Relato porno de unos cuernos consentidos a mi esposa Josefina

Dedicado a esa hermosa mujer llamada Josefina

Con Josefina, o ‘Jose’ como siempre la había llamado, teníamos una preciosa vida de convivencia, nos habíamos conocido jóvenes, nos habíamos enamorado y como era casi obligatorio en esos días, la había recibido vestida de blanco en el altar.

Una mujer muy bonita, frontal, como todas, con defectos y virtudes, con una personalidad muy fuerte y marcada, siempre habíamos sido el uno para el otro, dos gotas de agua, confidentes, locos, bohemios, amantes y con el paso de los años nos hicimos tan transparentes uno al otro que nos era imposible andar con secretos, todo lo sabía de ella, cuando estaba alegre, cuando estaba trise, cuando había algún problema, cuando tenía algún deseo.

Si tuviéramos que revivir lo vivido, seguramente no dejaríamos en segundo plano la posibilidad de ser padres, es que siempre fuimos postergando ese tema, primero por estudios, luego por trabajo y al final de cuentas se nos había pasado la hora de serlo, nos sentimos grandes, y sencillamente nos dimos cuenta de que no podíamos volver el tiempo atrás.

Estábamos en tiempos de replantearnos muchas cosas, Jose estaba en plena ebullición de cambios hormonales, en eso días en los que el período empieza a retirarse en la mujer, con esos sofocos propios de la situación y con cambiantes estados de ánimo, un tanto irritable y un tanto distraída en la cama, a pesar de que jamás tuve un reproche en ese aspecto, una mujer que sin dudas disfrutaba su sexualidad.

Todo se dio para hacer un cambio meditado en nuestras vidas, Jose había dejado de lado su carrera ejecutiva después de veinte años en una importante empresa para dedicarse a trabajar en forma independiente, algo más tranquila y sin tantas presiones, dueña de su propio destino. Como suele suceder en empresas de nivel, le dieron un jugoso bono de despedida en reconocimientos a tantos años de servicios.

Nosotros teníamos bastante dinero ahorrado, pusimos encima ese bono y también nuestra casa para poder mudarnos de barrio, a un mejor sitio de la ciudad y a una casa más moderna y más bonita. Por mi parte, me iba demasiado bien con el negocio de importaciones, así que todo era para mejor.

En poco tiempo nos acostumbramos a nuestra nueva vida, nuevos espacios, nuevos vecinos, nos hicimos socios de un importante club que nos quedaba de paso, con enorme piscina, balneario propio contra la costa del río, sectores parquisados, lugares para comer y donde se podía practicar cuanto deporte imaginen.

Así poco a poco nos hicimos de ese ambiente rozando un alto status social, en especial, Jose y yo empezamos a redescubrir una diversión olvidada en el tiempo, jugar tenis.

Y como es obvio suponer, nos hicimos poco a poco de un grupo de seguidores de la actividad, personas normales que veían en ese deporte un momento especial para dejar la rutina de lado.

Así, nos hicimos de un grupo de amigos más que interesante donde todo trascendió más allá de una cancha de polvo de ladrillos, varias parejas con las que compartimos cenas, salidas, con quienes jugábamos partidos mixtos, algunos mejores, otros peores.

Alexis era uno más, un tipo curioso, un poco introvertido, buen mozo, llegando a los cincuenta como nosotros. Era peculiar, divorciado, uno de los pocos del grupo de pareja y casi siempre se mantenía un tanto al margen de todo, era de esos de no congeniar demasiado, llegaba, jugaba y se iba, hacía su parte y listo.

Por esas cosas de la vida el estableció algún vínculo especial con Jose y conmigo, parecía que siempre buscaba hacernos partidos y se dio que nuestro domicilio estaba de paso entre el suyo y el club, por lo que se hizo un poco costumbre que pasara a buscarnos o nos llevara de regreso.

Nació una amistad por así decirlo, a Jose le agradaba y Alexis no tenía inconvenientes en decirme una y otra vez cuan bonita era ella y cuan afortunado era yo al tenerla, siempre hablaba de la sana envidia acerca de nuestra perfecta relación, él, después de cuatro divorcios, jamás había podido encontrar su compañera de vida.

