Imaginen una provincia con casi cinco millones de habitantes, donde casi todos viven de lo mismo, el turismo. Una provincia lo más cercana al paraíso terrenal, inviernos con montañas nevadas, primaveras florecidas y veranos con lagos de aguas cálidas. Donde todo parece perfecto y todo está en su punto justo, con sitios para todos los gustos, elegidos por nativos y extranjeros, travesías en los días, fiestas en las noches.
Todo lo imaginable era posible, pistas para esquiar, aguas cristalinas para nadar, tardes de campo, pesca, deportes, lugares históricos para visitar, paseos de compras, boliches, todo, todo estaba pensado para el turismo.
Y en medio de toda esa constante efervescencia se emplazaba la oveja negra del lugar, Los Molinos.
Los Molinos era un pueblo grande, o una ciudad pequeña, de frondosas arboledas cuyas puntas parecían hacer cosquillas a las mismas nubes e interminables praderas de un verde rabioso que se perdían en el infinito contrastando con el celeste del cielo dando un encanto único. Los Molinos era famoso y único por ser el lugar preferido de los sexagenarios para descansar, un mundo perdido en el tiempo, lejos del bullicio y los parajes que la juventud elegía, porque en Los Molinos no existían boliches, ni casas de juego, ni gastronomía nocturna, no, en ese sitio todos iban a la cama temprano y solo se hacía una cosa, descansar.
Y pobre de los pocos jóvenes que aún no eran independientes y eran arrastrados casi a la fuerza por los mayores que, en definitiva, eran quienes ponían el dinero para vacacionar.
Años atrás, yo estaba justo en esa edad en que dejaba de ser adolescente y comenzaba a ser mujer, y en esos días mis padres eran muy pobres, así que las únicas vacaciones que conocía era pasar unos días en Los Molinos, con mis tíos, quienes tenían un buen pasar y nunca se olvidaban de su sobrina preferida.
Era cada año lo mismo, año tras año, es que, con Eva, mi prima, éramos más que primas, éramos compinches y estábamos juntas todo el día, amigas, inseparables y esas vacaciones eran como un pacto no escrito, ella no se aburría con sus padres y sus tediosos hermanos menores y yo disfrutaba lo único que podría disfrutar, esos días que me caían como maná del cielo.
Así nos conocíamos esos parajes casi de memoria, hacíamos nuestra vida, lejos de las miradas de mis tíos, sus papás, y solo nos cruzábamos para las comidas, o alguna excursión en común.
Yo era apenas un año mayor que ella, pero Eva era quien siempre iba un paso por delante, yo le tenía un poco de envidia, otro poco de respeto, otro de admiración, es que me costaba asumir que siendo yo la mayor, en el fondo sabía que yo era su perrito faldero, su mascota, y que yo siempre hacía lo que ella quería que hiciese.
Y con el pasar de los años, ese rol de segundona se me hizo habitual.
Y si no bastara que ella siempre estuviera un paso adelante y yo solo fuera la sombra de la luz que irradiaba, llegaron los días en que nuestros cuerpos cambiaron, y Eva despertó como una flor, pronto se hicieron evidentes sus grandes pechos y fue dueña de cola maravillosa, llamaba mucho la atención y cuando íbamos a bailar, o en rondas de mujeres, ella siempre era la chica en disputa, la que se llevaba las mejor tajada del pastel y yo solo me quedaba con las migajas, por más que me produjera, o tratara de sobresalir, ella sin dudas era la más bonita y a la que todos los chicos miraban.
No me extrañó entonces enterarme que había perdido la virginidad antes que yo, y tampoco que estuviera con noviecitos antes que yo lo estuviera.
Marcelo fue uno de esos chicos de los primeros años, alguien especial, lo había conocido en un boliche, un joven de contextura delgada, de cabellos lacios que caían hacia un lado, en tono castaño, tenía unos bonitos ojos marrones, y una sonrisa pegada en los labios que íntimamente a mí se me hacía peligrosamente irresistible. Pasaba muchas horas al día con mi prima y naturalmente me sentí un poco desplazada por toda esa nueva situación. Todo ese mundo era nuevo para mí, me gustaba fantasear, Eva era muy llamativa como mujer y él era… solo alguien que me hubiera gustado que posara sus ojos en mí, pero las cosas eran como eran, una vez más mi prima tenía todo lo que yo siempre había soñado tener.
