En los días de mi adolescencia yo era una chica que entendía poco de la vida, inocente, me encantaba todo lo relacionado al mundo cosplay, tenía muchos disfraces y había participado en algunos concursos.
Era consciente de mis atributos físicos, me encantaban mis hermosos ojos claros, pero los muchachos siempre se perdían mirando mis exuberantes tetas, preciosas, enormes como dos pelotas.
En mi desarrollo como mujer, tenía un serio problema para relacionarme con los chicos de mi edad, en mi virginidad me aterraba la idea de sentirme penetrada por un tonto miedo al dolor y para peor, me imaginaba con una panza enorme producto de un embarazo no deseado, sola y abandonada a mí suerte.
Pero claro, yo tapaba todo eso con una falsa imagen de ‘mujercita superada’ y en mis contactos de redes sociales me vendía como una chica inalcanzable, segura de sí misma, una imagen que distaba mucho de ser real.
Y fue así como muchos chicos se deshicieron en halagos sobre mis curvas y día a día me solicitaban ver más de lo que mostraba en mis trajes de cosplay.
Fue como un torbellino que devoró todo a su paso, mis trajes fueron cada vez más escuetos y como respuesta recibía más y más adulaciones del sexo opuesto, y siendo honestos, a quien no le agrada que los chicos la miren con deseos?
En un abrir y cerrar de ojos estaba haciendo cosplay casi porno, mostrando mis enormes tetas, mi culito pomposo y mi conchita perfectamente rasurada, me resultaba muy sexi hacerlo y disfrutaba tocándome mientras leía las cosas que me escribían.
Cuando me di cuenta era demasiado tarde, cuando perdí la inocencia de jugar ese juego, porque para mí era solo un juego de seducción, de princesas y príncipes, me encantaba mostrarme casi desnuda si a cambio recibía un piropo, pero los hombres juegan otros juegos, ellos creyeron ver en mí una putita calienta pijas, asumieron que alguien que se muestra desnuda, aunque sea en un juego cosplay, en el fondo es alguien que solo busca terminar en la cama.
El día que abrí los ojos fue demasiado tarde, las redes estaban inundadas con mis fotos, las cuales pasaron de un lado a otro y se compartieron sin cesar, como a tantas chicas les sucede.
Ya siendo un poco más grande, pasé por relaciones complicadas, es que yo trataba de ocultar esa parte de mí, pero tarde o temprano aparecía ese que decía ‘oye, mira lo que encontré en internet, esta no es tu chica?’ y bueno, tenía que dar explicaciones y el final era siempre el mismo, ‘la putita’ era abandonada, quien iba a tomar en serio a una chica que estaba siempre desnuda en web?.
Cambié de táctica, antes de empezar una relación avisaba, ‘oye, mira, esta soy yo, sí, estoy casi en bolas en esta foto y en muchas otras, si te gusta bien, seguimos adelante, si no, no perdamos el tiempo’
Me casé por civil cuando tenía veintiséis años recién cumplidos, Mateo era un chico con el cual compartíamos nuestros gustos por el cosplay y nos habíamos cruzado por azar en más de un encuentro, recuerdo que cuando le mostré ‘las otras fotos’ el solo dijo
Guau! creo que ahora el cosplay me gusta más que antes!
El hecho que no le molestara, sino que, por el contrario, me animara a seguir adelante, fue como quitarme un peso de mis hombros, aunque sea porno o erótico, Mateo veía mi desnudez como parte de un todo y fuimos felices en esos días.
Fuera de toda esa historia, en esos tiempos ambos trabajábamos por nuestra cuenta, teníamos un modesto local de alimentos balanceado para mascotas, situación con la que no nos haríamos millonarios, pero nos permitía vivir dignamente.
Gustavo era uno de los tantos clientes que solía pasar por el negocio, tenía una perra bóxer y una gata mestiza a las que parecía amar por igual, contemporáneo a nosotros, de largos cabellos enrulados que caían como bucles, ojos miel y esa barba casi recortada al ras de la piel, era un carilindo, con una pancita incipiente para su edad, era de esos tipos charlatanes que parecía hacer amistades fácilmente, cuando reía dejaba notar inconscientemente unos dientes blancos como la nieve y con una alineación perfecta, tonteras en las que yo solo podía fijarme.
Él lograba incomodarme cuando yo lo atendía al otro lado del mostrador, es que en nuestros diálogos mientras me centraba en los detalles que acabo de comentar, notaba como su vista se clavaba lascivamente en mis tetas, puedo entender que fueran atractivas, pero mierda, este tipo parecía decidido a saltar tras ellas y devorarlas.
Había otro pequeño detalle en esta historia, Gustavo no era solo otro cliente del montón, él además era muy amigo de mi marido, conocidos de la infancia, por lo que muchas veces se quedaban al otro extremo solo hablando sus cosas de hombres.
