Cuando conocí a Gretel supe del primer momento que las cosas no serían fáciles, era perfecta por donde la mirase y su hermosura no se comparaba con la de ninguna otra, dueña de proporciones anatómicas casi perfectas, cada cosa en su lugar, no había nada que quitar, nada que agregar.
Sus angelicales cabellos levemente enrulados contrastaban con la diablura de sus ojos, negros, profundos, perversos, sus labios parecían pintados a mano por un artista del lienzo, y al contemplar su rostro solo encontraba excitación.
Su cuerpo encarnaba a la perfección en esos dibujos de heroínas de comics, tan increíbles, tan sensuales.
Me enamoré perdidamente de ella y aun hoy en día no alcanzo a comprender que es lo que ella vio en mí para enamorarse de un tonto como yo…
Pero no solo su perfección física me sedujo, porque con el tiempo la belleza inexorablemente se escurre como agua entre los dedos, Gretel resultó ser mejor que nadie en la cama, mejor por mucho de cuanta mujer me había acostado anteriormente, desinhibida, perra, sabiendo disfrutar como ninguna de su condición de mujer, y sabiendo cómo ninguna como llevar a un hombre al borde de la locura, una hembra apasionada, incansable, viciosa y lujuriosa.
Y desde el día en que empezamos a salir estuve consiente de que no era el único hombre que se acostaba con ella, a pesar que una y otra vez me jurara su amor incondicional yo sabía que me engañaba y que siempre me engañaría, sencillamente lo llevaba en sus genes.
Por un tiempo me funcionó jugar a ‘no saberlo’, negando una realidad por demás evidente. Incluso cerraba mis oídos a la voz baja de la chusma y al consejo sano de amigos, ‘cornudo’ no me era una palabra fácil de asimilar.
Ella jugaba al gato y al ratón conmigo, no me confirmaba sus infidelidades, pero tampoco las negaba, me evadía cada vez que tocaba el tema.
Pasados unos años y con mis cuernos más que evidentes busqué un plan B, le pagaría con la misma moneda, así que también me anduve revolcando con mujerzuelas solo para provocar su ego, pero para mí desgracia en no mucho tiempo comprobaría que parecía inmune a lo mal que yo me portara.
Pero yo no era así, sufría en silencio y a veces lloraba por los rincones, al menos me conformaba tener una parte de ella, Gretel decía una y otra vez que era todo para ella, pero no obraba en consecuencia y yo me transformé en un tonto, en su perro faldero, su imán era tan potente que no podía apartarme de ella, sencillamente prefería compartirla a perderla…
Pasamos varios años así, llegando a los treinta Gretel se ponía más hermosa y yo estaba cuesta abajo, tenía un poco de barriga, estaba perdiendo el cabello y ya había asimilado que estuviera con cuanto tipo quisiera, mientras también estuviera conmigo.
Una noche después de cenar nos enganchamos con una película, casualmente trataba de una mujer infiel que se divertía con cuanto tipo quería, y como su celoso marido la perseguía a escondidas y la observaba como se encamaba con extraños, el fin de la historia no viene al caso, lo que sí importa es que a medida que avanzaba la película Gretel se fue acurrucando cada vez más contra mi cuerpo y en algún momento sugirió muy por encima, como buscando mi reacción si me gustaría verla mientras estaba con otro tipo, yo fui cortante con la respuesta, pero esa noche sin decir nada los dos estuvimos explosivos como pocas veces lo habíamos estado y fue evidente que nuestros cuerpos dijeron cosa que nuestros labios callaron.
Poco a poco la idea fue tomando forma en mis pensamientos, una mezcla de humillante dolor y desconocido placer, ella cada tanto volvía a la carga con indirectas, dejándome ver que la excitaba la idea de que la viera coger con otro tipo y para ser honesto, tal vez de esa manera los cuernos ya no dolerían tanto…
Y llegaría la primera vez…
Hacía unos meses un par de muchachos de nuestra edad, en sociedad, habían abierto un gimnasio a unas de cuadras de casa donde Gretel se había anotado, era lo que sabía por lo que ella me había contado, no le di mucha importancia al tema, ya sabía cómo era…
Pero una tarde tuve que volver antes de lo previsto a casa, ella no me esperaba, y yo no me esperaba encontrar lo que encontré… la música se escuchaba desde lejos, abrí la puerta y ahí estaban ellos, mi esposa tenía unas calzas negras y brillosas con una malla enteriza de gimnasia, amarillo fuerte, de esas que se meten en el culo resaltando la perfección de sus curvas, con sus tetas marcadas y saltonas, una vincha del mismo tono en su frente, el tipo con una amplia musculosa marcando un tórax exageradamente musculoso, ambos transpirados en demasía, se respiraba calor en el ambiente, ella tomó la palabra viniendo a mi lado
- Cariño! Llegaste temprano! me hubieras avisado! espero no te moleste pero hace un tiempo decidí tener personal trainer, el gimnasio estaba muy plomo y hay demasiada gente, iba a decírtelo!…
- Y el quien es? – dije cortándola en seco ya que mi esposa estaba lanzando una catarata imparable de palabras
- Perdón, soy Marcelo… – terceo el tipo extendiéndome su mano derecha.
