Las cosas no empezarían muy bien esa noche, estaba de novio con Luciana, moría de amor por ella, aunque nuestros días no eran siempre perfectos yo estaba convencido de que podríamos llevar el barco a buen puerto, cosa que en el futuro jamas sucedería.
Había reservado una mesa en un restaurante moderno de la zona céntrica, un lugar privilegiado, la cita era a las diez de la noche.
Por la tarde, después de ducharme, afeitarme y tratar de verme perfecto frente al espejo, me vestí con las prendas que había seleccionado previamente, las cuales descansaban perfectamente acomodadas sobre al acolchado de mi cama, me puse mi mis zapatos negros que había lustrado con mucho esmero, al punto de poder notar el reflejo de mi rostro en ello.
Me sumergí en una fragancia muy masculina, tomé mis pertenencias, documentos, dineros y las llaves de casa y las del coche, y por supuesto, sin olvidar lo mas importante, el perfumado ramo de rosas borrabinas y la pequeña cajita que contenía las alianzas con las que pensaba pedirle que fuera mi esposa.
Viajé al restaurante con toda la ilusión que se tiene en ese momento, porque son momentos únicos e irrepetibles, esos que quedan grabado en la memoria para siempre, el aire fresco entraba por la ventanilla del coche mientras escuchaba por la radio la voz dulce de la locutora que anunciaba el pronóstico del tiempo, dejándome sabes que se acercaba una tormenta.
Llegué con una sonrisa en mi rostro, faltaban diez para las diez, siempre llegaba temprano, una joven mesera me recibió y me acompañó hasta mi sitio, era rellenita, de rostro joven, y muy educada, con voz suave me indicó que ella nos atendería y me dejó la carta de comidas y bebidas, al ver el ramo de rosas me hizo lugar para que no se arruinaran, le agradecí y le dije que iría eligiendo, que mi chica no tardaría en llegar.
Empecé a ver las opciones, tanto para comer como para beber, los precios eran bastante elevados pero que diablos, valía la pena el sacrificio, me perdí en las opciones, la mesera me sorpendió leyendo con algunas galletitas de cortesía para engañar el estómago, le pedí un vino entonces, reservando la elección de la comida para cuando llegara Luciana, miré el reloj, habían pasado ya cinco minutos de la hora señalada, aproveche entonces para acomodar las rosas y junto a ellas dejé abierta la cajita con los anillos, me pareció la mejor manera de recibirla, que su primera impresión dijera mas que mil palabras.
Pasaron los minutos, bebí unas copas y como un tic nervioso empecé a ver cada vez mas seguido las agujas de mi reloj pulsera y miraba con insistencia la puerta del lugar esperando sin éxito que Luciana llegara.
Empecé a incomodarme un poco, no era de retrasarse tanto, tal vez hubiera tenido algún problema, tal vez no llegara el móvil que le había enviado, tampoco quería llamarla para no incomodarla. Media hora pasadas las diez, volvió la mesera, para preguntarme si todo estaba bien, evidentemente pasaba el tiempo y nada sucedía, así que solo sonreí, le pedí diez minutos mas para darle una respuesta.
Mi celular estaba muerto sobre la mesa, ella no llamaba, no mandaba whatsapp, mensajes, nada.
A las diez y cuarenta me decidí a llamarla, no podía seguir esperando, tomé el móvil y mágicamente, como cosa del destino, ella me ganó por segundos. Atendí para saber si estaba todo bien…
Al otro lado, Luciana con voz acongojada me pidió disculpas, en un monólogo quebrado la escuche narrarme que no vendría, que la disculpara, que lo había meditado mucho, que hasta se había puesto bonita para la cita, pero su cabeza era un loquero, que necesitaba acomodar las cosas antes de seguir adelante, que por momentos me amaba, pero por momentos me odiaba y así palabra tras palabra hasta que en un punto solo la oía, pero no la escuchaba.
Antes de cortar, me dijo que me quedara tranquilo, que ella ya había pagado el coche que yo le había enviado, una pavada, como si fuera relevante.
Me quedé callado, sentado a la mesa, no tuve reacción ni interés para discutir, ella me había dado un golpe bajo que nunca vi venir, estaba por proponerle matrimonio y ella estaba cortando conmigo.
Las miradas indiscretas de la mesera me trajeron a la realidad, yo aun no ordenaba nada y solo ocupaba una mesa, y me di cuenta que le traería problemas con sus superiores, así que bueno, no tenía nada mejor que hacer y me juré que Luciana no me arruinaría la noche, no esa noche.
