Betina era mi amiga especial entre todas mis amigas, esa hermana que la vida me había regalado, nos conocimos en los estudios primarios y nos hicimos muy compinches, y esa amistad de niñez superó todas las barreras del tiempo.
A mediados de los años de secundaria ella se cambió de colegio, pensando en un futuro universitario del tipo industrial, ingeniería, lejos de la rama comercial en la que estábamos.
A pesar de perderla en el banco contiguo el mío, no la perdería en los tiempos libres, nos veíamos casi a diario y ya éramos una para la otra.
Compartimos salidas a boliches, chimentos, secretos, dolores y placeres, nos hicimos señoritas primero, mujeres después.
Éramos transparentes una a la otra, sin secretos, sin mentiras, y los días solo iban pasando
Teníamos más de veinticinco ya, Betina se había recibido de ingeniera industrial y trabajaba en una empresa de la zona, ganaba buen dinero, más del que podía gastar y vivía en un lujoso apartamento de la zona céntrica de la ciudad.
Por mi parte, mis estudios no me habían llevado a ningún sitio, puesto que me ganaba la vida con un local de venta al público de ropa interior para damas, no ganaba mucho, pero me gustaba ser mi propia jefa. Aún vivía en la vieja casa paterna de mi infancia, después de haber perdido a papá, como hija menor se dio naturalmente que fuera el apoyo de mamá, y aunque nos llevábamos como perro y gato la mayoría del tiempo, pues ella solo era mi mamá, en fin
Betina tenía todas las virtudes, era independiente, adinerada, bonita, extrovertida, parecía de esas mujeres que tienen el mundo bajo sus pies, segura de sí misma, de tomar decisiones y algo que ella siempre solía sentirse orgullosa, siendo mujer, se había hecho respetar en una empresa de hombres, con un machismo muy marcado en todos los niveles.
Pero ella tenía un defecto, al menos yo no lo veía bien y se lo hacía saber cada tanto. En los días de adolescencia, como todas hicimos, tomábamos alcohol, días de probar cosas desconocidas, nuevas, pero Betina, a mi gusto había cruzado la raya y a veces parecía una adicta a las bebidas, en las fiestas le gustaba tomar hasta perder la compostura, alguna que otra vez, llegaba ya ebria y antes de entrar al boliche casi no podía mantenerse en pie, y para una mujer, en corta falda, la situación era tan triste como preocupante.
Esa noche de boliche, parecía ser una como tantas, nada especial, hasta que lo vi y quedé hipnotizada, él estaba tomando unos tragos con un grupo de amigos, no había reparado en mí, pero sentí esos flechazos al corazón difíciles de describir, él era alto, buen mozo, extrovertido, y tenía un rostro aniñado que me seducía demasiado, le comenté a Betina, le hice saber y ella me dijo que fuera por el sí tanto me gustaba, pero era una tonta pacata y en mi familia me habían marcado con esa antigua estupidez que debe ser el hombre el encargado de avanzar.
Y ahí me quedé como una tonta, bebiendo mi bebida cola con sorbete, esperando que el reparara en mí, haciendo caso omiso a las recomendaciones de Betina, quien bailaba sola a un lado, desinhibida por el exceso de alcohol que ya tenía en la sangre.
Y de pronto, pareció encenderse la magia, el miró hacia donde estábamos, sentí que me miraba y mi corazón latió con fuerza, vino caminando hacia nuestro lado entre la gente del lugar, pero grande fue mi decepción cuando pasó a mi lado ignorándome, para tomar a Betina del brazo y llevarla casi a la rastra al sitio de baile. Había pasado como un vendaval, y ahí me había quedado yo, como una tonta aun chupando del sorbete, empapada en deseo y frustración.
No supe más nada de mi amiga por esa noche, luego me enteraría por sus labios, que Ariel, ese era su nombre, después de bailar la había llevado en su auto a la orilla del río y la había cogido en el asiento trasero, me dijo que la perdonara, que sabía que me gustaba, pero ella estaba un tanto ebria y no sabía bien como había sucedido.
Y si, me dolió, tengo que ser honesta, pero era cierto que ese chico ni me había registrado y que podía yo cuestionar, si ella siempre era la más bonita, la más osada, la más llamativa y la que se llevaba los mejores manjares masculinos.
