Hace algunos años que practicamos ‘menage a trois’ con Miriam, mi mujer, la madurez que tenemos como pareja nos permite cada tanto meter un tercero en la cama y poder disfrutarlo sin inconvenientes, nos damos el lujo de concretar lo que muchos desean.
Hoy para nosotros es una práctica habitual y si alguien nos gusta, pues de común acuerdo lo seducimos, sea hombre o mujer, es indiferente, lo importante es que exista química entre los tres.
Pero como siempre, hay una primera vez, y esa primera vez no siempre es fácil, aquí nuestra historia…
Miriam y yo éramos amigos de la infancia, del barrio y el destino nos separó en algún momento de la vida, y casualmente fue el destino que volvió a juntarnos cuando ya éramos adultos, y esta vez ya la miré con ojos de hombre, ella era toda una mujer.
Empezamos a salir, tuvimos afinidad, nos enamoramos, formamos pareja.
Ella es de contextura pequeña, mas bien petisa, de poco busto, pero de gran cola, de esas colitas llamativas, generalmente las petisas de colas grandes y bien formadas suelen ser muy atractivas a la vista.
Tiene una personalidad muy fuerte, muy marcada, admiro eso en ella y tiene una manía con sus cabellos, un día corto, un día largo, un día rubio, un día moreno, incluso ahora tiene teñido un largo mechón en un púrpura eléctrico.
En la cama es dinamita pura, casi no tiene reparos en nada, muy mujer, muy hembra, difícil de satisfacer, de las que siempre quieren más, lo único en que me ponía barreras es a que le hiciera la colita, apenas un dedo de vez en cuando, pero tenía un cierto bloqueo con ese tema, un poco tabú, un poco miedo.
Y siempre hablábamos en la intimidad de nuestras fantasías, nuestras ocultas fantasías y la posibilidad de estar con otro hombre o con otra mujer, siempre estaba flotando en el aire.
Y esa primera vez solo se daría unos años atrás…
Habíamos ido a vacacionar a Punta del Este, como decimos en Argentina, habíamos ‘cruzado el charco’ y en el hotel en el que estábamos a la orilla del mar, había una onda muy liberal, algo sexual flotaba en el aire, algo que no era habitual en nosotros.
Llegó la noche de la ‘night party’, una fiesta habitual que hacían año a año, la idea era solo bailar en la arena hasta que saliera el sol, hasta caer rendidos de cansancio.
Fuimos después de cenar, casi a las doce de la noche, hacía mucho calor, Miriam estaba con un vestido blanco largo hasta el piso, muy normal, de esas gazas finas, solo dejaban notar su culito respingón y las líneas de la pequeña tanga que usaba en ese momento, estaba muy casual, nada provocativa, pero ella siempre se veía provocativa, con unos aros en forma de aro de gran tamaño, con el cabello recogido sobre su hombro derecho, con varias pulseras que hacían sonar sus brazos como cascabel, y con un perfume dulzón que embriagaba de placer…
Nuestros pies desnudos nos hacían sentir que la arena ya se había enfriado, había mucha gente bailando como extraños bajo un cielo negro minado de estrellas, en una noche perfecta, con una leve brisa del mar que atenuaba un poco el calor de verano.
Fuimos por unas copas a la barra y volvimos a bailar un rato, le pregunté si ella había notado lo mismo que yo, que el barman que preparó los tragos se la había comido con la mirada, en efecto, Miriam había sentido esa conexión, esa magia y empezamos a jugar con un juego de seducción, el tipo, un moreno de cabellos ensortijados, y barba perfectamente demarcada, se le hizo atractivo a mi mujer, y nos vimos en la torpe tarea de intentar armar un trío…
Decidimos que yo iría solo por otra copa y que sacaría el tema, pero no resultó, solo no pude darle la idea, el tipo no parecía prestarme atención y además no era el único que estaba en la barra, así que después de unos minutos desistí de la idea y volví con mi mujer.
