Relato erótico con el amigo de mi hijo en mi primera infidelidad

Conocí a Ricardo cuando tenía cinco años, un mocoso cara sucia de sonrisa contagiosa, ojitos pícaros y cabellos lacios con corte por arriba de sus cejas. Ricky, como le decían era uno de los tantos nuevos compañeritos de prescolar del menor de mis hijos, Joaquín.

Yo ya tenía cuarenta años, tenía mi familia formada y mis objetivos de vida cumplidos, profesora de educación física, me ganaba la vida entre colegios y gimnasios, siempre en el rol de docente.

Mi esposo, me lleva algunos años, es sumariante en el cuerpo de policía, si bien porta arma y todas esas cosas, el solo es un típico empleado administrativo.

Ricky y Joaquin se hicieron amiguitos, nuestras casas no estaban lejos, así que esa amistad escolar se trasladó al día a día, y si él no estaba en mi casa, Joquín estaba en la suya.

Muchas tardes de chocolatadas, galletitas dulces, dibujos animados y juegos de play.

Pasaron los años, los chicos crecieron, compartieron los estudios primarios, luego los secundarios, llegó la adolescencia, y Ricky en su delgado cuerpo mostró los primeros indicios de hombrecito.

Los primeros bellos en su rostro, esa carita de nene pasó a tener rasgos adultos, su cabello lacio se había enrulado con el correr de los años, y el rubio original dio lugar a un castaño claro.

Las ricas chocolatadas quedaron de lado, latitas de cerveza tomaron el lugar, y los juegos de niños cambiaron a conversaciones secretas de chicas…

Un año fuimos de vacaciones a la playa y Ricky vino con nosotros, Joaquin estaba grande y necesitaba un amigo para ir a los boliches por la noche, ellos hacían su vida y yo la mía junto a mi esposo, mi hijo mayor ya había formado su familia y tenía su vida.

En esos momentos fue cuando por primera vez sentí que ese joven ya no me miraba como la dulce mamá de su amigo, su mirada era excitante, me miraba como mujer, y me dio un poco de vergüenza notar mis pezones marcados bajo el traje de baño, un poco por lo frío del agua y un poco por sentirme tontamente excitada.

Y honestamente yo también lo miré con ojos de pecado, el ya medía un metro ochenta, y era asiduo al gimnasio, sus músculos se habían desarrollado y era un caramelito demasiado apetecible.

Pero no pasó más de miradas indiscretas, en un tonto juego que sabía que tenía un final imposible…

Llegaron los años de facultad, mi hijo fue por humanidades, y el por medicina, pero a pesar de eso, la amistad era tan fuerte que no hubo distancias, y el, como cuando tenía cinco años, seguí siendo habitual en mi casa.

Actualmente él tiene veintidós, yo ya llego a los cincuenta y siete, y a pesar de los años tengo un muy buen cuerpo, años de gimnasia tiene su recompensa…

Arturo, mi esposo, está cerca de los setenta, y hay que decir las cosas como son, a él ya no le interesa tener sexo, un poco por su obesidad, otro por su diabetes y otro por rutina, nos transformamos en una pareja de mucha convivencia, con nula intimidad…

Todo empezó hace un tiempo, cuando vi un hilo de luz en la oscuridad…

Habíamos salido con mi esposo, sábado por la noche, noche de cine y luego cena íntima, llevaba un pantalón tipo calza engomada, muy de moda, en negro, con zapatos tacos altos al tono, y camisa de corta asimétrico a media cadera, con un abrigo liviano para media primavera, más por coquetería que por necesidad.

De casualidad nos cruzamos con Ricky, Joaquín y un par de amigos más, ellos iban de camino a un boliche a bailar, nos saludamos y cruzamos unas palabras, apenas unos minutos, los suficientes para sentir que el apuesto amigo de mi hijo me quemaba con la mirada, solo lo deje pasar…

Al día siguiente mi hijo se mostraba contrariado, molesto, pude notarlo, no sabía que pasaba, pero algo pasaba, él no era así…

Le pregunté varias veces, y luego de varias evasivas se decidió a hablar, entonces me dijo:

  • Es que anoche discutí con Ricky… es un estúpido…
  • Que pasó? – pregunté rápidamente
  • Es que el muy estúpido… se fija en vos, dice que estás muy buena, y no sé qué más…
  • Y vos que hiciste? – preguntó mi esposo que escuchaba con atención
  • Pues le dije que la terminara, que no sea estúpido… que estaba hablando de mi madre… mierda!