Pero las cosas no quedarían ahí, porque Ariel y Betina volvieron a encontrarse, y otra vez, y terminaron por ponerse de novios.
Y así la pareja quedó despareja, porque parecía ser la colada que tenía que presenciar como mi mejor amiga se mataba a besos y toqueteos con el chico que a mí me gustaba, y eso era como hacerme el harakiri en cada encuentro.
No sé quien tuvo la feliz idea, si ella, él, o consensuada, pero arreglaron un encuentro con Martín, el hermano mayor de Ariel y trataron de que seamos cuatro en el juego
Acepté probar suerte, Martín era pintón como su hermano, un tipo noble, decente, le gustaba las carreras de autos y estaba metido en ese mundo, viajaba de provincia en provincia, preparaba coches y tenía muchos conocidos.
Era un tanto monótono con las conversaciones porque involuntariamente siempre se iban por anécdotas de su vida que poco tenían que ver con mis intereses. Alguna que otra vez me llevó a ver esas carreras que tanto le gustaban, pero yo lo hacía solo por complacerlo, puesto que no había forma que esos ruidos exasperantes de motores bramando, entraran en mi sangre.
La pasaba bien, es cierto, era buen amante, tenía una buena verga, y era muy compañero, pero sabía que más pasaba el tiempo, más me engañaba a mí misma, estaba en un callejón sin salida, con un hombre al que jamás amaría, con un futuro cuñado que aún me quitaba el sueño, con un metejón de adolescente y que para peor iba sobre rieles con mi mejor amiga
Tenía ya treinta años, Ariel y Betina convivían bajo el mismo techo, hacía meses que habían formado pareja formal y yo ya no sabía cómo esquivar esa situación con Martín, es que él hablaba de nosotros, de un futuro, de hijos, de familia, y honestamente cuando lo imaginaba yo no me veía en ese futuro, pero él era tan bueno que me daba demasiada pena romper con la relación.
Algo sucedería a principio de noviembre de ese año, con calores ya de un verano que aún no llegaba, ese fin de semana no habría carrera de autos por un tema gubernamental de excepción y al fin Martín estaría lejos de ese mundo que ya me fastidiaba demasiado. Fue cuando me dijo que había conseguido una casa de fin se semana de parte de uno de los anunciantes de los coches, para distraernos, para nosotros, solo que también irían Ariel y Betina, claro, si es que a mí no me molestaba.
Y no, molestarme no me molestaba, pero me incomodaba, nunca estaba cómoda en esa situación de a cuatro, pero bueno, era mi cuñado, mi amiga del alma. Además, Martín me dijo que Ariel le comentaba sobre Betina y su adicción al alcohol, que le preocupaba y que no sabía cómo moverla de su mundo.
Viajamos el sábado muy temprano, aún no había salido el sol y cuando llegamos, comprobamos que esa casa de fin de semana era mejor de lo que habíamos imaginado, era enorme, con todos los servicios y dependencias, la planta baja parecía toda vidriada de lado a lado y permitía tener una vista única hacia los cuatro puntos cardinales, en el punto central había un dormitorio con baño en suite, y una escalera rodeándolo que llevaba a la planta alta.
En el piso superior había otro dormitorio, de las mismas características, con baño con jacuzzi, y una vista al poniente inmejorable, había televisores por todos lados, una cocina más grande que nuestro propio departamento. Por fuera, el polvo rojo de una cancha de tenis contrastaba con el verde perfecto del césped que nos rodeaba, una enorme piscina se interponía con un quincho de verano con parrillero y juegos de mesa, todo sabía a grande y demasiado.
Bajamos los bolsos de mano y Martín, sin dar opción a su hermano, por solo hecho de ser él quien había conseguido el lugar, tomó partido por el dormitorio de planta alta, por lo que Ariel se conformó con el de la planta baja.
Hicimos una rápida recorrida, jugamos un partido de pool bajo el quincho y los hombres decidieron que era hora de prender el fuego para preparar la carne asada.
Ellos se quedaron con sus temas de hombres, mientras Betina y yo fuimos adentro, eran más de las once de la mañana y había que preparar las cosas para almorzar, las ensaladas, las bebidas y todas esas cosas que típicamente hacemos las mujeres
Mi hombre se quedó encendiendo el fuego, Ariel vino con nosotras a cortar un poco de salamín y queso, con algunas aceitunas verdes y negras como para engañar el estómago.