Hablamos un rato más, en realidad ellos hablaban y yo escuchaba, pude sentirlo, pude adivinarlo, ese hijo de puta se la cogía, se cogía a la puta de mi esposa…
Poco tiempo después conocí a Gustavo, el otro tipo que también le daba clases, el otro que seguramente también se la cogía…
Gretel una vez más se saldría con la suya, insistió con su idea y me perforó el cerebro, e hizo lo mismo con Marcelo y con Gustavo, al fin nos encontramos en casa los cuatro y disfrutamos la cena.
Mientras compartíamos la comida y hablaba con esos tipo que pronto se cogerían a mi amada, volvieron a atravesarme esos sentimientos como la noche de la película, esa mezcla de humillante dolor y desconocido placer, que de alguna manera me provocaban una rara excitación, porque una cosa era imaginarlo y otra diferente consumarlo y el momento llegaba, estaba al alcance de mi mano.
Pude notar que los tipos también tenían algo de nerviosismo, seguramente incómodos por la situación, imaginé que no debería ser fácil solo desnudarse y coger mientras un extraño te observa, casualmente Gretel parecía la más locuaz y desinhibida por la situación que lejos pasaba de ser una situación normal.
Después del postre, ella nos pidió permiso a los tres hombres para ponerse un tanto más cómoda, la vi perderse de mi vista ingresando a nuestro dormitorio, minutos después apareció como una puta barata, montada en sus zapatos de finos y altos tacos, casi desnuda, con una increíble tanga fucsia perdida en su sexo, con su enorme culo al aire, apenas cubierta por un baby doll transparente bajo el cual se dibujaba la perfección de sus pechos.
Tuve una erección inmediata, por verla a ella, por sentirlos a ellos, mi esposa caminó desfilando como zorra, sacudiendo sus caderas de lado a lado, vino sobre yo estaba y apretando fuerte mi pija dura me dio el beso más dulce que jamás me hubiera dado para luego abandonarme e ir a sentarse sobre las piernas de Gustavo al que empezó a besar apasionadamente en la boca, profundo, bien profundo, las manos del tipo comenzaron a manosearla, tocando su piel, sus tetas, su culo, luego fue sobre Marcelo para hacer exactamente lo mismo con él, para mí todo era raro, era nuevo, era erótico…
Ella siempre con la iniciativa dijo
- Chicos, vamos a la pieza, quiero coger…
Fue por delante, yo por detrás de todos, ellos se desnudaron y ella esperó expectante, y yo callado a un costado.
Como una buena puta, porque eso es lo que sentía, se arrodilló entre los tipos, al medio, tomó sus vergas una con cada mano y tras masturbarlos por unos pocos segundos consiguieron una perfecta erección, mi esposa comenzó entonces a besárselos, a chupárselos, a un lado, al otro, derecha izquierda, como en la mejor película pornográfica podía ver su lengua perderse entre los dos glandes que juntaba para saborear al mismo tiempo, me costaba dar crédito a lo que veía, perdido en una amarga satisfacción, ella no era solo una mujer, ella era MI mujer!.
Entonces dejó que ellos la penetraran por la boca a sus antojos, Gretel aun arrodillada llevó una mano a sus pechos y la otra a su vagina, corriendo la tanga a un lado la vi masturbar con frenesí su clítoris enterrando al mismo tiempo sus dedos en su hueco, su argolla regordeta perfectamente depilada resaltaba en la penumbra del cuarto.
De pronto la arrastraron sobre la cama, la desnudaron por completo, Marcelo se perdió entre sus piernas abiertas para comerle la concha, al mismo tiempo que con sus fuertes manos le apretaba las tetas, Gustavo a un lado jugaba arrastrando su verga por el rostro de mi amada, por sus labios, por su nariz, por sus mejillas, por su boca, ella estaba totalmente entregada jadeando como perra, creí darme cuenta que ya no recordaba que yo estaba presente, pero de repente me dijo:
- Te gusta? te gusta ser cornudo? te gusta ver como otros tipos se cogen a tu mujercita?
