Relato porno incestuoso de un amor prohibido con mi hermano

Estaba en tiempos difíciles, esos pozos depresivos e inestables por el que toda mujer pasa alguna vez en su vida, yo era fuerte, pero los demonios mentales que me acosaban estaban socavando mis cimientos, necesitaba detenerme, repensar, recalcular, poner un stop, el contador a cero y comenzar de nuevo.

Era cierto, atravesaba varios frentes de tormentas al mismo tiempo…

Mi reciente divorcio, del hombre al que había amado y en algún punto aun amaba, una relación de amor y odio que ya no podía seguir adelante, no se trataba de infidelidades, solamente ser extraños bajo el mismo techo, con proyectos diferentes, con pensamientos diferentes, sin querer, nuestros caminos se fueron separando y cuando quisimos darnos cuenta ya era demasiado tarde.

Una separación cariñosa, sin conflictos, de común acuerdo, Víctor era un buen hombre, pero ya no podíamos seguir adelante en un matrimonio de fantasía.

Volver a sentir la sensación de soledad, independencia, ser solo yo, sonaba fantástico y era como ya no tener un lazo en mi cuello, pero también una parte de mi lo extrañaba, lo necesitaba y mi cama matrimonial se hacía demasiado grande sin su presencia.

Papá había dejado este mundo, demasiado joven, demasiado injusto, lo extrañaba a horrores, mi primer hombre, mi imagen masculina.

Y mamá se encontraba sola, en una casa enorme, con todos los recuerdos de su figura, de la mía, y la de Claudio, mi hermano mayor.

Consideré la oportunidad de volver a mi casa natal, pero yo ya era grande, independiente y mi madre siempre fue una mujer de carácter complicado, igual que yo, y las cosas solo no funcionarían, sería sumar problemas a los problemas, pero no podía dejar de preocuparme por su bienestar a la distancia.

Laboralmente, las cosas no iban mucho mejor, días de sobresaltos económicos, el pequeño negocio donde estaba como empleada era un barco a la deriva, días de mucho trabajo, días en que era prescindible, la paga era mediocre, y vivía el día a día esperando ese llamado que me dijera que quedaba cesante.

A veces trabajaba con mucho esmero, pensando en un futuro mejor, a veces solo era todo negro, un callejón sin salida y mis horas laborales se me hacían interminables.

Romina y Virginia son mis dos angelitos, mis luces en el horizonte que me llevan a seguir intentándolo, mis hermosas hijas de siete y seis años, a quienes llevo cada mañana a la escuela primaria, las que me arrancan todas las sonrisas.

Acabo de llegar del colegio, es temprano aun y el sol recién se ha levantado por el horizonte, hace frío en esta semana de invierno, pongo a calentar agua para preparar alguna infusión caliente mientras dejo el abrigo y los guantes detrás de la puerta.

No tengo mucho por hacer, voy a buscar algún libro de los tantos que solía leer con mi es esposo, hurgueteo por acá, por allá, y sin querer doy con un viejo álbum familiar que estaba perdido en un rincón.

Lo tomo, lo llevo al comedor donde la pava sobre el fuego hace minutos que me está llamando.

Preparó un té, tomo unas galletas y paso la mano por sobre la cubierta para barrer el polvillo acumulado.

Lo abro, lo ojeo, empiezo a ver fotos olvidadas, llego a Claudio, mi hermano, y mi mente me trae recuerdos que tengo tan escondidos como lo estaba ese álbum de fotografías familiares.

Claudio me lleva un par de años, él se fue a Australia por trabajo, eran seis meses, pero conoció una chica, y bueno, la historia previsible, formaron pareja y nunca más volvió. Nos escribimos mucho, conozco a mis sobrinos por cam, es lo más que podemos hacer, y somos muy ‘carne y uña’, solo hay algo de lo que ya no hablamos, y sellamos sin proponerlo, un pacto de silencio.

Éramos jóvenes, él era ese hermano protector que toda chica quiere tener, el que te defiende, el que te cuida, el que te guía, y por qué no decirlo, el que tiene muchos amigos bonitos a quien echarle un ojo encima.

Demasiados confidentes, sin secretos, y cuando nuestros padres, por una cuestión lógica de crecimientos, separaron nuestras habitaciones se sintió horrible, un cuarto para mi sola suponía tanta libertad como soledad.