Dejó una parte para nosotras y llevó el resto a la parrilla, con un par de cervezas para compartir con su hermano.
Yo empecé a lavar las verduras, Betina me miraba a la distancia, apoyada en la mesada, con un aperitivo que se había servido, parecía interrogarme, descifrarme, en silencio, al punto de incomodarme.
De repente un ruido fuerte nos puso en alerta, miramos hacia afuera, Ariel se había zambullido en la piscina haciendo explotar el agua para salir al otro extremo y sacudir su melena bajo el sol, ella me sorprendió mirándolo tontamente, fue inconsciente, pero suficiente para que lo notara y me dijera
Te gusta cierto? te sigue gustando, como la primera noche, recuerdas?
Me reí y negué con la cabeza, estaba atrapada y viendo que ella volvía a llenar su vaso, tomé un camino alternativo
No deberías dejar de beber? es demasiado temprano
Esa situación terminaría ahí, poco después nos sentaríamos a almorzar bajo el quincho donde corría una tenue brisa primaveral, a pesar que hacía demasiado calor para esa época del año. Hablamos de todo, estuvo bien, los hombres comieron como si fuera la última vez y mi amiga parecía aferrada a su vaso de vino tinto.
Comimos un postre halado que habíamos llevado y con el correr de los minutos el cielo comenzó a cubrirse lentamente con nubarrones blancos, parecía que se empezaba a armar una tormenta, por lo que Betina se incorporó y dijo que debíamos aprovechar la piscina mientras pudiéramos hacerlo.
Fui al cuarto por mi traje de baño, uno en dos piezas, bastante discreto, en especial para cubrir mis pechos, ya que por así decirlo soy bastante tetona y luego volví a la piscina donde ya los hermanos nadaban distendidos de lado a lado.
Me metí por la escalerita lateral y noté que mi amiga aun no volvía.
No me sorprendería ver a Betina pavonearse como una diva por el costado de la piscina con un diminuto conjunto en amarillo fluo, tan llamativo como ella misma, porque sin dudas ese rol de seductora parecía un traje hecho a su medida.
Tampoco me sorprendería que en su mano derecha llevara una botella de vidrio verde de Heineken, con gotas de transpiración por la condensación natural, a la cual le pegaba continuos sorbos unos tras otros, sin prisa, pero sin pausa.
Pasamos unas horas por ahí, me puse a un lado a tomar sol, los muchachos jugaban como tontos con una pelota y mi amiga parecía coleccionar sin cesar envases de cerveza que uno a uno iba vaciando.
Ya al atardecer, el cielo se había cubierto por completo, esas inocentes nubes blancas como algodón se fueron haciendo más y más plomizas, se había levantado una ventisca caliente de primavera y en lo profundo del horizonte se veían relámpagos que se sucedían sin solución de continuidad.
Ariel se molestó con Betina, había demasiadas botellas vacías y mi amiga contestaba solo riéndose, evidenciando que se había pasado de la raya, como de costumbre
Por la nochecita, Betina y yo preparamos la cena, un pollo al horno con papas, donde ya había cambiado el tiempo por completo, el viento frío había desplazado las corrientes cálidas, y estaba tronando con furia directo sobre nuestras cabezas.
Los muchachos ya habían preparado la mesa y fuimos a cenar, mi amiga sentada al frente, mi cuñado a la izquierda y mi hombre a la derecha.
Parecía ser una cena más, pero no lo sería. Fue notoria la tirantez entre Ariel y Betina, cada vez que ella llenaba su vaso él sin éxito trataba de impedirlo, le decía que ya no tomara más, pero mi amiga poco a poco se iba descontrolando, perdiendo el eje y yo aun no daba crédito de todo lo que la había visto tomar en ese día de campo
De repente, se desató una lluvia terrible, una lluvia de noviembre, furiosa, impiadosa, mojando todos los vidriados de la sala principal, y como esa lluvia, la lengua ebria de mi amiga empezó a soltarse.
Ella se reía, y empezó a recordar esa noche en que ella y Ariel se habían conocido, me dijo si aún estaba caliente con su pareja, como estaba esa noche en la que ella me lo había robado, y si aún estaba molesta porqué él la había elegido a ella en mi lugar.
Me puso en una situación incómoda, me sentí herida, molesta y comprendí que para los hermanos tampoco les resultaría grato escuchar lo que estaba escuchando.