Elegí rápido un plato, le dije que mi chica no vendría, cosas de la vida, pero yo seguiría adelante.
El tiempo pasó volando, casi sin darme cuenta, era como que mi mente hubiera quedado pausada en ese instante, solo miraba las flores y las alianzas, que tonto había sido, solo cada tanto la mesera rompía la monotonía del tiempo, pedí otra botella de vino, y era como si mi entorno no existiera, miraba sin ver, mi cerebro era una nebulosa.
Pasó el tiempo, aspiré profundo, un fresco llamativo entraba por la puerta, y unas gotas de lluvia me trajeron a la realidad, me sentí como un boxeador que queda inconsciente tras un puñetazo del rival y empezaba a reaccionar, sin entender que había sucedido.
Me enfoqué entonces en el entorno, habían pasado las dos de la mañana y ya no quedaba mucha gente en el lugar, reparé entonces en una barra que estaba a unos metros de distancia, dos mujeres jóvenes y espectaculares bebían unos tragos sentadas a a la par, eran realmente llamativas, una morena, una rubia, con vestidos cortos y ceñidos al cuerpo, y mas llamativa era la situación, dos mujeres solas, así vestidas, a esa hora.
Sus curvas fueron un imán, y noté entonces que ellas estaban muy metidas con mi situación, honestamente no las había visto entrar ni sabía cuanto hacía que estaban ahí, solo noté que ambas miraban con insistencia, supuse atraídas por las flores y las alianzas que aun esperaban la nada misma, ellas miraban con insistencia y parloteaban por lo bajo, reían como chiquillas y cada vez me puse mas atento a la situación.
Llamé a la mesera, para pagar la cuenta, le dejé una buena propina, y le pedí que enviara un par de trago a las chicas de la barra, ella sonrió y se retiró.
Cuando ellas recibieron los tragos se rieron nuevamente y agradecieron con gestos mi actitud.
En unos instantes, la rubia se incorporó para venir a mi mesa, lucía fatal, con un terrible vestido plateado pegado al cuerpo, marcándole sus hermosos pechos, una cintura dibujada a mano y unas caderas de ensueño, sus piernas desnudas eran el pecado mismo, se sentó frente a frente y dijo
Gracias por el trago, me llamo, Maite, y mi amiga, Priscila, y vos sos…
Ricardo, – dije presuroso –
Ricardo, bonito nombre, sabes, mi amiga y yo estábamos tratando de adivinar sobre estas flores y estas alianzas, que pasó bebe, te dejaron plantado?
Honestamente no me hizo gracia su tono en la pregunta, pero salí del entuerto lo mejor que pude, a todo esto, Priscila, la morena, también vino a la mesa, era otra criatura salida del infierno, con un llamativo vestido brillante, tan llamativo como el de su amiga.
Eran las tres de la mañana, ya nadie quedaba en el lugar y llovía a mares, el lugar estaba por cerrar sus puertas y era hora de partir, Maite, Priscila, dos mujeres espectaculares, vestidas para matar, bebiendo con un extraño, solo era cuestión de atar cabos…
Me ofrecí a llevarlas, algo que era obvio, y al llegar me ofrecieron tomar un café, algo que era obvio, solo una excusa para subir al departamento.
Subimos por el ascensor, estábamos todos mojados por el torrencial diluvio que sacudía la ciudad, miraba a esas esculturales mujeres y me di cuenta como las suerte cambiaba en un abrir y cerrar de ojos.
Maite abrió la puerta y en sumergimos en el loft, un solo ambiente, muy moderno, una amplia mesa que daba a un ventanal, a un lado una cocina en tono de blancos y grises y a la derecha el lugar del pecado, una amplia cama de mas de dos plazas, con un delicado acolchado en tonos turquesas.
No supe en ese momento si ellas eran parejas, bisexuales o como fuera la cosa, tampoco me interesaba averiguarlo en ese momento, mi verga ya las deseaba y quería cogerlas a las dos juntas.
La rubia fue a correr los cortinados, no se veía casi nada hacia afuera, solo el ruido de las gotas arrastradas por el viento pegaban en los vidriados, era muy sexi.
Me quedé parado esperando que ellas iniciaran el juego, y no se hicieron rogar, Maite y Priscila se pusieron frente a frente y empezaron a besarse, a tocarse, a calentarse, fui un espectador de lujo del erotismo de esas mujeres, sus vestidos mojados se habían adherido a sus cuervas y sus curvas eran solo perfectas, la morena, la rubia, entrelazadas en un juego pecaminoso y yo solo observando, esperando mi turno para entrar al juego.