Entonces ella me dijo que era un estúpido, y que la dejara a ella probar suerte, que ella era mujer y sabría cómo conquistarlo, así que dejamos pasar un par de turnos y fue su oportunidad.
La vi perderse entre la gente, contorneando su culito respingón y al tiempo la vi regresar, frustrada, tampoco lo había conseguido, una cosa era intentar levantarse un tipo, otra muy diferente proponerle un trío junto a su marido.
Seguimos evaluando alternativas, decidimos ir los dos juntos y hablar frente a frente, sin rodeos, como personas adultas… pero nuevamente, una cosa fue imaginarlo y otra ejecutarlo, Washington, a esa altura ya sabíamos su nombre, parecía dispuesto a escuchar las palabras que nosotros no podíamos pronunciar…
Y pasó el tiempo, la verdad es que nos reíamos mucho en nuestra complicidad, en nuestra tontera, en nuestra incapacidad d epoder ejecutar el plan…
A las ocho de la mañana el sol ya estaba alto en el horizonte, ya no quedaba casi nadie en la playa, todo llegaba a su fin y nosotros como dos tontos adolescentes con miles de ideas y ninguna definición.
Fue entonces cuando el uruguayo hizo lo que nosotros no nos animábamos hacer, vino directo a nosotros, me encaró y me dijo felicitó muy respetuosamente por lo bonita que era mi esposa, que no había podido sacarle los ojos de encima durante toda la noche, y que seguro yo sería un afortunado en poder compartir cada noche su cama, Miriam se rió con risa cómplice, bajó la mirada y todo se encaminó naturalmente…
En el camino a la habitación nos presentamos formalmente, y resumimos un poco nuestra historia, el nos dijo por su parte que tenía veintiocho años, y que no era la primera vez que haría lo que estaba por hacer, en especial le sucedía con parejas europeas, que venían con ideas mucho mas liberales, hasta hablo de maridos que se iban al casino y le dejaban a sus esposas por encargue, y en cierta manera como que nos tranquilizó saber que estábamos con alguien con experiencia.
Entramos al cuarto y se terminaron las palabras, Miriam quedó al centro de ambos y nos abrazó dulcemente, me besó en la boca y luego fue sobre la boca de nuestro amigo, fue excitante verlo, y volvió a la mía, y a la suya, mi mujer se sentía la reina del lugar, nos apartó y se dirigió hacia la ventana, abriendo espacio entre nosotros, empezó a menearse en forma muy sexi, en especial moviendo ese culito de ensueño que tiene y lentamente dejó caer el largo vestido blanco, de esa forma tan sensual que tienen las mujeres para hacerlo, y de no ser por la minúscula tanga que llevaba había quedado completamente desnuda ante nuestros ojos, ella tomó la iniciativa, y me pidió que en principio solo mirara, algo que me pareció conveniente…
Fue sobre Washington, a besarlo a provocarlo, el le comía los pequeños pechos al tiempo que ella lo iba desnudando, y yo solo observando como mi mujer se desasía en brazos de otro…
Cuando al fin lo desnudó y luego de manosearle la verga en una forma muy puta, lo llevó sobre la cama haciéndolo sentar sobre ella, Miriam se arrodilló al medio para lamérsela en una forma muy profunda, muy rica, muy deseable, a veces ella me miraba al tiempo que pasaba la lengua sobre el glande rosado del uruguayo, a veces el me miraba cuando la tomaba de los cabellos y la empujaba bien abajo, hasta sentir que se atragantaba con carne…
Decidí unirme al juego, para eso estaba, y no pensaba acabarme solo mirando, fui sobre mi mujer a levantar sus caderas y sacar su tanga, estaba empapada en jugos, apunté y solo se la metí completo hasta el fondo, y empecé a cogerla con vehemencia, Mirian rebuznaba como burra, pero la muy puta no dejaba de mamar la pija al otro lado…
Probamos cosas nuevas, posiciones nuevas, como que en ese momento intentamos plasmar todas nuestras fantasías, todas esas locuras contenidas, cada acto, cada instante, nos vimos chupándole las tetas a mi mujer, uno a cada lado, cogiéndola uno a uno, besándola, haciéndola puta, muy puta…
Miriam parecía estar fuera de sí, como esa mujer liberada, con un brillo especial en los ojos, hasta desconocida, con un apetito sexual que no conocía en ella, mierda, esta era mi mujer? yo tenía esta puta y no lo sabía? Y a mi me encantaba toda esta situación?