Todo iba muy normal en mi vida, hasta que una noche, en la cama, en esos momentos que se apaga la luz, justo antes de conciliar el sueño, mi marido aprovechó la clandestinidad de la oscuridad para tirar
Hoy tuve una charla con Gustavo, mi amigo
Yo no respondí, no había entendido, es que siempre tenían charlas
Hablamos de vos – sentenció –
De mí? – respondí con curiosidad –
Si, no sabes, encontró en la red una de tus fotos, bueno, varias de tus fotos
Tragué saliva por el nerviosismo de lo que acababa de escuchar, se suponía que yo ya debía estar acostumbrada a estos temas, pero en verdad toda la situación de tener que hablarlo me dejaba un resto de vergüenza, aunque Mateo fuera mi esposo.
Esa noche jugamos con palabras, a él parecía no incomodarlo todo lo charlado con su amigo, por el contrario, su verga dura por debajo de las sábanas apoyada a un lado de mis caderas, me dejaban saber cuánta excitación sentía con eso y terminamos haciendo el amor con la excitación de imaginar situaciones que no habían sucedido.
En adelante, todo iría cambiando poco a poco en juegos velados de palabras y seducción, Gustavo sabía que yo sabía, y yo sabía que él sabía, y, por si fuera poco, mi marido no hacía más que jugar tanto como con su amigo, como conmigo, es loco, pero yo le pasaba fotos a él y él a Gustavo.
Todo se me hacía peligrosamente adictivo, los juegos de palabras, las miradas indiscretas de Gustavo, la idea de mi marido haciéndome usar escotes cada vez más provocativos y osados y ciertamente yo no era de madera, mi sexualidad con Mateo estaba un tanto estancada, tal vez por la rutina de algunos años de convivencia, y este juego, solo me parecía fresco, tentador, y peligrosamente adictivo. Y ciertamente Gustavo era un carilindo comprador que a cualquier chica le hubiera entrado por los ojos.
Esa tarde hacía más calor que el de costumbre, más para ser un día de fines de otoño, tenía un sostén de esos armados los cuales suelen levantar los pechos en una forma muy sugerente, me había puesto una remerita negra muy ajustada, con mangas cortas y un escote redondo bastante profundo, cortita, pasando justo por la línea de mi ombligo, por debajo en pantalón de jean ajustado en color azul oscuro y unas zapatillas de lona en color blanco, nada especial, como cada día.
Gustavo llegó tarde, por casualidad, o tal vez, no, ya estaba por cerrar el negocio y había quedado con Mateo encontrarnos en nuestro domicilio, él solía cada tanto hacer algún recorrido por la ciudad visitando clientes y entregando pedidos telefónicos.
Le dejé saber lo tarde que era, pero me dijo que no me preocupara por él, pero Gustavo me dijo que solo cerrara el negocio y después podría atenderlo, no dije nada, pero mientras bajaba las persianas que daban a la calle, era consciente de lo que estaba haciendo en ese momento, me metía en la boca del lobo y me gustaba hacerlo
Cuando terminé, quedamos a solas, Gustavo estaba muy concentrado con su móvil, entonces me miró y fue directo al grano, enseñándome lo que estaba mirando me dijo
María, estoy loco por tus tetas!
Me vi a mí misma, una de las tantas fotos con mis pechos desnudos, me causó una disimulada excitación y respondí tratando de sonar casual
Guardá eso Gustavo! mira si justo ahora llaga mi marido? que le diríamos?
Ja ja! Mateo? pero si el mismo me dijo que quería que te cogiera!
Pero estas loco?
Vamos… no juegues conmigo, él me dijo que te lo dijo
En todo el intercambio de palabras calientes la mirada de Gustavo estaba clavada en mis tetas y fue imposible que no se marcaran mis pezones en forma más que sugerentes, al mismo tiempo puede ver como en su pantalón tipo de gimnasia se había marcado hacia un lado su pija dura, él notó que yo miraba entre sus piernas y dijo mientras empezaba a sobarse por sobre la ropa
Te gusta? dale, mostrame esas tetas por favor!
Me hizo recular y sentarme en una silla, noté que ya no tenía voluntad para resistirme, y tampoco tenía deseos de hacerlo. Acaricié entonces mis pezones por sobre la ropa, como me tocaba al masturbarme y el sacó su verga entre las ropas, estaba dura y sentí mojarme con todo esto, porque yo era la culpable y eso me encantaba.
Saqué primero la remera, y luego el sostén, quedaron desnudas ante sus ojos y pregunté
Y? satisfecho? te gustan?
