Siempre fui una mujer curiosa por decirlo de alguna manera, siempre me había sentido atraída por todo lo sexual, había leído mucho, había visto mucho, y tenía demasiadas fantasías en mi loca cabecita, si bien jamás había cruzado la línea de lo que socialmente se establece como correcto.
Así, no era de extrañar mi vida un tanto monótona pasado los treinta años, donde hacía ya cinco que convivía con Enrique, mi esposo.
Enrique es viajante, tiene clientes en los pueblos en derredores donde básicamente hace servicios de cadetería de larga distancia, por lo que suele recorrer largas distancias y ausentarse por varios días de nuestro hogar, yo odio ese trabajo porque irremediablemente paso demasiado tiempo sola y en estos primeros años de matrimonio necesito desesperadamente de su compañía.
Mi mamá es quien viene a hacerme el aguante, como digo, en estos casos, pero yo no quiero una madre en mi hogar, yo quiero un esposo.
Además él es un tipo ‘criado a la antigua’, de los sostienen que el hombre es el que sale a ganarse el pan y la mujer se queda en casa, puertas adentro, por lo que tampoco me permitió que yo buscara un trabajo. Los días en soledad se transformaron poco a poco en un tormento…
Hace dos años me anoté en un gimnasio cerca de casa, para matar el tiempo y para hacer un poco de caminata en cinta, me notaba un tanto excedida en peso y el pagar un lugar era la única forma en que tendría mediana excusa para mantener una rutina de entrenamiento.
Con el correr de los días hice un tipo de amistad con Sofía, una de las tantas chicas que al igual que yo, hacía ejercicios en el lugar, tuvimos esa magia que no se ve pero que se siente y empezamos a compartir más que horas de gimnasio.
Sofía es un tanto más joven que yo, se me hace muy bonita y ciertamente opino que no es necesario que haga ejercicios. Tiene unos pechos enormes que llaman la atención, suele quejarse mucho al respecto porque dice que son molestos y odia en la forma en que se siente observada por los hombres, les juro que pagaría por tener solo la mitad de lo que ella tiene.
Bien, como dije, nos hicimos amigas y conocimos nuestras historias de vida, ella supo de Enrique, y yo supe de Arturo, su esposo, que también solía concurrir al gimnasio, solo que apenas nos cruzábamos de vez en cuando ya que él estaba al otro lado, en la parte de los hombres practicando generalmente ejercicios de box.
Arturo era bien parecido, tenía una sonrisa seductora y unos ojos de mirada profunda, de voz extremadamente grave propia de un locutor que me hacía derretir solo al escucharla.
Se veía siempre muy atento con ella y en algún punto fantasee con que mí amado Enrique se pareciera un poco a él, pero mi esposo vivía encerrado en su mundo y con el correr de los días sabía más de lo que pasaba en su casa de lo que pasaba en la mía.
Incluso, alguna vez habíamos ido los tres a tomar unas copas, porque Enrique nunca estaba, ni siquiera le importaba mi relación con ellos.
Tal vez porque yo le contara mis problemas íntimos con Enrique, tal vez porque ella solo era tan retorcida como yo, como fuere Sofía empezó a jugar con sus palabras, a insinuar, una vez me dijo que yo me veía muy bonita y que Arturo solía comentarle sobre el culo hermoso que yo tenía, otra vez dijo que había tenido un sueño erótico estando los tres en la cama, me preguntó que fantasías tenía, que opinaba de su esposo, si alguna vez se me había cruzado por la mente estar con otra mujer y varias cosas más que sería interminable de narrar.
Pero cada vez que ella tocaba estos temas me sentía ruborizada y excitada, me mojaba toda y sin darme cuenta empecé a mirar a su esposo con hambre empujado por las aventuras que ella me hacía imaginar.
Hace unos dos meses, estaba sola en casa, como de costumbre, a media tarde sonó mi celular, era Sofía, me dijo si estaría sola, que era un bonito día y si yo quería, podrían hacerme compañía en la cena, que ellos se encargarían comprar la comida. Me pareció una buena idea, no tenía demasiados planes, a decir verdad, ninguno.
