Mi matrimonio con Mirko estaba en el mismo infierno, en un punto sin retorno, después de compartir una decena de años a su lado ya nada parecía tener sentido, él había cambiado, yo había cambiado, nuestra relación había cambiado.
Nos conocimos cuando apenas tenía veinte, en esos días mi sueño era ser cantante, había estudiado para ello y había deambulado por muchos sitios mendigando una oportunidad, haciendo pruebas, audiciones, todo sin mucho éxito.
Fui golpeando puertas, una tras otra, buscando que alguna se abriera y así, por recomendaos y conocidos, el destino me llevaría a las puertas de Mirko, él tenía una linda casa, y en el sótano, un regio estudio de grabación, él era mi otra cara de la moneda, él buscaba descubrir a esa persona anónima que gracias a él se convertiría en estrella. El lugar era muy amplio, dividido en dos por medio de paneles y vidrios, a un lado estaba el sitio para cantar, o tocar instrumentos, al otro él con los equipos para llevar el control.
El tiempo diría que tanto él como yo sucumbiríamos en la mediocridad, nunca sería famosa, y él nunca descubriría a nadie, tan solo medio pelo de ocasión, pero en esos días pensábamos distinto.
Cuando lo conocí un poco me intimidó, me llevaba unos diez años y el tipo parecía muy serio, aplomado y seguro de sí mismo, hablamos un poco, congeniamos, y fuimos a ese sótano por primera vez, me impresionó, realmente Mirko había gastado demasiado dinero en ambientaciones de punta para esa época.
Elegimos algunos temas y me hizo las primeras pruebas, estuvimos casi dos horas. Cuando terminamos revisó su apretada agenda y muy seriamente me citó para la semana siguiente, para seguir con los ensayos. No lo supe en ese momento, pero tiempo después Mirko me confesaría que mi canto sabía bastante feo, y que en verdad nunca triunfaría, pero, en fin, tenía unos bonitos ojos, unos lindos pechos, y mi ‘ir’ era mejor que mi ‘venir’.
Y una segunda visita dio lugar a otras, y lo que había empezado como un mero contacto profesional terminó en una profunda relación de amor, y en verdad me enamoré ciegamente de ese hombre, como jamás había amado a nadie.
Me mudé a su hogar, nos casamos, me transformé en su esposa, en su compañera, y hasta en su socia de trabajo, lo ayudaba mucho y me gustaba presenciar el desfile de aspirantes a estrellas, ese sótano se había transformado en nuestro bunker.
Éramos felices, vaya que lo éramos…
Llegó mi embarazo y con ello los primeros cambios, lo admito, me tomé demasiado a pecho mi rol de madre y por ello dejé en segundo plano mi rol de mujer, Mirko me apoyó en el primer año, mantuvo un peligroso silencio durante el segundo, y la resignación lo acompañó durante el tercero, y cuando me di cuenta, cuando quise reconquistarlo como mujer, concluí que era demasiado tarde, él se mostraba frío conmigo, desinteresado, apático.
Con el correr del tiempo las diferencias se hicieron más notorias, él parecía vivir su vida y yo me concentré nuevamente en mi rol de madre, asumí que así deberían funcionar las parejas y que era una forma de quemar etapas, pero sabía que me mentía a mí misma, el hielo se había colado en nuestras sábanas, y el diálogo fue desapareciendo, el amor pareció marchitar y cuando me di cuenta, dormía con un extraño.
Imaginé que Mirko tenía otra, pero su conducta era intachable, sus horarios, su trabajo, sus llamadas, jamás encontré un indicio revisando sus bolsillos, jamás una camisa manchada con rush, jamás un perfume de mujer en sus prendas que no fuera el mío, jamás un cabello largo perdido al azar en sus hombros, no, Mirko no era esa clase de hombre.
Solo había una cosa por hacer, separar nuestros caminos, él tenía un par de abogados del estudio de grabación, yo tenía una amiga de confianza, una abogada muy buena a quien la puse al tanto de todo. Natalia, ese es su nombre, me dijo esa tarde después de escucharme atentamente
Querida Karina, como tu abogada es un caso interesante, para mi es ganar y ganar, pero como tu amiga, te diría que antes agotes todas las instancias
Ella tomó su celular y me pasó un contacto, y me dijo
Es el doctor Ponte Bacci, hagan una visita de mi parte, andá con Mirko, haceme caso, que tienen por perder? y si él fracasa, entonces volvé a verme
Me quedé mirándola, en ese momento mi decisión estaba tomada y ningún doctorcito me haría cambiar, solo por complacerla, por el brillo de sus ojos, por la paz que irradiaba.