Y llegó el día de viajar a Los Molinos, como cada año, solo que esta vez Marcelo también sería parte, por suerte mi tío tenía un coche enorme, esas camionetas o como se llamen, con muchos asientos, y ahí había lugar para todos. Esa misma mañana, antes de partir, empezarían los problemas, mis tíos irían delante, Kevin y Brian, los hermanos de Eva, de cinco y seis años, dos pequeños demonios y yo, en el asiento del medio, y mi prima con su novio en los dos posteriores, claro, solo que ese era el plan de mi prima.
Resultó que mi tío y Marcelo, se llevaban de maravillas, y él ordenó las fichas a su antojo, los dos hombres al frente para hablar de sus cosas, los pequeños atrás, con mi tía al medio para tenerlos bajo control, a mí me mandaron al final junto a Eva. No hace falta decir que mi prima no habló en todo el viaje, molesta, con una trompa que le llegaba al piso, porque tenía una rivalidad muy fuerte con su papá y generalmente ella perdía todas las disputas.
Las cosas no mejorarían en esas vacaciones, lo sucedido en el viaje sería solo el preámbulo de continuas desavenencias en la joven pareja, algo que yo observaba en silencio como testigo involuntaria de la situación.
Es que a mi modo de ver las cosas Eva no era perfecta, podía ser muy linda, inteligente y hasta más madura que yo, adelantada a sus años, pero por otra parte a veces tenía esos tontos berrinches que no la conducían a ningún sitio, ella discutía solo por discutir, no importaba el nudo del problema, ella solo quería que le dieran la razón.
Y se ponía en una situación de celos ridícula entre Marcelo y su papá, parecía molestarle que ellos se llevaran tan bien, era como que competía con mi tío por el tiempo que su novio le daba, y a su vez discutía con su chico por sentirse desplazada.
Yo, que veía todo desde afuera sin emitir comentario, notaba que Eva en verdad era una acaparadora y le gustaban demasiado los escándalos.
Ella nunca lo supo, pero a veces Marcelo en confidencia me decía que no la entendía, solo no la entendía. Yo lo escuchaba en silencio, solo mirando sus bellos ojos, tratando de contener el descontrolado galope de mi loco corazón.
Ese jueves no sería un jueves más, mi tío traía entre ceja y ceja pasar un día de pesca en el lago, obviamente a Marcelo le encantaba pescar y como imaginarán, Eva odiaba todo eso, y a media mañana empezó una discusión que terminó en un abrupto corte por parte de mi tío.
Basta Evangelina! te estás portando como una chiquilla, es tiempo que madures!
El enojo de mi tío era evidente, tan evidente como llamarla por su nombre completo, solo cuando estaba molesto la llamaba así solo para finalizar la discusión.
Ella se fue a su cuarto, y se encerró en él, y yo decidí quedarme, para hacerle compañía y además la situación me sirvió de excusa, es que tampoco me gustaba la pesca.
Pasaron las horas, preparé al almuerzo y ella bajó al sentir el aroma de las verduras, quedamos las dos solas, hablando de todo un poco y solo su enojo se fue esfumando, reímos, y ella trajo una botella de whisky que su padre cuidaba con recelo, Eva no toleraba el whisky, pero el punto era no dar el brazo a torcer. Bebimos, me supo horrible y un poco nos pegó el alcohol.
Ella me dijo que iría a la planta alta, a tomar una ducha para despejar su cabeza, mientras yo me quedé haciendo las limpiezas de sobremesa.
Por algún motivo, tuve el deseo incontrolable de subir donde ella estaba, fui por las escaleras, llegué al baño, solo toqué la puerta para asegurarme que todo estuviera bien, ya que solo escuchaba el ruido del agua cayendo, mi prima me dijo entonces que pasara, que no había problemas.
A través de la mampara transparente, vapor de agua y gotas pegadas por todos lados pude notar las hermosas curvas de mi prima, con sus rubios cabellos húmedos, con una sonrisa peligrosa me dijo que la acompañara, que el agua estaba perfecta y había lugar para dos.
Tal vez fuera el whisky que habíamos bebido, o tal vez el alcohol fuera solo la excusa que necesitábamos, sin pudor dejé mir prendas a un lado y me escabullí a su lado.