Al caer la noche me di una ducha, hacía bastante calor, me puse un sostén y una tanga pequeña, como tengo cola grande todas las tangas se me hacen pequeñas. Luego busqué entre mis ropas, algo cómodo, discreto y bonito a la vez, elegí una solera un tanto amplia en color rosa fuerte, que caía en forma natural por mi cuerpo, sin pretender marcar demasiado mis curvas, llegando a media pierna.
Poco después llegaron, Sofía me abrazó y me dio un cálido beso en la mejilla, Arturo pasó un poco más presuroso dejando los saludos de lado, dado que en sus manos traía paquetes de comida y evidentemente se estaba quemando.
La cena fue un tanto loca, la comida exquisita, la bebida mejor, pero la charla!!! Fue todo muy sexual, muy loco y excitante, peligrosamente excitante, más para una mujer necesitada y sola que no tenía idea donde estaba su esposo en ese momento.
Las cosas se pusieron densas, calor, bebidas, palabras, todo se fue ensamblando como un rompe cabezas, estaba totalmente perdida, excitada caliente…
Después de cenar Arturo se apartó un tanto de nosotras y encendió la tv, como dejándonos un poco de intimidad a nosotras. Fuimos a un desayunador elevado que tengo en casa y nos sentamos frente a frente en unos altos taburetes, en ese momento tenía un copa de vino en mi mano izquierda y Sofía me dijo casi susurrando
Lorena, no sé si es el vino o que… pero estoy tan excitada… pagaría para que Arturo te cogiera toda…
Mmm… sería grandioso! – respondí intuyendo que todo era un juego de palabras
Si, zorra, apuesto que gozarías con la verga de mi esposo…
Miré de reojo a su marido, se mantenía expectante, y nos contagiábamos las sonrisas, Arturo, Sofía y yo. De pronto él se acercó lentamente hasta llegar a mis espaldas, mi vestido colgaba a los lados del taburete, lo sentí colar una mano por debajo y llegar a una de mis nalgas, mis ojos se agrandaron por la repentina sorpresa, me quedé inmóvil, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, Lorena me miraba fijamente, con una mirada sádica, su marido acercó su mano a mi intimidad, saqué culo discretamente hacia atrás, sentí sus dedos acariciar la tanga que se escondía entre mis glúteos para hacerla a un lado, sus falanges se colaron de pronto en mi sexo y hurgó en el interior, estaba empapada, sorprendida, sin decir palabra.
Creo que Arturo solo tanteaba en ese momento mi reacción y me mostré permeable, de pronto se acomodó mejor, sacó sus dedos y lo siguiente que me penetró fue otra cosa, su pija dura estaba dentro de mi concha, yo seguía inmóvil, paralizada como una estatua de cera, aun con la copa de vino en mi mano, tratando de mantenerla suspendida en el aire a pesar de que me mecía en el taburete por los empujes del macho a mi espalda.
Y Lorena, creo que era la que más gozaba de las tres, sentía su perversa mirada clavada en la mía, disfrutando el momento, y yo no quería gemir, pero gemía, y yo no quería gozar, pero gozaba, sentía expulsar con fuerza el aire por mi nariz produciendo un fuerte ‘sssss’, acompasado.
Ya no pude mirarla, cerré los ojos, lo sentí venir, de pronto las manos de Arturo se aferraron a mi cintura para apretarme con fuerza, lo sentí bramar por detrás, su verga explotó en mi interior llenándome de leche.
El reposó su cabeza en mi espalda como tratando de recuperar el aliento, subió sus manos para apretarme las tetas por sobre el vestido, Lorena estaba ahí y a pesar que veía nítidamente sus pezones marcando su blusa mostrando cuan excitada estaba, toda la situación a mí me dio mucho pudor…
No hablamos mucho más esa noche, al poco tiempo ellos se despidieron de mí, intuí que yo había sido un fetiche y que ellos seguirían solos por su lado, lo mío solo había sido un precalentamiento. Y yo, apenas cerrada la puerta de casa, fui corriendo a la cama a masturbarme, recuerdo meter los dedos en mi concha y luego chuparlos con locura, tenían un rico sabor a Arturo.
Pasaron los días, en el gimnasio los tres tuvimos una pícara complicidad, pero no hablamos mucho del tema, Sofía me agradeció porque me dijo que después de esa noche ellos cogieron como animales, pero a mí todo esto me daba mucha vergüenza.