Mi marido y yo lo tomamos a risa, estos jóvenes! dijo el, seguro de que eran cosas de hormonas, pero íntimamente yo lo tome como una oportunidad…

Esperé una oportunidad, y la tendía solo una semana después, todo se dio en el momento justo…

Sábado por la noche, iríamos a cenar de mi hermana, me había puesto un vestido un tanto ajustado, resaltaba mis tetas y mi generoso culo en una forma sexi, poco grosera.

El vestido era a las rodillas, en un lila apagado, con cierre a la espalda, que nacía bien abajo, es uno de mis preferidos.

Mi esposo estaba a en el cuarto conmigo al otro lado de la cama, semidesnudo buscando que ponerse, y en el comedor sentía a mi hijo hablar con Ricky, estaban por salir como cada fin de semana, yo solo hacía tiempo en el dormitorio, no quería importunar a Joaquin nuevamente.

Sentí a mi hijo meterse al baño, tuve mis cinco minutos, ahora o nunca me dije y fui al comedor a saludar casualmente al joven que estba distraído con su móvil.

No había demasiado tiempo, mi esposo estaba en el cuarto, mi hijo en el baño, y tuve que hacer una partida de ajedrez, Ricky me comía con la mirada, lo noté excitado, una sabe de estas cosas, crucé unas palabras sin sentido y le dije

  • Ricky, se me trabó el cierre del vestido, podrías ayudarme?

Solo me puse cerca de donde él estaba, le di la espalda y corrí mi cabello a un costado, como muy casual, el cayó en la trampa, estaba nervioso, sentí sus largos y fríos dedos apoyarse en mi piel, lo sentí exhalar su cálido aliento con fuerza, me reí por dentro…

Pronto el cierre empezó a bajar, normalmente, lo hubiera detenido, pero lo dejé seguir su camino, pronto descubrió que no llevaba sostén, y ahí hubiera suficiente, pero ambos queríamos seguir sin decirlo, pronto llegó bien abajo, hasta que supe que podía ver con nitidez el nacimiento de mi ropa interior, el nacimiento de mi cola…

  • Gracias! – dije rápidamente, no había tiempo para más, sería peligroso, hice lo que tenía que hacer, había calentado a ese joven para ponerlo en mi punto de mira…

Eso quedó en un secreto entre ambos, cómplices… me cambié de ropa solo para que mi esposo no sospechara, no pasamos de ahí… pero estaba caliente como una brasa, era el momento de actuar, y por supuesto iba a actuar…

Fue solo cuestión de atar cabos, que las piezas engranaran con la perfección de un reloj suizo.

Necesitaba verme especial para una ocasión especial, me compré un lindo conjunto de ropa interior en negro brillante, con transparencias, un sostén de esos armados que levantan los pechos y lo hacen ver como dos pelotas, en esa forma que tanto le gusta a los hombres, un culote ni grande ni pequeño, lo justo entre sexi y puta, medias de nylon ajustadas con ligas, sugerentes y zapatos de finos tacos altos, solo agregué mi cartera con mis pertenencias, el abrigo largo con cuello de piel, lentes de sol, la llaves del coche y camino a la perdición…

A mi edad, cada integrante de la familia estaba en sus cosas, así que no tuve que inventare nada, solo pasé con el coche por la esquina donde el cada mañana esperaba el micro para ir a la facultad, muy casual, me acerque, bajé la ventanilla y dije

  • Buen día Ricky! Vas para la facultad? estoy de paso… te alcanzo…

El agradeció el gesto con una sonrisa, subió a mi lado y mientras ajustaba su cinturón de seguridad puse primera y salimos raudamente…

Hablamos un poco de cosas sin sentido, hasta que el notó que el camino por mi elegido no era el correcto, mirando por la ventana dijo

  • Carmen… por acá no llegaremos a la facultad…
  • No tengo pensado ir a la facultad…

Esa fue mi respuesta, mientras soltaba los botones del abrigo, solo para que el notara que no tenía debajo más que mi ropa interior…

Comprendiendo mis intenciones y con una sonrisa nerviosa el empezó a excusarse, que mi esposo, que mi hijo, que era su amigo, que no podía, que estaba mal, a lo que yo respondí con silencio.