Fue indescriptible, nuestros cuerpos desnudos, bajo el incesante caer del agua tibia, ella empezó, me dio la esponja llena de jabón y me pidió que la pasara por su cuerpo, fui por su espalda, por sus brazos, Eva no quitaba su mirada de mis ojos, me quemaba, pasé discretamente por su cuello y luego por sus pechos, sus pezones estaban filosos, bajé por su vientre y llevé la esponja entre sus piernas, ella suspiró y de repente pegó sus labios a los míos para darme un profundo beso de lengua, tomándome con fuerza por la nuca para que no pudiera separarme. Ese beso perfecto duró una eternidad, nuestros cuerpos se fundieron en uno y todo se salió de control.
Sentí sus pechos enjabonados deslizarse una y otra vez contra los míos, sentí la necesidad de recorrer su piel, de una manera única, como jamás lo había hecho con ningún chico.
Eva giró poniendo su pecho contra la mampara, me dejó besar su espalda, acariciar sus nalgas, solo darle placer, volvió a girar y mi boca se encontró de repente con sus tetas, me llevó a chuparlas, a lamerlas, sus pezones húmedos, delicados, me encantaba lo que sucedía y ella se perdía en jadeos, empecé a acariciar su pubis, y empecé a masturbarla muy fuerte, ella me tomó por los hombros y me hizo arrodillar.
No duró mucho, solo le comí a besos la conchita a mi prima, ella había perdido la conexión visual que mantenía conmigo y yo me ahogaba con el agua que caía en mi rostro mezclado con los calientes jugos que brotaban de su sexo, pareció partirse en espasmos y los gemidos fueron gritos liberados que me llevaron al sonrojo por lo que yo misma le estaba provocando.
Subí a besarla, en un nuevo y eterno beso, asumiendo que llegaría mi momento, lamí mis dedos en forma provocativa para que ella viera como llenaba mis labios con lo que había arrancado de sus entrañas, pero Eva desentendiéndose de todo solo cerró el paso del agua, tomó un par de toallas y dio el juego por terminado, así era ella, centro del universo, y yo, como siempre, incapaz de emitir un reproche, enmascarando mis sentimientos con fingidas sonrisas.
Me dio algunas esperanzas cuando propuso ir a la cama a descansar un poco, imaginé que seguiríamos jugando, más cuando fuimos al dormitorio matrimonial que estaban usando sus padres, pero ella solo se acostaría de lado, casualmente en el sitio donde dormía su papá.
Diez minutos más tarde Eva dormía plácidamente, incluso roncaba con fuerzas, yo no sabía que roncaba, y yo de lado solo la observaba, sus grandes caderas lucían un pequeño culote a rayas que naturalmente se perdía entre sus nalgas y yo, yo solo respiraba resignada por mi mala fortuna, entendiendo que a ella solo le importaba ella. Medité sobre lo sucedido, un juego de jóvenes, no había ningún pecado en ello, pero qué diablos, le había dado sexo oral a otra chica, y esa chica era mi prima…
En lo mejor de mis reflexiones los ruidos de la puerta de ingreso me trajeron a la realidad, la voz de Marcelo llamando a su chica
Eva! Eva! estás por aca?
Me quedé a la expectativa agudizando mis sentidos, lo sentí subir por las escaleras y yo solo estaba con una pequeña remera y apenas una tanga diminuta, tomé las sábanas para cubrirme y cubrirla a ella y en segundos él se asomaba al cuarto sin imaginar encontrarnos donde nos encontró. Imagino lo que él pensó en ese momento, puesto que su natural sonrisa se hizo más marcada de lo habitual, le hice señas llevando mi dedo índice sobre mis labios, para que entendiera que Eva dormía y él se quedó bajo el marco de la puerta meditando que hacer.
En unos minutos el cuarto se llenó de su aroma, mezcla de horas de pesca y yuyos verdes de la pradera, fue rico, fue inquietante.
Marcelo caminó entonces con sigila, casi en puntas de pies, y lo único que se escuchaba en la habitación eran los profundos ronquidos de mi prima. Llegó a mi lado, tomó las sábanas e intentó bajarlas, cosa que impedí con firmeza, entonces el pasó el revés de su mano por mis cabellos y me miró de una manera tan dulce que logró derribar todas mis defensas. Intentó nuevamente y esta vez lo dejé, quedé semi desnuda, el me miraba y parecía devorarme con esa mirada, recorriéndome de arriba a abajo, haciendo que mis pezones se marcaran como dos botones bajo la tela delgada de mi ajustada remera, y mis mejillas se pusieran rojas de vergüenza.
Pasó entonces sus manos por mi cuerpo arrancándome contenidos escalofríos y sabía de sus intenciones, sabía dónde iba.