Enrique volvió a casa, obviamente nunca le conté nada, pero lo vivido con mis amigos me tenía como brasa caliente. Mi esposo se fue nuevamente, y regresó, y volvió a irse, como era costumbre en su aburrido trabajo, sin embargo, nada más había pasado con mis amigos del gimnasio.
Hace unos días, al salir del gimnasio, me despedí de ellos como hacía cada día, entonces Arturo me preguntó:
Lore, Enrique está de viaje?
Si… por?
Por nada, es una pena, con Sofi queríamos invitarlos a casa, no lo conocemos mucho, él siempre está de viaje…
Si, siempre está de viaje… – respondí resignada encogiéndome de hombros –
Otra vez será entonces…
Yo estoy libre! – apuré el diálogo en forma intempestiva y sin reparar en la forma que lo decía
Sofía me guiño un ojo, y fue quien en definitiva terminó concretando la cita.
Me sentía rara, ellos querían conocer a mi esposo pero jamás me preguntaron si yo le había contado algo, seguro asumiendo que yo no había dicho nada, es más, jamás me preguntaron mucho al respecto, pero íntimamente yo sabía que un nuevo encuentro entre los tres, terminaría como la vez anterior…
Y anoche volvió a suceder, esta vez fui yo quien acudí a ellos, tomé un taxi, me había vestido en forma discreta, apenas un jean y una remera, ni siquiera tacos altos, ni siquiera maquillaje.
Arturo me recibió, tenía una fragancia exquisita, embriagadora, varonil, estaba hermoso!, me saludó y me dijo que Lorena estaba terminando de cambiarse.
Me senté a la mesa, había unos platos fríos ya servidos, el abrió un vino y tomamos unas copas. Poco después apareció ella, aun acomodándose el cabello, luciendo unos altos tacos, un vestido ajustado de tul transparente, una tanga azul oscuro, los pechos desnudos bajo la red se mostraban imponentes, su figura me predispuso y me di cuenta que ellos y yo teníamos la misma idea…
Cenamos, solo hablamos de sexo, por alguna extraña razón no podía dejar de mirarle las tetas a Sofía, ella lo notó, él lo notó.
Arturo tomó una de mis manos y la llevó a uno de los pechos de su esposa, luego preguntó
Te gusta? no seas tímida…
La noté suave bajo mi palma, ella parecía gustosa con mi tacto, pero algo hizo que retirara mi mano de ahí…
No pudimos soportarlo más, aun estábamos a medio cenar cuando Arturo se incorporó y nos llevó a ambas al dormitorio, yo no sabía qué hacer, que debía hacer…
La cama matrimonial era enorme, me invitaron a sentarme sobre ella, Sofía se sentó pegada a mi lado, cadera con cadera, y Arturo tomó un sitió expectante un tanto retirado.
Ella me miraba atentamente, podía sentirlo, me ponía nerviosa la forma en que lo hacía, yo la evitaba mirando a Arturo, pero sabía que ella me miraba intensamente.
Una de sus manos comenzó a acariciar dulcemente mis cabellos, con paciencia, y de alguna manera me gustaba, empezó a besar con cadencia mi cuello, sin dejar de acariciarme, empecé a jadear, mis pezones estaban duros, no podía controlarlo. Sus besos subieron por mi mejilla, y se fueron acercando a mis labios, giré la cabeza hacia su lado, cerré los ojos, me dejé poseer, me besó, invadió mi boca, su lengua con mi lengua, estaba temblando, fueron unos besos hermosos, la curiosidad de estar con otra mujer se hacía realidad, algo que jamás había imaginado que pudiera suceder.
Su esposo permanecía un tanto retirado, solo observaba, yo estaba toda mojada, entregada, sin dejar de besarme Sofía quitó mi remera, luego mi sostén, bajó sus besos por mi pera, por mi cuello, hasta llegar a mis tetas, empezó a lamerlas, y yo llevé mis manos a las suyas, enormes, duras, apreté sus pezones entre mis dedos.
Nos separamos un instante, solo para terminar de desnudarnos, ella apenas se dejó la tanga, fue mi turno de lamerle las tetas, se veían ricas y apetitosas, sus pezones afilados fueron apretados dulcemente entre mis dientes, a un costado él seguía en silencio el encuentro entre las dos mujeres, seguramente caliente por las escena que le regalábamos.