Y para decir verdad, me gustaba, así que solo asentí con la cabeza, con una terrible erección bajo mis pantalones, cambiaron de posición y Gustavo comenzó a cogerla, ella se estremeció al ser penetrada y sus gritos fueron callados por la otra pija metiéndose en su boca.
Se divirtieron los tres ante mi mirada pasiva, se la cogieron en cuanta posición imaginen, concha, boca, concha, boca, le dieron para que tenga, sus gritos llenaron de placer la habitación y no podía creer lo que de alguna manera estaba disfrutando, Gustavo la tenía entregada en cuatro patas, entonces le dije:
- Quiero que se la des por el culo…
Y no hizo falta que lo repitiera, el lubricó y comenzó a probar el otro agujero, Gretel ni se inmutó, es más, pareció recibir con beneplácito mi pedido y se acomodó en forma receptiva.
Pronto no le quedó agujero sin usar, Marcelo al tiempo también probó su culo y todo se sucedió en una orgía frenética sin pausa en la cual solo se escuchaban gemidos, ronroneos y gritos de mi puta esposa, de alguna manera sentí un placer desconocido para mí, una excitación anormal, con un deseo incontenible de desnudarme y sumarme al juego, para llenarla a esa puta por todos los agujeros…
En breve comprobaría que Gretel superaría todas las barreras imaginables, ella cabalgaba a Marcelo chupándole la pija a Gustavo, su hermoso culo subía y bajaba a un metro de donde yo estaba, su concha se comía por completo la pija del tipo que a su vez le acariciaba todas las nalgas, entonces el otro vino por detrás, el de abajo la detuvo unos segundos y Gustavo comenzó a probar suerte en su culo, mi esposa decía que no, que por ambos lados no, que eran unos degenerados, pero de esa forma que uno entiende sus pensamientos diciendo ‘si, los mato si no lo hacen…’
Pronto ella se comía una pija por la concha y otra por el culo, ambas al mismo tiempo, dilatándola, gozándola, embriagada en locura y placer, sentía que mi corazón parecía explotar, salirse de mi boca…
Pero aún faltaba… Gustavo solo le sacó la verga del culo y empezó a forzarle la concha, sin importarle que el lugar estuviera ocupado por el sexo de Marcelo, apenas tomaron unos instantes para dársela entre ambos por la concha, al mismo tiempo, era evidente que esto no era la primera vez que lo hacían, todo pareció demasiado coordinado para ser casual…
Volvieron a cambiar, ella comenzó a montar a Gustavo, llenando su concha con la verga del personal trainer, el otro, volvió a su boca, desde donde yo estaba veía a la perfección su esfínter ahora vació abierto como el de una puta pornográfica…
No tardarían mucho tiempo más, los gemidos me hicieron saber cómo le llenaban la concha de leche, ella bramaba cuando Gustavo llenaba su cueva, Marcelo la tomaría por sorpresa puesto que ella parecía demasiado concentrada en lo que pasaba en el interior de su sexo, como una manguera de alta presión el líquido blanco le pegó en el rostro y se la enterró de pronto en la boca hasta perderla de vista, dejando toda su leche en el interior de Gretel quien lo degustó con sumo placer…
Cuando pasó la tormenta y todo volvió a la suave calma la sensación que se respiraba en el ambiente era rara, Marcelo y Gustavo se notaron un tanto acongojados, de alguna manera se habían cogido a mi esposa en mis propias narices, ella a un costado parecía irradiar luz, con un placer que necesitaba gritar a los cuatro rincones, mirándome con el pecado en sus ojos, en silencio, pasando su dedo índice por su mejilla con semen, disfrutando las últimas gotas, por mi parte estaba a punto de explotar, tomé la iniciativa mientras ellos se vestían y les dije cortésmente
- Caballeros, muchas gracias, pero ahora los invito a retirarse, si no les molesta, quiesiera tener sexo con mi esposa…
Los despedí apresuradamente con un apretón de manos, como diciendo ‘está todo bien’ y volví corriendo al dormitorio, desnudándome en el camino, me tiré sobre la cama como un tigre se tira sobre una gacela, la violé a Gretel como nunca lo había hecho, con una locura inédita en mí, desconocida, metí la pija en su concha, estaba mojada, lubricada, llena de semen, deslizar mi sexo en ese esperma extraño me enloqueció, metí mi mano en su culo, si no fuera por el dedo gordo hasta le hubiera metido el puño completo, y su boca… su boca tenía el sabor amargo de la leche de Marcelo, no me importó, eran los besos prohibidos, la boca de Eva después de haber probado la manzana, tardé nada en acabar, una vez, y otra, y otra, cogimos hasta el amanecer…
Esa primera vez sería la primera de muchas, hoy es nuestro standard de vida, me gusta, me encanta ser cornudo consiente…
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