Ariel trataba sin éxito lograr que su mujer cerrara la boca, pero hay un dicho que dice que ‘los niños y los borrachos siempre dicen la verdad’ y Betina en su ebriedad estaba diciendo todas las verdades.
Empezó a reírse de mí, puesto que Ariel jamás había tenido ojos para mí, para verme como mujer, más allá de ser su amiga, o la mujer de su hermano, también agredía a Martín, tratándolo como un ciego cornudo que no podía ver que yo jamás lo amaría de verdad.
Ariel se hastió de la situación y casi a la rastra llevó a mi amiga al cuarto y solo dio un fuerte portazo, Martín y yo nos quedamos en silencio, sin hablar, con nuestros oídos inundados por la torrencial lluvia que nos envolvía.
Levantamos las vajillas, el lavó todo mientras yo secaba y acomodaba, comimos un helado del refrigerador y viendo que después de una hora, la puerta del cuarto seguía cerrada, nos dispusimos a ir a nuestra habitación, solo apagamos las luces y subimos por la escalera a nuestra recámara.
Nos dijimos que, a pesar de todo, nada opacaría ese fin de semana, así que nos desnudamos casi por completo, él se quedó en slip y yo con una minúscula tanga negra que a él le gustaba mucho, puso una película pornográfica para entrar en clima, a bajo volumen para no molestar y me recosté a su lado, poniendo mis tetas sobre su pecho, algo que a mí me gustaba hacer. Pasó su brazo por sobre mí, como abrazándome y con su mano solo me acariciaba el pezón derecho, donde podía llegar.
Mientras pasaba la película, él me empezó a preguntar sobre lo que había sucedido, si realmente a mí me gustaba su hermano, si realmente estaba gusto con él, porque cuando él me decía ‘te amo’ yo solo le respondía con una sonrisa, pero nunca le respondía lo que le esperaba que le respondiera, me decía si tenía fantasías sexuales con Ariel, y que todo estaba bien si así era.
Me empecé a sentir incómoda con sus cuestionamientos, porque me metía por un camino por el que no quería transitar, además, las películas condicionadas me aburrían y empezaba a tener sueño.
Le dije a Martín que bajaría por un vaso de leche, tenía la boca seca, tomé su camisa sin pedir permiso y me la puse sin abrochar, para cubrir un poco mis generosos pechos y a la vez mi cola casi desnuda, bajé descalza, con sigila, tratando de no tropezar en la oscuridad
Abrí la puerta del refrigerador, y mientras buscaba el envase con leche una voz me tomó por sorpresa
Martina, que bueno que bajaste
Casi me muero por el susto, pero Ariel estaba sentado en un sillón a un lado, en la oscuridad, la poca luz que escapaba de la heladera me dejó ver su silueta, casi desnudo, apenas tenía un slip negro
Estás loco? me vas a matar! – recriminé con el corazón en la boca –
Perdón, no quise asustarte, no fue mi intención – respondió –
Está bien, no te preocupes, solo olvídalo… – dije –
Era curioso, él estaba casi desnudo y yo me mostraba de la misma manera para él, ya se, me había visto en la piscina en traje de baño, pero esto era diferente, y no me molestaba que me viera así, a través de la luz del refrigerador, descalza, en tanga, con la camisa de su hermano, si sostén, bebiendo un trago de leche fría
Sobre lo de hace un rato… – dijo –
Ya está ya fue, no tiene sentido – respondí –
No, no, ya no puedo controlar el problema de Betina, está enferma, me excede… – realmente se notaba angustiado –
Si, lo sé, como está ella?
Dormida, cuando pasa estos cuadros se duerme como un tronco
Se hizo una pausa pronunciada en el ambiente, entonces dijo
Necesito pedirte disculpas
Disculpas? por? – repliqué –
Porque nunca pude darme cuenta…
No te preocupes, está todo mas que bien
Dije sorbiendo un trago de leche y cerrando la puerta del refrigerador, quedamos a oscuras tanto su silueta como la mía solo se dibujaba con la luminosidad de algún casual relámpago, entonces siguió
De veras, me siento en falta, nunca me percaté que me mirabas como hombre, para mí siempre fuiste su amiga, mi cuñada, la mujer de mi hermano
No me gustaba lo que sucedía entonces le dije
Es tarde, debo volver al cuarto, no duermes?
