Los que leyeron mi anterior relato, ya saben la manera tan sorpresiva en que tuve mi primer experiencia extramarital. Con todo el consentimiento de mi esposo y su entera complicidad, Miguel me hizo suya y yo disfruté de una noche de pasión inesperada. Pero, ¿que pasó después? Viene la segunda visita.
Esto fue lo que ocurrió:
Una semana después, tal y como Miguel lo prometió, llega a casa. Igual que la primera ves, llega con una botella de vino con el fin de que nos tomáramos unas copas, pero ahora ya sin ningún tapujo, me saluda con un beso.
A pesar de lo sucedido una semana atrás, yo sentí cierta pena, pues no hay que olvidar que fue mi primera ves con otro y estaba demasiado joven e inexperta; esa semana había sido de mucha tensión emocional, recordando lo ocurrido y reviviendo en mi mente cada uno de los acontecimientos de aquella noche; y me preguntaba: ¿seré capaz nuevamente?
Ese sábado, apenas amaneció, ya mi corazón latía con fuerza. Mi esposo se va a trabajar de la manera mas normal, sin decir nada sobre la visita que tendríamos por la tarde. Yo no me atreví a preguntar nada, pero al irse mi esposo, pensé: ¿Será que no va a venir Miguel?
Toda la mañana la pasé estresada y con la vagina mojada, recordando lo ocurrido la semana anterior e imaginándome lo que tal ves sería esa tarde o noche.
Llega mi esposo cerca de las tres de la tarde. Se baña mientras yo le caliento su comida, después de comer se pone a leer muy tranquilo escuchando música instrumental, muy relajado.
Yo continúo tensa, pero sin atreverme a preguntar. Ya cerca de las seis de la tarde, me dice mi marido: «¿Que no te piensas bañar y arreglarte un poco? ya no tarda en llegar Miguel». «¿Si va a venir?» Le pregunté ansiosa. «Claro que si». Contesta mi marido. «¿Crees que se atreva a faltar? Yo no lo creo. Ademas el lo prometió».
Rápido me meto a bañar y me cambio de ropa, me comienzo a arreglar maquillandome y perfumándome un poco. Me puse ropa interior sexi, medias y liguero; me corté un poco de pelo púbico que me salía por los lados de la tanga y me puse un vestido beige, con escote pronunciado y arriba de la rodilla.
Estaba muy elegante en comparación con la semana anterior, pues esa ves me encontró con ropa de casa. Mi marido me observa con atención y me dice: «Veo que te dejó muy impactada Miguel, espero que cuides mucho tus sentimientos. Yo, aunque me porté mal, no me he enamorado de ninguna otra mujer y solo te quiero a ti». Me sentí un poco incomoda por la observación de mi esposo, pues yo no había percibido mi entusiasmo y le prometí tener cuidado.
Observe a mi esposo con atención y, me di cuenta de algo: ¡Estaba esforzandose mucho por mostrar indiferencia! ¡Por hacerme notar que no le preocupaba lo ocurrido y lo que fuera a ocurrir nuevamente! Lo supe porque, segun el estaba leyendo y escuchando música, pero tenía rato que no pasaba de la misma página. Me di cuenta que sí le podía lo que hice con Miguel y lo que estaba por hacer. Solo quería pagar su deuda conmigo.
Eso me hizo sentir algo culpable. Lo bueno fué que no tuve tiempo de pensar mucho en ello, pues hubiera dado marcha atrás.
Llega Miguel apenas unos minutos después de las seis y, como ya les dije, trae una botella de vino, me saluda con un beso sin cuidarse de mi marido. Yo concluyo que ya habían conversado durante la semana, así que sabía que no tenía de que preocuparse.
Conversamos mucho rato; nos platicó cómo iban sus tramites para sacar sus papeles que estaba tramitando. Su visita al consulado y la cita que tenía para unos días después. El tiempo estaba pasando y yo me sentía muy ansiosa y como que no encontraba mi lugar.