Washington evidentemente sabía jugar el juego, muy entero, muy caballero, y yo…
Yo hacía realidad mis fantasías, tener al amor de tu vida disfrutando en manos de un extraño era algo tan excitante como único, sentir que otro le arrancaba orgasmos, que otro la hacía gemir, y sentir que en algún punto yo podía ser solo parte de ella y no un todo, no ser el centro de su universo, no ser el eje de su vida, algo tan peligroso como excitante, una sensación que te hela la sangre en medio de tanto calor…
Miriam había quedado de casualidad al medio de ambos, Washington a su derecha y yo a la izquierda, ella tenía un pene en cada mano y nos llevó hacia su rostro, de manera de poder lamer un rato el mío y otro rato el de nuestro amigo, el uruguayo honestamente tenía una rica pija, me ganaba en tamaño, en especial en grosor, pero mi esposa parecía no importarle, tal vez encerrada es sus fantasías nos masturbaba a ambos al mismo tiempo, a cada uno con una mano, pero su boca alternaba a un lado y a otro, nos tenía demasiado cerca, como queriendo no perder tiempo en los cambios, como una puta golosa que se desesperaba por mamar.
Estaba un tanto incómodo, me dejé caer de lado, y ella también quedó de lado, solo que invertidos, me acomodé sobre su sexo lampiño, sus flujos habían corrido por su entrepierna, me dediqué a lamerle la conchita olvidándome de los que ellos hacían, pasando mi lengua por sus labios, tan gordos, tan ricos, por su clítoris, que parecía un botoncito delicado, me gustaba darle sexo oral.
Noté que Miriam, seguía lamiéndome la pija, en una forma muy rica, y también noté que Washington había quedado como un poco al margen, por lo que decidió cogerla…
Vino a mi lado, levantó un poco mas la pierna de mi mujer y se acomodó convenientemente, yo solo me quedé observando hasta que se la enterró por completo, arrancándole un suspiro contenido, muy delicioso por cierto…
Las cosas solo se darían de esa manera, porque yo le estaba dando sexo oral, y volví a mi tarea, solo que ahora la verga que se cogía a mi esposa pasaba casi rozando mi nariz, en un movimiento muy caliente, me dejé llevar, tenía curiosidad, apoyé la lengua en el pubis de mi mujer, pasé por su clítoris y seguí más allá, incluso por el tronco de la verga que entraba y salía, y otra vez, y una vez más, Washington, viendo lo que pasaba, se la sacó y tomando su pija entre sus dedos preguntó
- Me la querés chupar un poquito?
No hizo falta la respuesta, apenas me estiré y dejó entrar su glande en mi boca, pesé mi lengua por él, y sentí los flujos de Miriam en él, quien seguía muy golosa dándome sexo oral.
Me hizo calentar demasiado, el uruguayo empezó a alternar entre su concha y mi boca, la cogía un rato y luego me dejaba que se la chupara, y otra vez a cogerla y otra vez a chuparla, y no lo pude soportar más, me sentí venir, y sentí inundar de semen la boca de mi mujer, quien golosa como siempre no dudó en tragarse hasta la última gota…
Washington se río un poco por la situación, me guiño un ojo y me dijo
- Ponela en cuatro que ahora lo voy a romper el culo… te guastaría ver como se lo hago?