Sofía tomó la iniciativa nuevamente, otra vez a acariciar mis pechos y a comerme la boca con su boca, una de sus manos fue bajando lentamente, pasó por mi vientre, llegando a mi vagina, me abrí, la dejé seguir camino, pronto masajeaba rítmicamente mi clítoris, sentía su respiración expectante en mi nariz, aumentando progresivamente el ritmo tuve que implorarle
Basta, basta Sofi.. mmmm! vas a hacer que me acabe…
Si? es lo que quiero… vamos, hazlo nena, hazlo…
No tuve fuerzas para retenerla, solo metió un par de dedos en mi concha y aceleró el ritmo, la desgraciada lo consiguió, me acabé entre sus dedos…
Aun con la respiración entrecortada volví a sus tetas, ella terminó de desnudarse sacándose la pequeña tanga, a trasluz noté que estaba casi toda depilada, me tomó de los hombros y me indicó sutilmente el camino a seguir, hacia el sur, lentamente se fue acomodando y abriendo de piernas hasta que yo quedé al medio.
No me pregunten por qué lo hice porque no sabría que responder, solo cerré los ojos y empecé a lamer, sus labios, sus muslos, su agujero empapado en jugos, me sentí a gusto comiéndole la argolla a esa perra y me sentí hervir porque imaginaba lo que Arturo veía, dos hembras teniendo sexo solo para él.
Estaba fuera de mi alcance visual, levanté solo mis caderas poniéndome en cuatro patas, sacando culo asumiendo que le gustaría, lamí un buen rato en esa posición, sentí gemir a Sofía en mi boca, fue realmente loco y placentero, aferré sus muslos entre mis brazos para retener su clítoris entre mis labios, para contener sus espasmos, pareció contorsionarse locamente, hasta entregarse relajada…
Aún tenía la mirada perdida en el rostro de mi amiga cuando Arturo me sorprendió por detrás introduciendo un enorme consolador en mi concha, estaba tan mojada que ni cuenta me di del tamaño, fue loco, porque nunca había tenido un juguete de esos en mi conchita, lo puso a vibrar y fue como si un centenar de embravecidas hormigas hubieran sido liberadas en mi interior, empecé a gemir, él me dijo
– Te gusta? es el juguete favorito de Sofía…
A todo esto su esposa había empezado a mamarle la verga, y yo también hubiese querido hacerlo, pero ella se lo acaparaba todo y ese juguete en mi concha me estaba matando, el volvió a hablar
Siempre me gustó tu culito…
Y sentí entonces como el empezaba a lamérmelo, a chuparme todo el esfínter, a empujar con su lengua y a jugar con la yema de su dedo pulgar, le pedí que no se detuviera, me encanta cuando me hacen eso. Al poco tiempo sus dedos empezaban penetrarme, intuí que los tres teníamos la misma sucia idea en la cabeza, así que apuré
Dale maldito, rómpeme el culo, dámela toda por el culo papi!!!
Arturo no esperaría a que lo repitiera, se acomodó a mis espaldas y casi sin resistencia me la metió por atrás, el juguete vibraba en mi concha, no podía con todo, creí que iba a morir de placer.
Cada tanto el me la sacaba y se la daba a su esposa para que se la chupara un rato, me sentí egoísta porque no quería que me hiciera desear, luego volvía a mí, y alternaba entre ambas, su boca, mi cola, su boca, mi cola…
Juro que nunca había imaginado nada igual, nunca había sentido nada igual, nunca había gozado igual…
En tanto ir y venir la leche caliente de Arturo saltó por mis nalgas, lo sentí acabar en mi cráter abierto, lo sentí rodar hacia abajo, por mis labios, en segundos él me había bañado con semen, fue hermoso…
Sofía tomó su lugar, sacó el vibrador de mi concha y me dio una dulce lamida, la sentí recorrer mi sexo con su lengua, luego vino a darme un último beso de lengua, lleno de leche, lleno de locura…
Hoy escribo estas líneas, estoy confundida, estoy embriagada con mis amigos, me apena asumir que cuando vuelva mi esposo no seré feliz y esperaré ansiosa el momento de su partida…
No tengo mucho que agregar, necesito sentirme viva…
Si quieres dejarme comentarios, puedes escribirme con título ‘CUANDO EL SE VA’ a DULCES.PLACERES>@LIVE.COM
Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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