Convencía a Mirko, él era un buen hombre, solo que ya no nos conocíamos y en poco tiempo teníamos nuestra primera cita con el doctor Ponte Bacci
El once de agosto del dos mil dieciséis sería un día bisagra en mi relación de pareja con mi esposo, fue el día en que nuestro amor renació de las cenizas, como el ave fénix, diferente, de otra manera, pero nuestro amor al fin.
El doctor Ponte Bacci, o Juan Carlos en poco tiempo, tendría entre cincuenta y sesenta años, un tipo de mirada inquieta, perspicaz, de cabellos entrecanos y llamativas cejas abultadas y desprolijas, usaba un guardapolvo blanco impecable, y jamás se desprendía de su pipa, dejando en el ambiento un aroma a tabaco bastante desagradable para mí gusto.
Él se sentaba en una cómoda silla de alto respaldo, de esas basculantes, con grueso apoya brazos, separados escritorio de por medio con nosotros, ubicados a media distancia entre sí, ni juntos, ni separados.
Sobre ese escritorio, apenas un cuaderno de hojas rayadas donde Juan Carlos dejaba algunos apuntes que le llamaban la atención de nuestros relatos y el motivo por el cual habíamos llegado a él
En las primeras citas, un poco nuestras charlas fueron acerca de todo lo ya escrito antes, nuestra familia, donde vivíamos, que hacíamos, nuestro hijo, nuestros empleos, como nos conocimos, que hacíamos y varios temas puntuales con lo que él fue armando nuestro rompecabezas mental.
Todo iba bien, hasta que en algún punto nos preguntó por nuestra sexualidad, detalles, cada cuanto teníamos sexo, si lo disfrutábamos, nuestras fantasías.
Me sentí incómoda, nos miramos con Mirko, y vi en su mirada la misma sensación, seguramente por ser hombre él tomo la palabra, le dijo al doctor que no estábamos dispuestos a tocar esos temas, que eran cosas muy íntimas, muy personales, que nada tenían que ver con el tema del divorcio.
Sin embargo, Juan Carlos retrucó muy tranquilo, nos dijo que estábamos muy equivocados, que la sexualidad no era todo, pero si una parte demasiado importante en una pareja, y que la mayoría de los problemas empezaban en la cama, y al terminar la explicación, mirándome fijamente a los ojos preguntó sin anestesia
Karina, honestamente, cuando tuviste tu último orgasmo?
Mirko tomó la palabra, con bastante ímpetu, pero Juan Calos lo cortó en seco y dijo
Un momento Mirko, le pregunté a tu mujer, que ella me lo cuente
Y fue humillante, un tanto por el hecho de tener que exponer temas tan íntimos, pero en verdad lo que me pesaba era no saber que responder, si ni siquiera recordaba que sentía haciendo el amor con mi esposo, no pude contenerlo, la angustia apretó como un nudo mi garganta devorándose mis propias palabras, estallé en llanto, fue horrible.
Con eso, el doctor solo tuvo una punta para tirar, y casi sin darnos cuenta, en poco tiempo solo hablábamos de sexo, o, mejor dicho, la falta de sexo.
Poco a poco partiendo de ese bloque fuimos desandando el camino, me sabía muy bonita y atractiva para cualquier hombre, pero era notorio que mi marido no se excitaba conmigo, a pesar de mi altura privilegiada, de mis pechos llamativos, y de mi trasero de ensueño, y recordé que por ser fiel a mi hombre había dejado pasar por alto varias propuestas, algunas simuladas, y otras directas, y en esas charlas fui entendiendo lo que él sentía, lo que sucedía, poco a poco, todo se fue haciendo transparente a mis ojos, solo me faltaba escucharlo de su propia boca, el doctor lo fue acorralando hasta que Miko explotó
Si! si! lo reconozco, soy un enfermo, ya lo sé, pero en verdad solo me excita mirar! me gusta mirar! ya está! ya lo dije! contentos? es lo que querían?
Mirko se tiró hacia atrás, como quitándose un peso de encima, acariciándose la barbilla, mirando la nada, el silencio se apoderó del lugar, el doctor dio un par de pitadas a esa maldita pipa, largó el humo por el costado, meditó, me miró y me dijo
Bueno Karina, ya lo escuchaste, supongo que esto no será fácil para ti, pero entiendo que lo amas, cierto?
Juan Carlos nos dio a entender que su trabajo estaba terminado, había llegado al nudo del problema, y solo estaba en nuestras manos intentar desatarlo, o, caso contrario, volver con nuestros abogados para seguir con el divorcio.
Habían pasado cuatro meses desde nuestra última visita al doctor Ponte Bacci, fue el turno de reencontrarnos, solo él, solo yo, hablamos mucho, muchísimo, fue como trazar un plan perfecto para que nada saliera mal, cambiamos un poco el sótano, el estudio de grabación, ahora había un nuevo ambiente, a un costado, separado, donde pusimos una cama matrimonial y algunos adornos de ocasión, no mucho más, los vidrios que separaban los ambientes habían sido recubiertos con un film espejado, ahora solo se veía hacia un lado, y cada uno sabía de qué lado íbamos a estar.