Si, creo que dormiré acá esta noche…
Pero, estarás incómodo…
No te preocupes – respondió –
Fue solo instinto primitivo, sin pensar, fui a su lado, tomé una de sus manos, la besé, lamí sus dedos largos y fríos y la llevé bajo la camisa, sobre uno de mis pechos, donde se sentía latir con fuerzas mi corazón endemoniado.
Hice que se incorporara y fuera tras mis pasos, subimos las escaleras y sorprendimos a Martín, con su verga dura extasiado en la película condicionada que estaba mirando, le dije en forma directa, tomando la iniciativa
Vamos por todo, tu hermano estaba abandonado a su suerte, y si, es el momento de darme un gusto
Entonces giré sobre mi eje, lo miré a los ojos, me estiré en puntas de pies y le di ese beso profundo que me arrancaba el alma, ese beso que había guardado en deseos por tanto tiempo, ese beso que jamás hubiera imaginado dar y que seguramente no repetiría en el futuro
Martín no dijo nada, solo nos observaba desde la cama atónito, sin saber cómo reaccionar, que decir.
Noté la dureza masculina de Ariel refregándose en mi bajo vientre, y sus manos tratando de abarcar sin éxito el tamaño de mis pechos que lo desbordaba por todos lados, sentí mis pezones perdidos en dulces caricias y el latir de mi entrepierna en un deseo contenido
Pero Martín estaba ahí, dejé caer su camisa al suelo, fui sobre el colchón, a gatas, mirando sus ojos, sabiendo que él me miraba, y sabiendo que le dejaba por detrás todo mi culo entangado a su hermano.
Besé sus labios, besé su pecho, bajé más y empecé a chuparle la pija, la tenía dura, jugosa y me dediqué a lamerle ese glande hinchado y rosado, mientras llenaba mis manos con sus hermosos testículos, en eso las manos de Ariel llegaron a mis nalgas y le facilité el camino para que terminara de desnudarme.
Me empecé a perder entre el placer de ambos hermanos, porque si bien era cierto que daba lo mejor para chuparle la verga a uno, el otro me comía los labios, la conchita, el clítoris, el culito y las nalgas en un juego sexual muy erótico
Su lengua se metía en mi esfínter, presionando más y más, haciéndome desear demasiado.
Di la vuelta, dándole la espalda a Martín para poner ahora mi sexo sobre su boca, sin dejar de tener el suyo en la mía, y ahora con Ariel de frente también podía cumplir una fantasía de chupar dos pijas al mismo tiempo, se sintió muy rico, porque alternaba entre la de mi pareja y la de mi cuñado, lamiendo una masturbando otra, masturbando una lamiendo otra.
Me engolosiné e intenté meterme ambas al mismo tiempo en la boca, como una niña con dos dulces, que solo quería todo y logré que ambos glandes se pegaran uno a otro, incluso con la excitación me olvidé de la lamida que Martín me daba entre las piernas.
Creo que ellos también tenían sus propias fantasías por cumplir, más allá de nuestra relación interconectada, alguien sugirió hacer una doble penetración y era cierto, alguna vez había jugado con Martín, con su verga y algún consolador de ocasión, entonces, estaba en el sitio justo para probarlo
Y fue Martín quien me llevó a un lado de la cama, él se paró y me levantó en el aire pasando sus brazos por debajo de mis piernas, de mis rodillas, me sostuve por su cuello para no caerme y me dejó caer lentamente hasta que se verga penetró mi conchita, estaba entregada y muerta en deseo por experimentar algo nuevo, Ariel se acomodó a mis espaldas y después de unos segundos me penetró por detrás
Fue fabuloso, uno en la vagina, otro en el ano, tan cerca, tan juntos, un doble placer, el relleno del emparedado y que diablos, era tan rico, tan placentero que gemía entra ambos hombres como nunca había gemino, nuestros cuerpos se rozaban entre sí, nuestras transpiraciones, estaba prisionera entre ambos y en mi desesperación, inundada de interminables orgasmos buscaba alternar mis besos con unos labios y con otros.