Pero tuvimos una pequeña ventaja, nuestros cuartos estaban contiguos, en la planta alta, y el de nuestros padres en la planta baja, así que, si bien nos habían separado, no lo habían hecho tanto.
Y sin darnos cuenta habíamos crecido, Claudio estaba alto como los árboles, y con un marcado ego narcisista pasaba muchas horas en el gimnasio marcando sus músculos, tenía muchas chicas revoloteando por el nido, algunas demasiado bonitas y eso me molestaba un poco.

Por mi lado, al igual que mi madre, ya tenía un culo demasiado provocativo y para mi desgracia, al igual que ella mis pechos jamás llamarían la atención, honestamente éramos demasiado parecidas, misma altura, mismos modales, mismo caminar, mismos gestos, mismo corte de cabello y hasta la marcada miopía que nos obligaba a ambas a usar lentes de aumento, tal vez, la única diferencia fuera que yo me mantenía morena natural y ella era rubia por elección

Como fuera, en alguna parte de la historia, Claudio y yo dejábamos poco a poco de ser niño y niña para convertirnos en hombre y mujer, y empezamos a sentir bullir la sangre de una manera que no sabíamos que podíamos sentir.

Nunca se lo confesé, pero en esos días, cuando podía y todos estaban descuidados, solía ir de fisgona cuando él se bañaba, yo no entendía mucho, pero tenía una linda y gruesa verga colgando, y me despertaba mucha intriga y mucho deseo, era mi primer acercamiento el sexo opuesto, y aunque fuera mi hermano solo no me importaba.

En esos día de secretos, en la intimidad de mi cuarto había empezado a mirar mucho porno, raro por ser mujer, pero me mojaba y me masturbaba mucho, a veces pasaba demasiadas horas tocándome y cuando podía me tomaba fotos eróticas contra un espejo de mi habitación, simulando ser una de esas chicas provocativas que veía cada tanto

Esa noche no sería una noche más, entre cena y sobremesa vimos una película de terror, papá la había elegido al azar, parecía ser una película tonta pero la trama se tornó demasiado escabrosa para mi gusto, demasiado suspenso, demasiada sangre.

Cuando fuimos a dormir y las luces se apagaron, en la soledad de mi cuarto me sentí una nenita pequeña, con el acecho de los monstruos que terminaba de ver, entonces solo fui tanteando por las paredes hasta la habitación de mi hermano

Claudio, Claudio! estás dormido? – pregunte en susurros –

No, no tengo sueño… – exclamó, hizo una pausa y continuó –

Que te pasa Rosalía? no me digas que tienes miedo? – tiró en forma socarrona –

Bueno, si, tal vez – respondí avergonzada por mi adultez –

Vení, vení con tu hermano, la cama es grande y hay lugar para los dos, como cuando éramos pequeños, te acordás?

Fui a su lado, el se corrió contra la pared y yo me acomodé de lado, de manera que mi espalda quedara pegada a su frente, él me abrazó y sentí pasar del miedo al calor, respiré con cadencia, y simulando inocencia apreté mi culo hacia atrás, más y mas hasta quitarle todo el lugar.

En silencio, sentí su enorme verga, estaba dura, y el sentimiento era indescriptible, llevé una mano hacia atrás y la pasé suavemente por encima de su slip, era mágico, y Claudio parecía entregado, sin buscar reacción, y seguí sobando desde sus bolas hasta la punta.

De pronto el brazo contenedor de mi hermano se coló bajo el escote de mi remera y sentí sus dedos acariciar mis ricos pezones, era todo muy caliente y me mordí los labios para contener mis deseos.
Entonces fui por debajo de su slip, su pija se me antojaba enorme, dura, apetecible, y lo seguí acariciando muy suave, muy rico, nadie decía nada, y sentía mojarme toda.

De pronto, Claudio empezó a eyacular, yo solo seguía haciendo lo que estaba haciendo, pero un líquido viscoso y pegajoso empezó a llenar toda la zona, un aroma fuerte invadió el lugar y mierda, lo había hecho.

Un resquemor me asaltó de repente, saqué la mano de la intimidad de mi hermano, la noté embardunada, chorreando indecencia por todos lados, me incorporé de la cama saltando como un resorte, estaba mal, estaba muy mal, Claudio trató de tranquilizarme, de decirme que todo estaba bien, trató de alcanzarme, pero no podía con lo que había sucedido y volví a mi cuarto.