Alexis era muy educado y siempre hablaba con respeto, una manera muy honesta de endulzarnos los oídos sin ser grosero.

En algún descanso entre set y set, o en algún viaje en coche, cuando se daba la situación solía insinuar lo mucho que le hubiera gustado alguna vez ocupar mi lugar en la cama, hacerle el amor mi hermosa mujer, y que hubiera dado cualquier cosa por hacerlo.

En verdad yo siempre reía por esos halagos, pero conocía muy bien a Jose, una mujer demasiado centrada en la fidelidad, que, a esa altura, para mí ya no sabía si era una bendición o un castigo, sencillamente ella no era de ese tipo de mujeres, no le interesaban otros hombres ni siquiera un deslice por fuera de la pareja y si bien solía contarle las insinuaciones de Alexis, ella solo lo tomaba a broma. No estaba en sintonía, la vida de mi mujer pasaba por otro lado, con una sexualidad consumada sus intereses estaban más en lo material y en mantener estable su profesión, que ahora ejercía en forma autónoma.

Pero habría algo que me haría cambiar la óptica de la situación, una noche habíamos quedado en jugar en último turno, ya teníamos reservada una de las canchas, y a mi compañero le surgió un compromiso post partido.

Estaba apretado con los horarios por lo que la solución fue ducharnos en el club para acortar tiempos, sería el momento de mi mayor sorpresa, es que honestamente yo tengo un tamaño ‘small’ pero mi amigo, diablo, era un ‘xxx-large’, era increíble el tamaño de esa verga, y asumo que estaba tan impresionado que no podía dejar de mirársela con disimulo para no sonar gay, pero en reposo seguro era más larga y más gruesa que la mía en plena erección, y si así era ‘muerta’ no quise imaginar lo que sería ‘parada’

En adelante, las cosas cambiarían sutilmente, le comenté a Jose de la terrible verga de Alexis, pero ella no se inmutó, una vez más como tantas me dejó en claro que mi pija la hacía feliz y que no le interesaba probar otra, para ella el sexo no era cuestión de tamaños.

Sin embargo, la imagen de nuestro amigo no dejaba de rondarme por la cabeza y dejaría de tomarme a bromas las insinuaciones que hacía sobre mi esposa, imaginar esa terrible verga haciéndola gozar ante mis ojos me hacía hervir la sangre, sentirla gemir, ser un espectador, solo no podía controlarlo y era inevitable terminar con una erección entre mis piernas. Cuando le hacía el amor a mi mujer, esta historia se hacía recurrente en mi mente y me hacía tener los mejores orgasmos.

Volví a insistir una y otra vez con ella, pero me daba pudor, tenía miedo a que me tomara como un sádico perverso, o simplemente hacerla sentir desvalorizada como mujer, después de tantos años de convivencia.

Con Alexis fui frontal, y sonando tan hetero como podía sonar no dejé de alabarle la enorme pija que tenía y la idea de que se cogiera a Jose delante de mis ojos, es más, incluso le daba detalles de lo que me hubiera gustado que le hiciera, lo que me excitaba, imaginando ser el director de mi propia película condicionada en la cual mi amor sería la protagonista.

Alexis solo reía y se congraciaba conmigo, sabía de las negativas de mi mujer y que solo quedarían en fantasías, el seguía siendo muy respetuoso de la situación y entendía la posición de Jose, y hasta deslizó que él solo se conformaría como espectador, él estaba enamorado de la forma en que funcionaba nuestro matrimonio, y hubiera bastado vernos en acción en la cama.

Y fue loco, porque ese cambio inesperado abrió nuevas ideas, Jose no dejaría de estar solo conmigo en la cama, y honestamente, le verga terrible de mi amigo me causaba mucha envidia y hasta un miedo muy masculino de que ella pudiera comparar y que con él cambiaran las reglas de juego, para Jose yo era suficiente, pero claro, es justo mencionar que yo había sido su único hombre.

No importó, puesto que mi esposa tampoco permitiría que eso ocurriera, ni como participe, ni como observador.

Con el correr del tiempo, la idea se fue desvaneciendo, fue cayendo por peso propio, Jose no era permeable ni siquiera a una insinuación, así que no tenía objeto que nosotros siguiéramos trazando planes que jamás se harían realidad.