Fuí y preparé una botana de frutas y mientras ellos platicaban me puse a recoger algunas cosas mal acomodadas. Mi esposo, notando mi inquietud, me dice: «Deja los quehaceres para después, tenemos visita y la visita es especialmente para ti, ven y atiéndelo».
Les dije: «Es que los veo platicando de sus asuntos y no quiero interrumpir». Entonces Miguel se disculpa diciendo: «Perdóname, es que estoy muy inquieto con las dificultades de mis tramites: Pero voy a olvidarme de eso para atenderte a ti, te lo mereces». Me invita a sentarme a su lado y me prepara una bebida, pues aún no destapaban la botella.
Comienza a platicar conmigo de infinidad de cosas alagadoras relacionadas a mi persona, pero sin tocar para nada lo ocurrido la semana anterior. La platica se hace amena entre los tres, aunque platicábamos de todo, incluso frivolidades; pero el toma mi mano y comienza a acariciarme superficialmente a la ves que me dice cosas alagadoras.
De pronto me pide me ponga de pié y me hace dar unas vueltas lentamente para observarme, alabando mi figura y dándome una leve nalgada, elogiando mis pómpis y me pregunta: «¿Te arreglaste así tan solo para mi?» En lugar de responder, se me subieron los colores y me sentí bien cohibida. Fué mi esposo quien respondió riendo: «¿Para quien crees que lo hizo, si no esperaba a nadie mas? Por que para mi no fue».
Miguel me abraza y me acaricia el rostro dándome besitos en la frente y las mejillas, mientras, yo no podía pronunciar palabra alguna. Ponen música y Miguel me pide bailar. Ponen una melodía muy lenta y romántica y Miguel me estrecha muy apretado.
Yo sentía que todo me daba vueltas, aunque solo había tomado dos copas. Nos sentamos un rato y aprovecho para beberme otra copa de manera precipitada con el fin de darme valor. Luego mi esposo me sirve otra y me dice: «Ya no tomes mas; que eso sea todo». así lo hice; en cuanto me acabé esa cuarta copa, Miguel me invita a bailar nuevamente; y así, bailando lentamente, muy abrazados, me baja el cierre de mi vestido y poco a poco lo va bajando por mi cintura hasta que lo saca por mis pies.
Entonces, me separa de él, estirando sus brazos y los míos, pero sin soltarme, me mira de pies a cabeza y me dice un montón de linduras sobre mi atuendo. Me hace girar muy lento para mirarme por todos lados y me dice: «¡Saber que te vestiste de esta forma tan solo por mi, me llena de orgullo! eres la mujer mas linda que he conocido, lastima que tu esposo se me adelantó». Claro que yo no le creí nada, pero si me sentí muy alagada.
Estuvimos platicando otro ratito y yo solo en ropa interior. Yo esperaba que mi esposo se saliera o nos dejara solos con cualquier pretexto y, creo que Miguel también esperaba eso mismo, pero mi esposo no se iba. ¡Ahí seguía con nosotros! Ya resignado, Miguel me abraza y me estrecha sobre su hombro, diciéndome cosas cariñosas al oído y, así, pasa su mano por mi espalda y desabrocha mi brasier y me ayuda a sacarlo por mis brazos.
Comienza a besar mi cuello, luego baja sobre mi pecho besando y acariciando mis senos. Yo suspiro llena de deseos, pero de reojo veo a mi esposo con los ojos muy abiertos y sin perder detalle. Eso me pone muy nerviosa, me desconcentra. Pero veo que Miguel ya comprendió que mi esposo no nos dejaría solos y se lanzó a fondo.
Me pone de pié, se arrodilla a mis pies y besa mi vientre, me hace dar vuelta y poniéndose de pié, comienza a besarme desde la parte trasera de mi cuello hasta mis caderas bajando por mi espina dorsal. ¡Eso me puso a mil! Me hace dar vuelta nuevamente y sigue besando mi vientre, me desabrocha el liguero, lo quita y luego me saca las medias una por una.