El con cuidado fue al piso, y mi nerviosismo por la situación no tenía límites, era una locura, Eva estaba ahí, presente, a nuestro lado, pero Marcelo era difícil de evadir, corrió mi pequeña tanga a un lado, cerré los ojos, no podía creer que le estuviera mostrando mi concha, sus labios llegaron a ella, me la llenó de besos, lo sentí hurgar por todos los recovecos.
El novio de mi querida prima me estaba dando sexo oral, los dedos de una de sus manos se metieron en mi agujerito y solo arrancó el juego de meter y sacar, sus labios y su lengua se pegaron a mi clítoris y entendí que ya no habría retorno.
Respiraba tratando de contener la respiración puesto que la situación me tenía los nervios de punta.
Su mano libre se coló bajo la remera y empezó al mismo tiempo a acariciarme las tetas, pasando esa mano inquieta de lado a lado.
Eva se acomodó en la cama de repente, por suerte siguió en su profundo sueño y dándonos la espalda, pero ambos entendimos que mis contenidos gemidos empezaban a salirse de control. Marcelo se incorporó y desnudó su rica verga, acaso estaba loco?
Se acomodó nuevamente y me la metió toda, hasta el fondo, solo me cogió lentamente, hacía todo con sumo cuidado, con la mayor sigila posible, entrando y saliendo, entrando y saliendo, llevé mi mano a mi clítoris, ya no podía más, aún me duraba la calentura de la ducha y Marcelo… ay! Marcelo… llevó una de sus manos a mi boca, para acallar mis gemidos, me apretó muy fuerte obligándome a respirar por la nariz, lo sentí venir, me sentí venir, lo miraba con los ojos exorbitados, grandes, disfruté su rostro de placer y me acabé junto a él, creí que moriría en ese momento, cuando sentí como me llenaba la conchita de leche, su verga se sintió riquísima en esos segundos y yo solo quería gritar, pero no podía…
Solo sacó su sexo del mío, acomodó la tanga y volvió a taparme, como cuando había llegado. Guardó su herramienta satisfecha bajo las ropas y fue del lado de Eva, se sentó en la cama y la despertó con un beso en la frente.
Mi prima solo se incorporó para abrazarlo, yo quedé por detrás, en segundo plano, pero los ojos de Marcelo, por encima del hombro de su chica, me miraban con satisfacción. Sentí que mi ropa interior se empapaba lentamente con los jugos del semen que él me había dejado, y mis nervios volvieron a crisparse por lo peligroso de la situación, deseaba pasar al baño a lavarme para borrar cualquier prueba de lo ocurrido, para que Eva nada sospechara, pero estaba casi desnuda y no podía solo salir como si nada delante del que era su novio.
Nada más pasaría ese día, en verdad nunca pasaría nada más con Marcelo, ni tampoco con Eva, y tampoco al día siguiente, ni al próximo, terminaron las vacaciones y volvimos a nuestros hogares, como cada año.
Es curioso, Marcelo y yo jamás volvimos a hablar del tema, nunca nos dimos una explicación, o una oportunidad, solo se había dado, y mi prima tampoco se enteró de lo que había sucedido, jamás. Y tampoco hablamos con Eva sobre lo sucedido esa tarde bajo la ducha, creo que ambas preferimos olvidar una relación impropia entre primas, y entre mujeres, fue como arrancar esa página del libro de nuestras vidas y solo seguir adelante.
Después de esas vacaciones Marcelo y Eva siguieron juntos por un corto tiempo, pero al final terminaron rompiendo, era la historia de una chica demasiado posesiva y un chico que jamás le daría toda la atención que ella requería. Por mi parte llegó Gustavo, mi primer novio, con quien no llegaría a nada, pero solo sería la muestra de que nosotras ya estábamos demasiado crecidas, ya teníamos alas y empezábamos a volar del nido, a forjar nuestros futuros, nuestras vidas.
Y esa misma vida solo nos fue separando, poco a poco, sin proponerlo, estudios, pareja, y nuevos proyectos. Me casé, formé mi hogar, fui madre, me divorcié, y, en fin, perdí el rastro de Eva, apenas nos escribimos cada tanto, para mi cumpleaños, o para el suyo.
Sin embargo, guardo en un rincón del corazón esas vacaciones en Los Molinos, un lugar para ancianos donde nunca sucede nada
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Imagen únicamente de carácter ilustrativo para este relato erótico…
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