Llegamos a un hotel apartado, fuimos directo a la recepción pagué una habitación con dinero en efectivo, era cómico, Ricky me seguía como una mascota, y el tipo que nos recepcionaba no hacía preguntas, como adivinando de que se trataba…

relato infidelidad con el amigo de mi hijoSubimos al quinto piso, nos metimos al cuarto, eran apenas las nueve de la mañana, el dejó sus libros a un lado, sin saber qué hacer, y yo dejé caer el abrigo al piso, sus ojos se clavaron en mi cuerpo y me avanzó decidido, sus manos se prendieron en mi sostén… como desesperado, por lo que lo aparté con premura y sentencié

  • Despacio… tenemos todo el día… vamos a hacerlo a mi manera… sacate las ropas, quédate en slip…

Fui a ni cartera, busqué las esposas de mi marido, siempre hay un juego en casa y honestamente, hacía rato que no le dábamos uso, me di vuelta, él ya estaba listo, con una erección terrible… cuanto hacía que no veía una hermosa erección como esa, estaba a punto de ser infiel por primera vez en mi vida…

Llevé a Ricky a una silla, lo hice sentar y lo esposé sus manos por detrás, el me dejó hacer, lo tenía a mi disposición, todo para mí, acaricié sus cabellos, su rostro, fui por su tórax sus bíceps, sus piernas, tomé tiempo en besar cada rincón de su piel, hice cada segundo una eternidad, solo para torturarlo, hasta que al fin bajé su calzoncillo, para desnudarlo por completo…

Y ahí estaba ante mis ojos su hermoso sexo, sus testículos depilados, su pija de mediano tamaña curvada ligeramente hacia la derecha, con un glande pequeño, en forma triangular, como en punta de flecha.

Me senté en el piso, a su lado, con mi rostro a centímetros de su sexo, empecé a acariciar con esmero sus bolas, me encanta la suavidad de las bolas de un hombre y con eso también a masturbarlo desde la base, con mucha cadencia, dejando su cabecita descubierta, lentamente, muy lentamente…

Y realmente lo torturé, él se contorsionaba y me rogaba que se la chupara, pero no, solo usaba mi mano, y cada vez que lo sentía acabar, cada vez que latía con fuerza, solo dejaba de hacerlo, solo dejaba de tocarlo…

Casi una hora después Ricky estaba bañado en sudor, pidiéndome clemencia, desparramado sobre la silla, me decidí llegar al fin…

Solo me acerqué y volví a masturbarlo, hasta que lo inevitable se hizo realidad…

Justo en ese momento solté otra vez su verga que quedó erecta mirando al techo, una contracción acto refleja lógica… como un volcán un chorro de semen saltó hacia arriba, unos cuarenta centímetros, y por gravedad cayó sobre mi rostro, por mi cuello, por mi pecho, por mi sostén…

No terminaba de caer ese chorro cunado un eterno y segundo disparo volvió a llenarme de semen, yo solo era espectadora de lo que sucedía… pareció increíble, pero conté diez disparos seguidos entre veinte y cuarenta centímetros…

Ahhh!!!! ya no recordaba lo que se sentía… pero en instantes estaba hecho un desastre de persona, con tanta leche encima que parecía imposible que fuera producto de solo la eyaculación de un hombre….

Empecé a lamerme como gata, que rico sabor, sabor a hombre…

Fui por una toalla mientras liberaba a mi amante, él se reponía con las muñecas moradas por el inconsciente forcejeo que había hecho por liberarse, entonces le dije

  • Me imagino que un joven como vos debe tener suficiente energía para complacerme…

Y solo imaginé toda esa leche entrando en mi concha, diez explosiones en mi concha… ahhh! así que seguí hablando

  • Vamos a ducharnos? Estás todo transpirado y yo toda embardunada…

No escuché su respuesta, no me interesaba escucharla, solo enfilé al baño dejando la poca ropa que tenía en el camino, me colé bajo la ducha y abrí las canillas hasta llegar a una combinación tibia excitante, pronto el joven estuvo a mi espalda, nos mojamos juntos, él tomó jabón y empezó a espumar mi piel, el vapor lentamente cubrió el ambiente…

Ricky acariciaba mis pechos, mezclando jabón y agua, apretando mis pezones, su sexo se refregaba una y otra vez en mis nalgas, volví a acariciarlo, ya estaba rígido, duro como acero, me excité, solo se acomodó y me ensartó hasta el fondo, que rico!!!