Ambas mujeres fueren en forma atolondrada sobre la cama, y en el camino dejaron caer con esfuerzo sus vestidos, Priscila no tenía sostén y sus pechos evidentemente operados resaltaban en su cuerpo, los de Maite lucían mas pequeños pero naturales, a media luz noté como sus pezones se rozaban entre si mientras sus labios parecían fundido en uno, la morena acariciaba los espectaculares glúteos de la rubia, quien lucía una tanga que hubiera cabido en el puño de mi mano, muy sugerente, mientras la rubia había colado la palma de si mano para acariciar la concha de la morena.
Pronto los gemidos llenaron el cuarto y empecé a dejar las prendas de lado, para cuando fuera mi turno. Una de las mujeres había quedado recostada sobre el colchón, la otra fue con cadencia lamiendo sus pechos, su vientre hasta perderla de vista entre sus piernas, la rubia le daba sexo oral a la morena, era todo perverso, y mas aun cuando Maite tomó de la mesa de luz un vibrador de moderadas dimensiones y poco a poco se la enterró en la conchita a Priscila.
El ruido del juguete fue aumentando a voluntad de la rubia mientras las morena se rotorcía de placer, me decidí a intervenir puesto que parecía que se habían olvidado de mi, fui sobre ellas y me escabullí sobre la cama, aplaqué los jadeos de la morena sellando sus labios con los míos, apreté con cariño uno de sus pechos, cerré mis ojos y me entregué a esa mujer
Nuestro beso fue interrumpido por los labios de Maite, la rubia vino a nuestro encuentro y le robó mis labios a su amiga, tomó su lugar, y volví a la morena, y ella fue por la morena, y fueron tres bocas buscando a otras bocas, fue algo muy erótico pero en algún punto nos estábamos besando los tres al mismo tiempo, tres lenguas, tres bocas, seis labios…
La morena empezó a acariciarme la verga y poco a poco dejó nuestras bocas para ir bajando lentamente hasta prenderse en mi sexo, me la empezó a chupar muy rico y la rubia también fue por su parte, ella se puso entre mis piernas y en segundos ambas mujeres jugaban con mi pija, chupaba una, chupaba la otra, ambas juntas, mientras Priscila se atragantaba con mi pija Maite parecía obsesionada con mis bolas, ella se las metía en la boca al punto de hacerme doler.
Estaba perdido entre esas dos mujeres que me daban placer, jamás había pasado por algo igual, noté que Maite dejaba mis bolas y yendo mas abajo empezaba a lamerme el esfínter, fue rico, la dejé hacer y me abrí de piernas para sentir su lengua punzando en mi trasero mientras la morena se atragantaba con mi verga, pero no estaba preparado para lo que vendría.
Luego de lamerme bien, Maite empezó a jugar con el consolador en la entrada, y empezó a empujar tanteando mi reacción, me vi sorprendido, pero empujó nuevamente, fue loco, no lo vi venir, y siguió y siguió, me dolió y empecé a quejarme pero ella solo me decía
Tranquilo papi, tranquilo, relajate…
Apreté con fuerzas las sábanas, cerrando mis puños, a todo esto Priscila no dejaba de comerme toda la verga, masajendo frenéticamente mis bolas, y la rubia seguía forzando hasta que lo sentí meterse en mi culo, creí que moriría, entonces dijo
Ya está… listo bebe, entró todo por completo, sos goloso…
Me dolía el culo, pero me gustaba y se potenciaba con el exquisito placer que la morena me dejaba en el glande, Maite empezó a hacer vibrar nuevamente el juguete, lento primero y conforme pasaban los minutos aumentaba la velocidad hasta hacerlo insoportable, jadeaba como perro y Priscila lo vio venir, solo dejó mi sexo en el momento justo y mientras ellas reían cómplices a carcajadas, como una regadera mi verga largaba inusuales chorros de leche, en un placer perfecto, como pocas veces había sentido.
La rubia perversa detuvo el motorcito del juguete y suavemente lo sacó de mi trasero para dejarlo a un lado. Vinieron sobre mi, tenía semen esparcido desde mis genitales hasta mi barbilla, ellas como dos gatas empezaron a pasar sus lenguas por mi pecho para luego besarse entre ellas, fue tan porno que hubiera querido filmar esos segundos, esas dos diablas jugado con mi leche, dándose eternos besos blancos, poco a poco me fueron limpiando hasta que nuevamente me noté fuera de juego, las chicas habían vuelto a un juego lésbico en una preciosa tijera, refregando entre ellas sus sexos lampiños, y en minutos tendría una previsible y nueva erección.
