por todos lados, como me duele el culo por su culpa, porque su verga es enorme y hermosa.

Se que se te pondrá dura al oír cómo te he hecho cornudo, y el cinturón te apretará una vez más, y te hará daño, lo sé, y lo hago de adrede. Quiero hacerte sufrir porque sé que gozas, que cuanto más te hago sufrir y te humillo más disfrutas. Sos un cornudo masoquista. Una joya de marido.

Pero no soy una mala mujer. Soy una buena esposa, la madre de tus hijos, bueno es una forma de decir, cierto, porque sabes que crías a dos hijos que no son tuyos, son hijos de los machos que me han cogido, vaya a saber de quién, pero eso te gusta, cornudo, es lo que más te excita, sentirte cornudo por el resto de tu vida porque cuando lo mires a los ojos, sabrás que eres cornudo.

Sabes, estoy caliente y en mis días fértiles, quien te dice, tal vez a mi regreso ya este germinando en mi interior una nueva vida, sería un lindo regalo en tu día, que opinas?

Y si tenes suerte, tal vez te quite el cinturón y dejaré que te masturbes, te lo mereces, ya llevas más de cuatro meses sin hacerlo y no quiero que tus mini testículos se atrofien.

Y si estoy en un buen día, puede ser que te haga acabar azotándote con mis manos, sé que te gusta porque no aguantas ni un minuto con mis bofetadas en tu mini pija. Te acabas a chorros mientras te llamo cornudo, mi marido cornudo, mi querido esposo cornudo. Te amo. Lo sabes.

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Imagen de caracter ilustrativo nada más para este relato erótico de putas y cornudos…

 

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