Empezó a cogerme con rudeza, apoyé mis manos en la cerámica de la pared para mantener el equilibrio, lo sentí punzar tan rico y tan profundo que naturalmente mis ricos orgasmos empezaron a fluir, mierda… creí que ya nunca sentiría lo que estaba sintiendo…

Cerré los ojos, las gotas pegaban en mi rostro y entraban en mi boca semiabierta que se llenaba de gemidos

  • Cogeme… cógeme toda… lléname la concha de leche…

Mis palabras solo fueron una droga para mi joven amante, lo sentí apretar con sus manos mis caderas para acelerar el ritmo, como poseído, como endemoniado, como locomotora, al fin, apoyó su cabeza en mi espalda y sentí sus ronroneos de placer, mientras acababa en ni interior, sentí nítidamente esas expulsiones tipo volcán, tan fuertes y tan ricas que me hicieron naufragar en un mar de placer y orgasmos…

Ricky salió de la ducha en primer lugar, se secó rápidamente, yo tomé más tiempo, mis cabellos, ya saben, nosotras tardamos en arreglarnos…

A pesar de la ducha descubrí que mis piernas estaban todas chorreadas de leche, hasta las rodillas, ese mocoso no tenía un pene… tenía una manguera!!!

Volví desnuda al cuarto principal, el me esperaba sentado a la cama, con el cinto de su jean entre sus manos, entonces me miró desafiante y me dijo

  • Así que te gusta jugar… cierto? disfrutaste las esposas? ahora es mi turno!

Saltó como un resorte de la cama y vino a mi lado, enlazó su cinto por mi cuello y me obligó a ponerme en cuatro patas, ajustando la hebilla en mi garganta, respiré excitada, el lazo me cortaba la respiración y sentí mojarme en esa sumisión, lo siguiente fue una fuerte nalgada que me arrancó un grito de protesta, a lo cual el tiró del cinto haciéndome doler y me dijo

  • Callate perra! te voy a enseñar!!!

Y sin aflojar, se repitió en una andanada de fuertes cachetadas en mi culo, y saben qué? más dolor, más placer, menos respiración, más placer, más entrega, más placer…

Ricky me tenía a su merced, en una tortura exquisita, su esclava a sus pies, y solo le faltaba algo para cerrar el círculo… sodomizarme…

Y así fue… lo sentí jugar con sus dedos, lo sentí apuntar, lo sentí meterse en mi culito…  que rico…

Me la dio fuerte, profunda, continua, tan excitante, combinando el placer anal con la asfixia de mi cuello, casi sin poder respirar, tirando cada tanto para recordándome quien tenía el control, me froté con frenesí mi clítoris, metiendo los dedos en mi conchita, acariciándome los pechos…

Me acabé toda en profundo gritos, el sacó su verga y empezó a largar sus chorros en mi espalda, otra vez, uno tras otro, sentí su semen bañarme por completo, al final no pude más y me largué a reír a carcajadas, de donde diablos sacaba todo eso…

Solo soltó el cinto, vino a mi lado y me besó dulcemente, como hacía tiempo que nadie me besaba, apasionado, largo, eternos, en ese beso concluí que este joven me había dado en horas el sexo que no había tenido en años…

Era ya hora de almorzar, Ricky asumió que habíamos terminado, pero ahora que ‘la perra había mordido el hueso’ no lo soltaría fácilmente…

Pedí servicio de habitación, una pausa para seguir por la tarde, para sacarle cuatro eyaculaciones más… pobre chico… estaba exhausto.

La alarma de mi celular nos trajo a la realidad, la había fijado a las cinco de la tarde, no debía pasar ese horario para no levantar sospechas en casa.

Emprendimos el regreso, me había acostado con Ricky, el mejor amigo de mi hijo y me sentía una quinceañera, el, entre tantas cosas me preguntó

  • Carmen… como se supone que seguirá esto?
  • Esto no seguirá… – dije muy segura de mí misma – no puede seguir, no debe seguir… esto solo fue un espejismo en el desierto…

La realidad fue diferente, la carne es débil y volvimos enredarnos a escondidas, una y otra vez, a espaldas de mi hijo, a espaldas de mi marido…

Hace poco tiempo el destino puso final a la historia, fui a buscar a Ricky, era una sorpresa, no teníamos nada pactado para ese día… pero lo descubrí cerca de la facultad, no estaba solo, una morena de cabellos enrulados lo tenía por la cintura, muy acaramelados, se veía muy joven, muy bonita, mi joven amante la tenía tomada del hombro, se veían felices y cada tanto intercambiaban un beso cómplice.

No hubo mucho que pensar, solo aclaramos las cosas y decidí dar un paso al costado, una mujer adulta sabe cuándo es el momento de retirarse…

Si eres mayor de edad puedes escribirme a con título ’EL AMIGO DE MI HIJO’ a [Correo visible para usuarios registrados]


Imagen de caracter ilustrativo nada más para este relato erótico…

 

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