Mirko se encargó de todos los detalles, todo a su medida, porque, en definitiva, se trataba se hacer real sus propias fantasías, y yo era parte de las mismas.
Hace un tanto de calor a pesar del aire acondicionado, tal vez solo sean mis nervios, mi propia inseguridad, en los últimos diez años Mirko fue mi único hombre, y ahora…
Me veo en los vidrios espejados, peinada de lado, mi piel blanca hace juego con la lencería negra, un sostén transparente dibuja mis pechos y deja notar mis duros pezones, una tanga pedida en mi sexo deja adivinar una depilación completa y mi trasero casi desnudo se me hace muy llamativo, cruzado por las ligas que sostienen mis medias que lucen llamativas, los zapatos tienen tacos tan altos que se me dificulta caminar, trato de adivinar la silueta de mi marido al otro lado, sé que está ahí pero no puedo verlo, miro el reloj de la pared, casi es la hora, el péndulo va de lado a lado imparable, incansable.
Siento las manos transpiradas, la boca seca, me siento al borde de la cama.
La puerta del cuarto se abre de lado a lado, ingresa un morocho enorme, musculoso, totalmente rapado, con algunos tatuajes y un pecho completamente depilado, brilloso, es un animal, intimidante, de gruesos labios, mirada profunda, noto que tiene un slip blanco muy sugerente marcando un bulto por demás llamativo, nuestros contrastes de blancos y negros me recuerdan a piezas de ajedrez en una partida que está por comenzar.
Se acerca, me mira, toma mi rostro por mi maxilar, me obliga a mirarlo, en silencio, sin palabras, huele rico, eso me gusta, me besa, pero me retraigo, me cuesta, no es fácil, lo intenta nuevamente, mete su lengua en mi boca, besa dulce, por cierto.
Me siento entre la espada y la pared, complaciendo a mi esposo, es rico, pero también estoy con un extraño, un desconocido, estoy teniendo buen sexo después de tanto tiempo, pero me siento una puta, intento cerrar mis piernas con fuerza, pero inconscientemente solo parecen abrirse, no me es fácil, soy mujer, mis ángeles pelean con mis demoños cuando la humedad de mi sexo me sorprende, pero qué diablos, el moreno logra que empiece a perderme, de pronto me veo acariciando su bulto, me muerdo los labios, sigo sentada a su lado y él está parado al borde de la cama, tan cerca, tan peligroso. Lo miro a los ojos, el me mira, y me hace sentir la más puta de las mujeres, me invita a bajar su ropa interior, lo hago, por Dios, su verga es sencillamente enorme, abro los ojos admirada, es demasiado…
La tomo entre mis manos, la acaricio, giro el rostro y miro al espejo, Mirko está al otro lado, lo estará disfrutando? esto es lo que quería? ver como su mujer es cogida por un extraño? maldito enfermo, al fin de cuentas solo estoy cumpliendo sus fantasías.
El moreno me tome con fuerza, no lo veo venir, agarra cinta adhesiva, adivino que mi marido la había dejado, lleva mis manos a la espalda y me las anuda con varias vueltas, me siento indefensa, corta un trozo y lo pega en mis labios, no puedo defenderme, es rudo, solo observo…
Toma unos almohadones que adornan el lugar y parece armar una montaña sobre la cama, no digo nada, no puedo, me empuja sobre ellos, caigo boca abajo, estoy incómoda, me levanta como si nada y me deja de manera que mi culo quede apuntando el techo, expuesto, indefenso, estoy a su merced, lo veo de reojo, se toca la enorme pija como un cazador que afila su arma para disfrutando del momento de tener a su presa indefensa, lo pierdo de vista, desaparece de mi campo visual.
Sus manos llegan a mi culo, sus dedos se enredan en los elásticos de mi tanga, crujen, se resisten, pero no pueden evitarlo, se rompen y la única defensa entre su sexo y el mío es eliminada
Tu esposo me dijo que te diera sin piedad – dice con voz gruesa y amenazante.
No quiero, en verdad no quiero, tengo miedo de ‘eso’, es enorme pero que puedo hacer? lo siento acomodarse, lo siento buscar mi agujero, lo siento penetrarme.