Cerré la puerta y me tiré en mi cama, pero mi mano era testigo del sabor del pecado, sentí de cerca el olor que tenía y probé su sabor, me supo raro, rico, curioso, y solo decir que esa noche terminé masturbándome nuevamente hasta quedarme dormida.

Al día siguiente desayunamos los cuatro en familia, como lo hacíamos cada día, pero Claudio y yo parecíamos esquivarnos la mirada, incluso estábamos ausentes, callados, situación que no pasó desapercibida por mamá, que siempre tenía un radar especial para sus hijos.

Y a ustedes que les pasa que están tan callados?

Pero papá, quien siempre era nuestro cómplice, respondió

Dejalos, no quieras saber todo de sus vidas, ya son grandes!

Claudio y yo jamás hablamos de lo que había pasado esa noche, era como fingir que nada había ocurrido, pero habíamos cruzado la barrera de lo prohibido, y una vez que la cruzas, ya estás del otro lado, duele a la primera, pero convives con tus remordimientos, y la siguiente vez que lo haces, te das cuenta que puedes seguir adelante con tu vida.

Había salido un par de horas antes de mis estudios, había faltado un profesor y quedamos liberados. Las chicas fueron al bar a tomar algo pero el destino quiso que ese día volviera a casa.

Mis padres no estaban, eso ya lo sabía puesto que ambos tenían sus respectivos trabajos, tampoco se suponía que estuviera mi hermano, pero al abrir la puerta de entrada, sus voz desentonada e hiriente intentaba cantar una bella canción.

Subí por las escaleras con sigila, la puerta del baño estaba entreabierta y el ruido de la ducha fluyendo mas un poco de vapor escapando por la abertura me dejaron saber que el se estaba bañando.
Me asomé con sigila, como acostumbraba a hacer, la mampara traslúcida me dejó ver su miembro flácido colgando y fue demasiado tentador.

Dejé mis ropas de lado con premura, y en un abrir y cerrar de ojos me había colado a su lado, lo tomé por sorpresa, Claudio trató de separarme, me dijo su estaba loca, pero preferí no escucharlo, me arrodillé y las gotas de la lluvia llegaron a mi rostro, a centímetros tenía su larga y gruesa pija que se movía de lado a otro, mis labios hervían, y mi lengua necesitaba saborearlo, como un helado en verano.

Cerré mis ojos y se la bese, una vez y otra vez, me agaché hasta la punta, su flacidez me permitió engullirla un par de veces sin dificultad, pero poco a poco se fue poniendo dura y enorme, y su glande apuntó al techo, ahora tenía que hacerlo desde arriba y en ese pequeño recinto aprendía a chupar una verga, lo hacía por primera vez y me sabía a paraíso.

Su pija era hermosa, dura y enorme, trataba de comerla pero estaba en problemas, me topaba en la garganta y sentía arcadas, se la acariciaba con ambas manos y en mi inocente percepción de principiante asumí que estaba haciendo un excelente trabajo, pero mi hermano me dejó saber que así no eran las cosas, que lo estaba lastimando con los dientes y en la manera que lo masturbaba jamás tendría un final feliz.

Puso su mano sobre la mía y me enseñó como hacerlo, los movimientos, lo bueno, lo rico, retiré mi boca de su glande y lo mantuve a centímetros de mi rostro, me sentí bizca mirando con deseo la punta de su cabeza rosada y me mordía los labios, solo aceleramos el ritmo, lo sentí venir, y fue mas rápido de lo que pensaba, tomándome por sorpresa, esta vez un chorro impacto con furia en mi rostro, por mi nariz y por mi ojo derecho, para luego introducirlo en mi boca con apuro, quería tragar todos los jugos de mi hermano.

Me quedaría un sabor amargo en la boca, raro de describir, pero había tragado mucho semen, el quería cogerme, pero volví a huir, tomé su toalla y solo salí del baño, pensando que volvía a equivocarme, no podíamos seguir haciendo lo que estábamos haciendo.

Pasaron los días, pasaron las semanas, pasaron los meses, Claudio y yo mantuvimos esos incestos demasiados guardados, demasiados ocultos porque es algo prohibido en este mundo actual.