A mediados de octubre, con una primavera adentrada y una temperatura de un verano que aún no llegaba tuvimos una cena benéfica en el club, la idea era recaudar fondos para un niño con leucemia, era hijo de uno de los muchachos de vigilancia y el tratamiento era muy costoso, fue un buen gesto y no podíamos faltar, los costos de las tarjetas eran elevados, pero nada nos pareció suficiente para tan noble causa.

Recuerdo que Jose se había puesto esas calzas engomadas que se pegan a la piel, en tonos de negros mezclados con dorados, unas botitas de caña corta con altos tacos, y una blusa suelta y holgada que no lograba disimular la generosidad de sus pechos, la contemplé en silencio mientras ella estaba ajena a mí, concentrada frente al espejo acomodando sus cabellos y dando los últimos retoques al maquillaje, asegurando que todo estuviera perfecto en ella, la gargantilla, los aros, las alhajas y hasta el perfume dulzón de ocasión.

En esos segundos que se me hicieron eternos volví a enamorarme de esa mujer, como los buenos vinos, el paso del tiempo solo la habían hecho más deseable, más apetitosa, con la sapiencia justa para ser erótica sin ser vulgar, donde el erotismo se lleva en cada curva de su perfecto cuerpo.
Una sonrisa pintada en mis labios la sorprendió al reparar en mi presencia

Qué pasa? – inquirió un tanto desconcertada
Nada… – deslicé a baja voz – estoy orgulloso de me elijas cada día…

La cena fue amena, exultante, exquisita, alegre, vivaz, noté que mi mujer estaba tomando demasiado, situación confirmada al intentar un horrible karaoke en inglés, situación que solo una borrachera le hubiese permitido hacer ante unas cincuenta personas.

Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando emprendimos el regreso, Alexis conducía, yo a su lado y ella atrás, hablando y riendo sola, solo palabras inconexas.

Al llegar a casa Jose parecía perdida, al borde del ridículo, yo trataba sin éxito que bajara la voz, y nuestro amigo solo reía, tuvo que estacionar el coche y ayudarme a llevarla hasta adentro, fue de terror.

Pero una vez que la puerta del frente se había cerrado, las cosas cambiaron, no lo vi venir, no lo esperaba, José empezó a hablar con la franqueza de una persona ebria y con la boca de una prostituta de burdel, era otra mujer, desencajada, fuera de eje y lo encaraba a Alexis, sobre si le parecía bonita y si realmente le gustaría ver como cogía conmigo.

Mi amigo estaba a la defensiva, en retirada y reía en forma nerviosa, es que realmente no debíamos, pero quizás si…

En minutos estábamos en el living, nosotros besándonos en el sillón amplio, y Alexis observando a un lado en uno de los individuales.
Mi esposa estaba hecha una perra, desconocida, me besaba y me apretujaba la pija por sobre mis ropas, yo le masajeaba el culo y les mordisqueaba las tetas, a pesar de la blusa, a pesar del corpiño.

Sentía mi verga dura y un curioso nerviosismo, claro, no era normal tener un espectador en primera fila mientras intentaba coger con mi mujer.
Pero nos fuimos arreglando, jugando, cruzamos besos calientes y ella cada tanto desviaba sus ojos hacia nuestro invitado, nos fuimos desnudando y fue evidente que mi mujer se sintió centro de la escena, ella tenía la situación bajo control, Alexis estaba perdido con sus ojos clavados en el culo de mi querida, en sus turgentes senos, en sus piernas, en su vientre y en su sexo prolijamente depilado.

Ella tomó mi pene entre sus dedos y lo metió en su hueco, empezó a cabalgarme y a gemir muy rico, preguntándole a Alexis cada tanto si eso era lo que tanto deseaba. Alexis no pudo más, y en algún punto había sacado su verga, estaba enorme y chorreando, era indescriptible, y no fui el único en ver ese detalle, miré los ojos de mi esposa para comprobar que ella poco a poco se perdía en el sexo de nuestro amigo.