Gustavo se masturbaba con fuerzas, su sexo estaba a centímetros de mis ojos, me mordí los labios por contener mis deseos de chupárselo porque me encantaba que se estuviera tocando por mi culpa, pasé saliva por mis dedos y acaricié sutilmente mis pezones en pequeños círculos, me sentí agitada y disfruté la forma en que mi conchita se inundaba poco a poco, me sentía hedionda, caliente, el glande de mi casual amante lucía brilloso y mi mirada se concentraba más y más en ese agujerito de la punta, esperando que explotara, mis piernas se contraían una y otra vez casi como lógica reacción de lo que estaba viviendo, y sin que Gustavo lo notara llegaban pequeños orgasmos que me arrancaban contenidos gemidos difíciles de disimular.
Fue cuando me advirtió que estaba llegando, acomodé mis tetas y de pronto recibieron la explosión de su hombría, el eyaculó una y otra vez sobre ellas, sentí su viscosidad impregnando todo y fue tan rico!. Mis dedos embardunados se quedaron jugando en mis pezones, en algo que se me hizo muy erótico. Gustavo tomó su celular, y me hizo posar, así como estaba para tomarme un par de fotos, al tiempo que me dijo
Listo! ya se las envío a tu esposo! ja ja ja!
Estás loco Gustavo! – le dije en tono de reproche, aunque no me molestó que lo hiciera.
Gustavo parecía muy contento con lo realizado y me sorprendió que no fuera por más, seguía chateando – asumo que con Mateo – y pareció desentenderse de mí, me quedé con cara de ‘qué onda?’ mientras sentía el semen que dejaba de escurrir y empezaba a pagarse en mis pechos
Pensé que querías cogerme – murmuré con cara de desprecio
El me miró con fiereza entonces, supe que había golpeado fuerte en su orgullo masculino, dejó el móvil a un lado y vino por mí, me hizo parar, casi a la fuerza, supe en ese instante que mis palabras habían tenido el efecto deseado, pero igual traté de zafarme de sus manos, modestamente, como intentando negarme a algo que deseaba y yo mismo había provocado.
Me abrazó una y otra vez, desabotonó mi pantalón entre forcejeos simulados, fue muy erótico, imaginando una fingida violación, le dije que no, que me soltara, que no quería, pero mis palabras sabían a farsa.
Al fin mis pantalones habían caído hasta mis rodillas, junto con mi bombacha, me dio una rica nalgada y me empujo delicadamente contra el mostrador de atención al público
Empujo mi espalda hacia adelante y mi culo quedó expuesto e indefenso a su lado, solo lo dejé hacer.
En segundos empezaba a penetrarme con fuerza, hasta hacer tope su vientre contra mis nalgas, gemí en placer aferrándome a ese mostrador como un náufrago se aferra a una balsa, es que me daba muy rico y sentía mis propios jugos chorreando por mis piernas. Las pobres patas del mueble chirreaban en cada embate, él pasó las manos hacia adelante aferrándome con fuerza por las tetas, una en cada mano y solo empezó a jugar con sus dedos en mis pezones, mierda! él si sabía jugar el juego!
Basta Gustavo! no tenemos protección – susurré como implorando
Es que era cierto, no estábamos usando preservativo, pero íntimamente no me importaba, es más, deseaba sentir sus jugos en mi interior, y cuando el apretó mis tetas con fuerzas supe que no había retorno, me vine junto a él, cuando sentí su glande explotar en esos segundos de placer perfecto, muy adentro, muy rico!
Satisfecha? – preguntó mientras se retiraba extenuado
Nos miramos cómplices, dueños de nuestros pecados, el acomodó su verga entre las ropas y yo me subí la bombacha y el pantalón antes que naturalmente la leche escurriera desde lo profundo de mi conchita. Con un trapo húmedo limpie el pegote seco de mis tetas y solo nos despedimos como buenos amigos, segura de que le había encantado mis tetas.
Una hora después estaba sentada frente a frente con mi amado Mateo, mi marido, compartiendo una merienda y narrando con lujos de detalles lo que terminaba de pasar con Gustavo, incluso mirando varias fotos más que él le había mandado. Era todo muy loco porque mientras hablaba plácidamente con el hombre que amaba, sentía al mismo tiempo mi concha inundada por los jugos de mi ocasional amante.
Todo se potenció para una renacer de la relación explosiva, entre nosotros, esposa y marido, para terminar, reventándonos en la cama como hacía rato que no lo hacíamos.
Cuando terminamos, eran más de las dos de la mañana, nos quedamos en silencio, abrazados, reflexivos, con los ojos bien abiertos mirando la oscuridad absoluta del cuarto, Gustavo había sido un granito de arena demasiado explosivo y había valido la pena jugar el juego.
Sabíamos muy bien que nos habíamos sacado las ganas de tantos pensamientos inconclusos, pero también sabíamos que había un punto final y que ya no habría otra oportunidad, o si?
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Imagen de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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