Papá y mamá jamás sospecharon nada y todo era así, improvisado, rápido, pecaminoso, y demasiado esporádico, no pasábamos de usar nuestras manos o del sexo oral, si, alguna vez mi hermano me había devuelto favores y me también me lastimó el clítoris pensando que era la forma correcta de lamer a una dama, tuve que enseñarle, y al fin de cuentas, Claudio me sacaba hermosos orgasmos comiéndome la conchita. Pero solo eso, por alguna extraña razón ni el ni yo nos animábamos al encuentro carnal definitivo, era como un bloqueo, algo que solo no podíamos terminar.

Marcos sería ese detonante, mi primer noviecito de esos días, un chico que le caía en gracias a nuestros padres, pero alguien a quien Claudio no toleraba, es que él no toleraría a ningún chico que merodeara a su dulce hermana.

Ese chico llamado Marcos quería cogerme a como diera lugar, algo muy lógico, y como su padre era farmacéutico, conseguía pastillas anticonceptivas para mi y preservativos para él, como una doble protección para que yo estuviera segura de un embarazo no deseado.

Por alguna razón, le daba vueltas a todo el asunto, estaba bien junto a Marcos, pero coger con él era otra cosa, si, criada a la antigua, necesitaba tener una conexión que sintiera real para hacerlo, y Marcos no parecía ser el indicado, pero sabía que tarde o temprano debería ceder o terminar, no podía seguir con el juego sin que nada pasara.

Claudio se mostraba extremadamente nervioso y molesto con esta situación, me seguía de cerca, porque sabía que lo haría, y no tenía sentido que yo le repitiera una y otra vez que se buscara una chica, el solo me repetía que ‘yo’ era su chica.

Noche de noviembre, hacia calor, nuestros padres habían salido a ver una película al cine y a cenar afuera, un sábado caluroso, Marcos me esperaba, le había dicho que si, lo haríamos esa noche.

Claudio estaba sentado en el comedor, con los pies sobre una silla, con auriculares jugando un juego de guerra con la play, parecía desentendido de todo, pasé al dormitorio de mis padres, donde mamá guardaba su ropa interior, hurgueteé un poco, ella tenía una colaless negra casi hilo dental que se me antojaba muy bonita, muchas veces la había visto y ella no me hubiera permitido a mi usar algo así, por lo que había optado por tomarla prestada para esa noche en especial, pasé de regreso a mi cuarto, mi hermano seguía perdido en su mundo, subí las escaleras y entorne la puerta.

Sobre la cama descansaba un lindo vestidito que había elegido para esa noche especial, me desnudé, me miré al espejo y me maldije por tener unos pechos tan pequeños y mi complejo de corta de vista, reparé en mi conchita que estaba completamente rasurada por un pedido especial de mi novio, solo para complacerlo.

Tomé la diminuta prenda de mamá y la deslicé entre mis piernas hasta perderla entre mis glúteos, lo que me faltaba de pechos me sobraba de atrás, me veía muy puta, jamas me había visto así. El vaso de agua sobre la mesa de luz me recordó que aun no había tomado la píldora de esa noche, empecé a buscar y no encontraba la tableta, que diablos, siempre era muy prolija y cuidadosa con ese tema, y justo esa noche…

La figura de mi hermano se dibujó bajo el marco de la puerta de ingreso, como un un espectro, sacudiendo la tableta de comprimidos entre sus dedos preguntó

Buscas esto?

Dame eso! – exclamé yendo a su lado

Pero el era mas alto, y sus brazos mas largos, la llevó fuera de mi alcance y me sentí una enana a su lado

Dame Claudio! no seas estúpido!

Casi no reparé en el detalle que estaba casi desnuda a sus ojos, apenas con una tanga casi hilo dental que pertenecía a nuestra madre

Estás hermosa! de veras vas a hacerlo con ese idiota? estoy seguro que lo harás con el solo por no poder hacerlo que quien quieres hacerlo

Mi hermano era muy hábil con las palabras y me sentí acorralada, poco a poco me fue enredando y asumí la realidad, yo no quería que mi novio me cogiera, yo quería que él lo hiciera.

Me rendí, nos besamos con pasión, con complicidad, con pecado, me lamió las tetas, los pezones, sus manos se llenaron de mi, por mi espalda, por mi vientre, por mis glúteos, fui a acariciarle su enorme y hermosa verga, sentía que mis jugos habían empapado toda la tanga de mamá y era todo tan perverso como erótico.

Que hermoso culo que tenes hermana! – me dijo – tan bueno como el de mamá, pero el tuyo es mejor!