Me sentía tan femenina, tan perra, tan puta, amaba las vergas que me estaban perforando y no tengo palabras para describir sentimientos, entre ambos me sostenían en el aire, estaba perdida, sin poder reaccionar
Martín reclamó un cambio, era justo que él también me poseyera por detrás, Ariel se acostó y fui sobre él a cabalgarlo, con una pierna a cada lado, con su sexo enterrado en el mío y deje que mi pareja me penetrara ahora por detrás.
Fue mágico, un doble placer, pero mis ojos miraban directo a los de Ariel, a corta distancia y en ese nuevo emparedado dejaba todas mis tetas a su alcance, para que las acariciara, las besara, o simplemente sintiera rozar mis pezones contra su pecho, y en ese juego una lágrima de pacer por conseguir tenerlo, rodó descontrolada por mi mejilla.
Mi pareja se cansó de dilatarme el esfínter entonces dijo abiertamente
Tal vez quiera tener el recuerdo de ambos hermanos
Dicho eso, sacó su verga se mi culo y la forzó en mi conchita, junto a la de Ariel, y fue doloroso, pero me colaron ambas al mismo tiempo por delante, ya se, demasiado morboso, pero ninguno de los tres se opuso en ese momento
Ellos resbalaban en mi interior y yo solo gemía como una gata en celo, Martín no tardó en venirse y de pronto sentí mi sexo inundado en semen, a pesar de que Ariel aún seguía dentro.
Los jugos de uno de mis amantes iban bañando toda nuestra sexualidad, la de mi cuñado y la mía, en un pastiche ruidoso.
Al fin llegó ese glorioso momento que muchas veces había soñado, ese momento con el que tantas veces me había masturbado, ese momento de fantasías, ese momento que jamas imaginé que se haría realidad, Ariel me apretó por la cintura, puso su boca en mis pechos y exhaló como un tigre a medida que acababa en mi interior, sentí el placer y el orgasmo más grande de mi vida.
Nos tiramos cansados sobre el colchón, ya solo sentíamos el incesante caer de las infinitas gotas de esa lluvia de noviembre, no dijimos nada, nadie abrió la boca, era obvio que éramos familia decente y lo que habíamos realizado era propio de esas películas condicionadas que tanto le gustaban a Martín, muy pero muy lejos de lo establecido como ‘normal’, yo solo me sentí muy avergonzada, me sentía una puta caliente de pijas, y así no era yo, solo se había dado. Caí sin querer en brazos de Morfeo, en un sueño profundo, al medio de esos hombres, mi pareja, mi cuñado.
La claridad del sol de un nuevo día me despertaría, había cesado la lluvia, el trinar de los pájaros sonaban a música y en unos segundos recobraba mi conciencia y recordaba lo sucedido. Lo primero que me llamaría la atención sería que estaba de lado, muy abrazada y unida a Ariel, quien completamente desnudo aun dormía plácidamente. Giré buscando a mi esposo, pero él ya no estaba ni en la cama, ni en el cuarto.
Me cambié, y en forma nerviosa desperté a mi cuñado, bajamos con rapidez y sigila, y para nuestra suerte, Betina aun dormía, claro, apenas eran poco más de las siete de la mañana.
Martín desayunaba solo, tomaba una infusión con unas facturas del día anterior, con la mirada perdida en un punto fijo, moviendo la mandíbula de lado a lado, pensativo, indicando que la tormenta de la noche anterior no sería nada en comparación con la que se avecinaba, porque ahora las cosas estaban claras para él, y sería cuestión de tiempo para que mi amiga se enterara de lo sucedido
Apenas pasaron dos años y tres meses de ese fin de semana, solo ese tiempo…
Los hermanos están peleados a muerte, distanciados, no se dirigen la palabra, Martín jamás pudo superar el hecho de que yo lo dejara, asumir que no lo amaba, y que en el momento en que Ariel me miró como mujer por primera vez, yo solo fui corriendo a sus brazos.
Nos hablamos poco con Betina, a mi amiga en cambio no le preocupó perder a su pareja, es que no estaba para pensar en amoríos, ella tenía problemas mucho más grandes para priorizar, como aceptar que su tema con el alcohol estaba fuera de control y decidió meterse a un largo y tedioso camino de desintoxicación.
Por mi lado estoy con el hombre que siempre había querido estar, ese amor que parecía imposible, en una nueva vida, lejos de todos, solo él, solo yo, en planes de ser padres, todo gracias a esa lluvia de Noviembre
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Imagen únicamente de carácter ilustrativo para este relato erótico…
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