El cuadro se me hizo irresistible, porque ella me cabalgaba con lujuria, pero su atención no estaba en mí, sino en él, en su enorme y apetecible pija. Jose gemía descontrolada acariciándose los pechos y los pezones con una mano, su pubis y su clítoris con la otra, con su concentración en otro lado, en el sillón que estaba al frente, se mordía con fuerza su labio inferior y traté de adivinar en unos segundos qué diablos estaba pensando, porque mi compañera de vida de repente era una extraña.

No pude resistirlo, la tomé con fuerzas por las caderas y con la rapidez de un adolescente inexperto le llené la conchita de leche.

Entonces llegaría la magia, Jose salió de donde estaba, se acercó desnuda al lado de Alexis, solo se arrodilló, la observó aun incrédula, su verga estaba toda chorreada de ese jugo transparente producto de una calentura contenida, ella sacó la lengua y lo saboreó con cadencia, con lujuria, no podía creerlo, los labios de mi mujer besando otra verga que no era la mía, él me miró aun titubeando, como esperando mi aprobación, no salíamos de nuestros asombros.

Josefina pareció desentenderse de mi presencia y trataba en vano meter una pija tan grande en su pequeña boca, apenas si podía con su desnudo glande y solo se respiraba calor en el ambiente. Mi amigo pareció relajarse y acomodarse a la nueva situación, por mi parte, solo la veía arrodillada muy concentrada en lo suyo, dando unas lamidas muy ricas y sabrosas. Para mi sorpresa comprobaría que yo estaba fuera de juego, parecía haberse olvidado de mí, ignorándome por completo.

En ese momento intenté colarme en el juego porque había asumido que estaríamos haciendo un trío, fui decidido sobre mi mujer para que tuviera lo posibilidad de chuparnos a ambos, pero ella solo me rechazó, me miró y me dijo muy segura de sí misma

No, no, no señor, acaso usted no quería vernos juntos? pues entonces se sienta y nos mira.

Fue el momento de asumir que no habría un trío, solo un cambio de roles y que yo sería ahora el observador de lujo, Jose llevó a Alexis al sillón grande y me dejó a un lado sobre el pequeño, lo forzó a recostarse y luego se sentó sobre su rostro, la imagen que recibía era muy sexi, mi amigo dándole sexo oral y ella tocándose en una forma muy provocativa, era una actuación que me estaba regalando, con gemidos incluidos.

relato cuernos consentidosPero esa situación no duraría demasiado, de repente Alexis tomaría el control del juego, ya no sería ese hombre amable y educado que tanto conocíamos, no, ahora estaba el mando, intempestivo, brioso. En un par de movimientos abusando de su fuerza masculina puso a mi mujer en cuatro patas, con su enorme trasero apuntando directo a mis ojos, en la penumbra podía notar como mi propio semen había escurrido de su conchita y había chorreado por sus piernas en una forma muy rica.

Mi amigo entonces empezó a lubricarle el culo con saliva y con sus dedos, y también escupía sobre su enorme verga.
Jose adivinó las intenciones y protestó con vehemencia

Qué haces? estás loco? por ahí no! ni se te ocurra! me vas a matar!

Pero Alexis había apoyado una de sus manos es la espalda de mi mujer, la mantenía inmóvil, entonces me miró con una sonrisa marcada, una sonrisa de pecado y complicidad, lo miré a los ojos y en esos segundos recordé todas las charlas que había tenido con él en soledad, cosas que me hubiera gustado ver en un hipotético encuentro que nunca sucedería.

Entonces se olvidó de mí y fue por todo, fue a querer dársela por atrás, y ella empezó a patalear como una chiquilla caprichosa, diciendo que era grande y que le dolía, él apenas le daba un tiempo de descanso para volver a la carga, una y otra vez. En algún momento temía que la lastimara, Alexis tenía una pija de ocho o nueve centímetros de diámetro, un animal, pero mi sucia y perversa morbosidad solo me animaron dejar que todo sucediera.

Al final, ella no pudo más, y vi como lentamente los veinte centímetros de carne se perdían poco a poco en el trasero de mi amor
El empezó con el juego de meter y sacar y con ello Jose solo arrancó con gemidos para dar paso a gritos y sacudones, imaginé a nuestros vecinos linderos y todo se me hizo excitante, demasiado, porque seguramente podrían escuchar todo.