Esta vez no esperaría y pondría las cosas en su sitio, yo era el macho, yo daría las órdenes, traje a una a mi lado y solo empecé a cogerla a lo bruto, profundo, con todas sus piernas abiertas Priscila recibía sendos embates que la hacían gemir involuntariamente, Maite se acopló nuevamente, solo se sentó sobre le rostro de su amiga para recibir un buen oral, quedamos frente a frente y empezamos a besarnos, cada uno recibía lo suyo, mis manos se llenaban con las tetas de las morena y mis labios cada tanto bajaban a los pechos de la rubia, era como un rompecabezas donde todas las piezas encajaban a la perfección.
Tomé a Maite por los cabellos y la forcé a bajar hasta mi sexo, hice que le chupara la concha a su amiga, y también la verga a mi, o simplemente la cofia una rato a una y luego hacía que me la chupara la otra.
Volví a jugar mis cartas, a lo macho, las desparramé sobre la cama, en mi cabeza se me agolpaban ideas y quería hacer todo sin perderme nada, acomodé a una en cuatro, y luego a la otra, al lado, sus esplendorosos culos bronceados quedaron a mi merced, me puse por detras de la morena y tomándola por la cintura se la metí hasta el fondo, haciendo recular sus nalgas contra mi cuerpo, y solo empecé a cogerla muy rico, mientras a mi izquierda Maite esperaba deseosa, fui por ella, a coger a la rubia, solo que esta vez metí mis dedos en la conchita de Priscila, y al tiempo volví sobre ella para meter los dedos en la raja de la otra y me sumergí en un juego de a tres.
Estaba cogiendo a la morena, y solo cambié de lugar, esta vez metí los dedos en el culo de la rubia, primero uno, después dos, entraron con suma facilidad, ella no dijo nada, solo buscó que lo hiciera más profundo.
Fui por detrás y empecé a refregar mi verga en su esfíter, recordé lo que me había hecho con el juguete, quería vengarme, le dije
Putita, te voy a romper todo el culo…
Si bebe, rompemelo todo, te gusta? – respondió ella elevando la apuesta –
Priscila se arrodilló a mis espaldas, sentí sus enormes pechos siliconados apretarse contra mi piel, pasó sus brazos por delante para acariciar mi pecho y la sentí mordisquear dulcemente mis hombros al tiempo que me decía al oído que quería ver como le hacía la colita a su amiga y que por supuesto, luego sería su turno.
Me apresté a penetrarla, pero sentí que la morena me jalaba del hombro y me hacía perder el equilibrio, solo fui nuevamente por el culo de la rubia, pero nuevamente su amiga me jaló hacia atrás…
No entendía que sucedía, estaba perturbado y al tercer jalón las cosas cambiaron, la cara regordeta de la mesera me hablaba aunque yo no oía, con insistencia me zamarreaba el hombro izquierdo, fui recuperando la conciencia, ella decía
Señor, señor… me escucha? señor, por favor, es tarde… tenemos que cerrar…
Me ubiqué en tiempo y espacio, estaba aun solo en la mesa, no había nadie y ya se aprestaban a cerrar el restaurante, era tarde, pude ver que diluviaba por los ventanales del local, sobre la mesa aun estaban las flores, las alianzas, y por cierto, acomodadas a un lado tres botellas de vino vacías, mas una cuarta tumbada de lado, tragué saliva, Luciana no había aparecido.
Busqué con desesperación el lugar donde estaban las Maite y Priscila, no había nadie, dudé si aunque sea las había visto antes de dormirme o solo eran producto de mi imaginación, le pregunté a la mesera, por las señoritas, la rubia y la morena que estaban sentadas en ese rincón, señalando el sitio, ella miró y con una sonrisa me explicó que no sabía de que hablaba, en ese lugar recordaba haber visto a una pareja con una niña pequeña, muy inquieta y charlatana.
Solo reí, esta vez si pagué la cuenta, dejando una cuantiosa propina por el mal rato que le había hecho pasar, me avergoncé a mi mismo, me arrimé a la puerta, miré los relámpagos, sin dudas iba a mojarme, la voz de la mesera llamó mi atención
Señor! señor! las flores!!! las alianzas!!!
Hice una tonta mueca y respondí resignado…
No importan, no tienen sentido…
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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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