Ahora fue mi turno de reírme, eso si que quería verlo, como le hacía el culo a mi mujer, eso si que sería un laberinto sin salida…
Miriam se acomodó como le habían solicitado, sus generosos glúteos se hicieron apetecibles, su pequeña cintura de avispa pareció afinarse y las marcas de su bronceado se hicieron un banquete demasiado exquisito como para rechazar, Washington empezó a cogerla nuevamente, y cada vez que llegaba en lo profundo Miriam no podía evitar gemir, en un gemido tan sensual y tan único, porque ella… ella era mi mujer, y otro la hacía gozar…
Yo estaba de lado de ella, de frente al uruguayo, quien empezó a mojar su esfínter con la saliva de sus dedos, y sin dejar de cogerla empezó a apretar la yema del pulgar en ese agujerito prohibido para mí, en pequeños círculos hasta que naturalmente se terminó perdiendo en su interior, estuvo unos cortos minutos, luego cambio sutilmente el pulgar por el índice y mayor, juntos, ya simulando una verga, entrando y saliendo…
Mis ojos no podían dar crédito a lo que veían, él tomó mis manos y las llevó una a cada nalga de mi esposa, y me indicó que las abriera bien para no perder detalle de lo que haría, sacó su pija y le dio una última lubricación con saliva, la apoyó en el esfínter de mi esposa y empujó suavemente, un poquito, otro poquito y un poquito más, entró el glande, luego sacó y le dio tiempo a amoldarse, insistió nuevamente, y cuando me di cuenta, la deslizó toda hasta el fondo y ese extraño conseguía lo que yo no había podido lograr jamás, hacerle el culo a mi propia mujer…
Tal vez Miriam estuviera fuera de control por lo original del trío, tal vez había bebido demasiado, o tal vez mi esposa era más puta de lo que yo pensaba…
Y confieso que era todo demasiado sexi, los gemidos de Miriam llenaban mis oídos, más las palabras del uruguayo que una y otra vez me repetía
- Te gusta como le hago el orto a tu esposa? te excita? Mirá que lino como se lo dejo todo abierto a tu amorcito… apuesto a que ella nunca te lo dio…
Cada tanto solo se la sacaba para que yo la siguiera separando sus nalgas y observara como se lo dejaba todo abierto, como esa putas de películas pornográficas que tanto me excitaban, noté que estaba duro como piedra, con ganas de cogerla y más cuando ella dijo
- Dale Washington, cumplime la fantasía… llenámelo de leche…
Mierda, de donde había salido esta puta, realmente esta era mi mujer?
Y el no tardó en complacerla, se contrajo sus facciones lo delataron y se vino por completo en su interior…
Cayó rendido, y con premura ocupé su puesto, empecé a cogerla como animal, llenándole la conchita, con mi vista centrada en su esfínter todo dilatado, que empezaba a escupir semen, fue demasiado para soportarlo, le llené la concha de leche en apenas unos segundos …
Tenía ganas de lamerle el culo, me acomodé y pasé la lengua por su esfínter, estaba lleno de semen de Washington, fue rico, la besé, una y otra vez, la leche brotaba de su interior como agua entre las rocas, y tuve en mi boca el sabor de otro hombre, del tercero en discordia…
Estábamos agotados, y caímos presa del sueño…
Cuando me desperté eran las siete de las tarde, estábamos los tres sobre la cama, desnudos, ellos dos de lado, en cucharita, Washington por detrás, con una de sus manos en los pechos de Miriam, mi esposa dormía plácidamente, su rostro irradiaba paz, me quedé en silencio contemplando su hermosura, sus curvas de ensueño, sus pechos turgentes con esos pezones puntiagudos, su escueta cintura, sus anchas caderas, sus piernas perfectas, suspiré, ahí estaba ella, la mujer de mis sueños, en brazos de otro hombre, Washington, había sido la llave que abriría muchas puertas…
Y hasta acá llega mi historia, la primera de muchas, ese uruguayo solo fue la llave para abrir muchas puertas, hoy en día seguimos teniendo un matrimonio feliz y completo, a veces algún caballero se cuela entre nuestras sábanas, a veces, le toca a alguna mujer…
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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…
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