Estando arrodillado a mis pies, me besa los muslos subiendo hasta mi entrepierna y comienza a besar mis ingles, por una lado de mi tanga. Finalmente me la quita, y me besa con pasión mi pelo púbico y mi vagina por encima, sin abrir mis labios.
Para entonces ya mi esposo había pasado al olvido y me desentendí por completo de él. Miguel me recuesta al borde de la cama, separa mis piernas y le da atención ahora si a mi vagina, abriendo mis labios y metiendo su lengua hasta donde le fue posible sacándome gritos de placer.
No pude alcanzar el orgasmo, porque a pesar de todo, estaba consciente de mi marido. Luego Miguel se acuesta y me cede la batuta, para que sea yo quien lo atienda. Entendí su intención y, primero con un poco de miedo, pero luego con ya sin temores, me di gusto saboreando aquel miembro.
Lo recorrí de arriba a abajo con mi boca; lo clave lo mas hondo que pude en mi garganta tratando de exprimirlo. No se por que, pero deseaba en ese momento que se viniera en mi boca, pues mi esposo nunca lo había hecho y hubiese querido que viera que otro me hacía lo que el no me hizo.
Pero Miguel supo contenerse. Me separa y me hace montarme en él, me acomodo sobre su pene y lo voy metiendo poco a poco en mi, hasta sentarme completamente en el. Comienzo a cabalgarlo disfrutando de muchas sensaciones y ahora si, me vine con un intenso orgasmo. Me derrumbo sobre el, así montada como estaba, sin separarme.
El me da vuelta para que ahora sea yo la que quede acostada, pero sin sacar su pene de mi; comienza con un movimiento lento y circular y poco a poco me vuelvo a encender y acelera el ritmo cada ves mas y yo voy sintiendo que algo caliente me sube por el vientre hasta que estallo nuevamente. Otro orgasmo pero mas intenso que el anterior.
Prácticamente grité de placer, el no se detiene sino que sigue bombeando con fuerza, hasta que lo siento estallar dentro de mi bañandome de su semen.
Ahí nos quedamos, derrumbados y agotados uno sobre el otro no se cuanto tiempo. Luego el se incorpora y yo vuelvo a la realidad. Me incorporo con el, secándome con una toallita apropiada para el caso. Veo a mi marido con una cuba en la mano, sentado frente a la cama observándonos, y nos dice: «Bueno, salud por eso»: Miguel sonríe y a mi se me suben los colores. Bastante cohibida busco mi ropa, pero Miguel me dice: «No te preocupes, así quédate, así quiero verte, estas muy linda».
Me senté en medio de ellos, completamente desnuda y Miguel igual. Nos bebimos otras dos copas, charlamos de muchas cosas sin trascendencia hasta que Miguel decide retirarse. Como él así lo quería, salí a despedirlo desnuda como estaba. Ahora se despide con un beso y un jalón al pelo de mi pubis.
Ya que se fué, ahora si tomo mi bata y me cubro. Mi esposo me pregunta: «¿Como te sientes? ¿estas feliz?» «La verdad sí» –fue mi respuesta– «Feliz y agradecida a ti por darme este gusto». El me dice: «Me alegra que así sea, quiero verte feliz y no me pesa darte esa libertad, solo cuida mucho tus sentimientos. Es lo único que te pido».
Ahora si charlamos muy abiertamente y llegué a valorar mucho lo que mi esposo estaba haciendo por mi, y me propuse no amargarle la vida por ningún motivo.
Dos semanas después, volví a hacerlo con Miguel, pero ahora mi esposo también intervino; o sea, que me tomaron entre los dos. Pero de eso no les platico porque no me gustó y no lo disfruté. La verdad con mi esposo me bloqueo y prefiero hacerlo sola sin él.
Mejor les platicaré unos días mas adelante, algo muy reciente, algo que me ocurrió por respondona; y creo que así lo puedo titular: «Me sucedió por respondona». Ya verán que les gustará.
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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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