Se deja caer con todo el peso de su cuerpo, me rompe toda, la cinta en mi boca evita un grito contenido, es demasiado, demasiado grande, solo me viola, a su gusto, como quiere, como le place, su verga dura como un fierro caliente entra y sale sin piedad, con la velocidad de una locomotora, no puedo, solo no puedo, intento resistirme, moverme, pero él es más grande y fuerte que yo, me nalguea una y otra vez, me está domando como a una potra, necesito tomar más aire del que mis fosas nasales permiten, mi nariz va a explotar en cualquier momento, ruedan mis lágrimas, mezcla de dolor y placer, miro la ventana espejada, recuerdo a mi marido, lo está disfrutando? le excita ver como este desconocido me viola, me coge toda? como un extraño le mete la verga a su mujer? es todo loco, demasiado loco.
Lo siento llegar, su verga se pone más y más dura, aminora el ritmo, dispara, me siento llena, llena de sus jugos, maldito…
Sale de donde está, lo veo nuevamente, agitado, su sexo está a medio camino, terminando y empezando el mismo tiempo, se masturba, se sienta en la cama, a mi lado, se acomoda, de un tirón arranca la cinta de mi boca, respiro, respiro con fuerzas, tomo todo el oxígeno que puedo, como alguien que emerge del océano un segundo antes de ahogarse.
Pero no tengo mucho tiempo, no me lo da, me toma de los cabellos y me fuerza a chupar, a chuparle la pija, a lo animal, tiene el control, la siento en la garganta.
El moreno mira al espejado ventanal, me indica que yo haga lo mismo, ambos sabemos que Mirko está al otro lado y me dice que le gusta que vea como la puta de su esposa le chupa la verga, es loco, es perverso, es excitante, deambulo entre mis pecados, lo correcto, lo incorrecto, lo decente, lo indecente.
Vuelve a cambiar, me recuesta, ahora boca arriba, aún tengo los brazos atados a mi espalda, me siento incómoda, me molesta, pero eso no le importa, mi cabeza queda colgando al borde de la cama, veo todo patas para arriba, directo al espejado, donde está él…
El negro me da una cachetada, me ordena abrir la boca, empieza a cogerme otra vez, es demasiado, cuanto puedo comerle? no llego a la mitad de su gordo y largo miembro, pero él se masturba a placer en mi boca, juega con sus palabras, me pregunta si después besaré a Mirko, y me gusta, me gusta.
Lo siento llegar nuevamente, se retira un poco, no mucho, lo suficiente para que Mirko vea al otro lado los chorros de leche saltando con fuerza hacia mi rostro, mis labios, mi boca, me lleno con su sabor, caliente, exquisito.
Cuando termina vuelve a cogerme por la boca, más y más, trago mucha leche, y mucha queda pegada en mi rostro, siento como se mueve por mis mejillas y naturalmente chorrean hacia mis ojos, tengo que cerrarlos, otra cosa no puedo hacer, y solo imagino ver lo que mi marido está viendo.
El moreno parece dar por terminado el juego, ya está, suelta mis manos, me limpio el rostro, parece que el deseo de Mirko está cumplido, pero no el mío, estoy caliente, me recuesto, me abro de piernas y le imploro para que me la chupe, estoy hirviendo, deseo terminar, necesito terminar.
Él me dice que no estaba en los papeles pero que jamás se rehusaba a los pedidos de una dama, lo siento venir, siento su lengua pegada en mi sexo, me siento mojada, perra, puta sucia y todos los adjetivos que me cupieran en ese momento, me acaricio las tetas, los pezones, giro mi cabeza, miro el ventanal, le gustará? le gustará lo que ve? a mi si me gusta, me encanta, me siento venir, ya no puedo mirar, cierro los ojos, Dios! grito creo que voy a morir, no puedo respirar, el corazón parece salir de mi pecho.
Por la noche fuimos a cenar a un prestigioso restaurante de la zona, Mirko había hecho las reservas y era la forma programada de cerrar esta prueba, nos sentaos frente a frente, nuestros rostros estaban laxos, felices, cada uno por su parte, había sido loco, raro, nuevo, compartimos palabras muy calientes entre bocado y bocado, cada uno poniendo sobre la mesa sus vivencias, sus sentimientos, sus placeres.
A media noche me propuso hacer el amor, era todo tan loco y retorcido, hacía años que no me tocaba, y ahora todo parecía haber cambiado.
No tuvo suerte, le dije que no, que las cosas ya no eran iguales entre nosotros y que estábamos bien como estábamos, si tenía necesidades, pues tenía sus manos, pero ya no me tendría a mí.
Nunca supe el nombre de ese moreno, pero fue el primero, el primero de muchos, de tantos, de tantos que ya perdí la cuenta y soy feliz con mi nueva realidad. Solo quería contar esa primera vez, quedará para la imaginación del lector el día que me tocó en suerte masturbarme con juguetes, o cuando me sorprendieron varios muchachos al mismo tiempo, la tarde de solo sexo anal y porque no, cuando llegó a mi cama una morena dominante y siempre, siempre Mirko solo me observa, en silencio, al otro lado
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Imagen de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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