Alexis tomó las manos de ella y las forzó a llevárselas a las nalgas, para que se las abriera, entonces él, cada tanto se la sacaba y se hacía a un lado, solo para que yo viera, diablos, el corazón parecía saltarse de mi pecho, Jose tenía el culo tan dilatado como las mejores actrices pornográficas y me animo decir que esos segundos de excitación visual fueron los más perfectos de mi prolongada sexualidad y entonces Alexis volvía a darle otra andada de metralleta cada vez que ese esfínter intentaba cerrarse.

Mi mujer era una perra, una puta, cuando se la ponía por atrás gemía y protestaba a viva voz porque le dolía demasiado, pero cuando se la sacaba era peor, solo rogaba para que le diera verga otra vez.

Volvió a cambiarla de posición, adiviné como seguiría el juego porque muchas veces lo habíamos planificado.

Ahora ella recostada, boca arriba, aun agitada, Alexis fue por detrás, se acomodó y le apoyó los testículos en la frente para pasarle la verga por toda la cara, el glande iba más lejos de su pera, era intimidante, impresionante, y empezó a masturbar su tronco. Mi mujer abría la boca y sacaba la lengua para pasársela por la parte inferior de la cabezona desnuda, con deseo, perdida, pero estaba claro que solo se hacía lo que él quería hacer, él manejaba los tiempos, el alcance y cuanto dejaba que ella lamiera, incluso a veces la alejaba tanto que Jose, por más que se estiraba solo lograba quedarse con las ganas

Me sentí acabar nuevamente, ya no podía resistirlo y noté que mi amigo estaba en el mismo punto, de pronto, un líquido blanco empezó a fluir lentamente de la punta de su pija, muy lento, chorreando desde el agujerito, hasta llegar por gravedad a los labios y lengua de mi amada, ella seguía estirando su lengua por fuera de la boca para llegar ese apetitoso glande que estaba en plena ebullición, y vi como poco a poco todo parecía nevarse en semen.

Fue muy rico ver eso, como si un frasco de miel abierto se volcara y todo su contenido se derramara lentamente.

El movimiento de la garganta de mi esposa me dejaba notar como a medida que su boca se llenaba, ella degustaba y tragaba poco a poco, hasta que solo quedaron gotas por lamer.

Al terminar, Alexis le metió el glande en la boca dejando a ella el trabajo de disfrutar los últimos minutos de placer, mientras él me miraba como disfrutando haber cumplido la fantasía de la que tantas veces habíamos charlado.

La calma y el silencio habían regresado a la habitación, Jose se desentendió de su amante, se incorporó y vino a mi lado, desnuda, se sentó de frente, sobre mis muslos con sus piernas abiertas rodeando las mías, apoyó sus brazos en mis hombros, me miró fijamente sobre su posición elevada respecto a la mía y me besó dulcemente, con pasión, metiendo su lengua hasta mi campanilla.

Es cierto, aun me pareció sentir en ese beso el gusto a semen de Alexis, si segundos antes le había chupado la verga como una puta, pero no me molesto, me supo a amor, solo a puro amor.

Pasó el tiempo, la historia jamás volvió a repetirse, Alexis volvió a ser el caballero que siempre había sido, y supo ubicarse en su sitio, respetando las decisiones de mi mujer. Jugamos al tenis cada tanto, somos amigos, fue una experiencia que vivimos y disfrutamos en su momento, no hablamos mucho al respecto.

Es curioso, pero cuando él y ella cruzan sus miradas, se percibe en el ambiente como un dejo de vergüenza, como si ambos quisieran asumir que esa noche solo había ocurrido en sueños.

Con mi querida Jose las cosas nunca cambiaron, fue una loca experiencia y ya, nada más, no hablamos mucho del tema y siempre se sonroja, se ríe con nerviosismo y solo dice que fue culpa de la borrachera, aunque nunca termino de creerle, al menos, supe que, a pesar de los tamaños, mi hombría no había sido herida en su orgullo.

Sonrío, recuerdo que suelo bromear con mi amigo, en esas charlas de hombres, siempre le digo que cuando le hago el amor, cuando la tengo en cuatro, cuando miro su culito, es imposible no acordarme de él.

Nota: para dar dimensión a la historia, les comparto una foto mía y una de Alexis…

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