Quise chuparle la verga, pero no me dejó, quiso chuparme la concha, pero no lo dejé, ambos solo queríamos una cosa…

Una pequeña luz del cuarto estaba encendida, me preguntó si prefería que la apagara, le dije que quería ver, le dije si quería que me sacara la tanga, me dijo que no, que el lo haría, le dije que tenía miedo, su verga era enorme, podía lastimarme y seguro todo eso no entraría en mi, me dijo me tranquilizara, que era mi hermano mayor y que jamás me haría daño.

Me recostó hacia atrás, con delicadeza para abrir mis piernas, tomó la tanga de mamá entre sus dedos y tiró con fuerza haciendo crujir los elásticos hasta romperla, me supo demasiado caliente y mi vagina desnuda, mojada y rasurada quedó expuesta a sus bajos instintos.

Tomó su enorme pija entre sus dedos y golpeó con ritmo en reiteradas oportunidades con su glande sobre mi clítoris, le imploré que no hiciera eso, estaba el borde del orgasmo y cualquier roce podía ser fatal.

Entonces la apuntó, me miró a ojos ojos, era mi primera vez, me mordí los labios y sentí su sexo invadir al mío, mi Dios, no sabía que una verga me podría dar tanto placer y esta vez no pude evitar un gemido retenido al sentir su pija entrando poco a poco en mi interior, giré la cabeza, el reloj de pared marcaba las once de la noche en punto, luego, entre gemidos, miré mi sexo, y veía el de mi hermano entrando y saliendo, tan largo y grueso como era.

Para mi sorpresa, y para la suya, pronto su pija desapareció por completo dentro de mi conchita, Claudio entre risas sentenció

Hermanita! que conchuda que sos!!!

Me acaricié el clítoris, y mientras acababa yo también lo hacía él, sería la primera vez que alguien llenaría mi hueco femenino con jugos masculinos, yo seguía mirando su pija dura, entrando y saliendo, solo que ahora estaba bañada por un jugo blanco, y sentía que ese mismo jugo chorreaba rebalsando entre mis piernas.

Claudio siguió y siguió, de repente la sacó y se masturbó lo suficiente, el semen saltó sobre mi vientre, mis pechos, incluso pegando en mi rostro, esta vez fue mi turno de reír, sintiendo en mis labios su sabor a hombre.

El me la había metido nuevamente y seguíamos dándonos placer, su barra duda no dejaba de moverse, volvió a hacerlo, esta vez sobre mi clítoris, mi pubis, mi pierna derecha, y volvió a meterla. Me sabía muy caliente, me encontraba toda llena de semen, por dentro y por fuera, pero el seguía y seguía, donde me tocara había rastros de él, volvió a sacarla, esta vez corrió presuroso a mi lado y me la metió en la boca, casi no pude reaccionar pero me encontré de repente tragando sus últimas gotas de ese amado néctar.

De casualidad, mis ojos pasaron por el reloj de pared, daban las once y veinte minutos, me sorprendió, cuatro acabadas en veinte minutos, un récord jamás igualado, ni por el ni por ningún otro que estuviera a mi lado, y si había una primera vez perfecta, bueno, yo la había tenido.

Había sido tan rápido como placentero, nuestros padres podrían llegar en cualquier momento.

Nos besamos y nos juramos nuestro secreto.

Tome mi celular, las treinta y dos llamadas perdidas de Marcos serian el principio del final de nuestra relación.

Suspiro profundo, hora de volver al presente, cierro el álbum de fotos y lo dejo en su sitio, me sonrío sola en mi picardía, casi había olvidado la historia de la tanga de mamá, ella hablaba muchas veces acerca de que le faltaba esa prenda y no se explicaba que había sido de ella, recuerdo como mi mirada se cruzaba con la de Claudio y nos esforzábamos por no estallar en carcajadas, ni mamá ni papá podrían saber nunca que había sucedido y menos la relación incestuosa que nos unía

Nos hicimos adultos, y nada dura para siempre, la propuesta laboral que le ofrecían en Australia a mi hermano era sencillamente irrechazable, lo hicimos alguna que otra vez a escondidas y en mi locura hubiera deseado un embarazo para retenerlo a mi lado, pero hubiera sido demasiado insano.

Llegó su hora de partir y dar vuelta la página…

Llegaron novios, llegó mi esposo, y bueno, un poco la historia de mi vida.

Miro la hora, tengo que volver al presente, es tiempo de preparar el almuerzo para luego ir por las pequeñas al colegio, debo seguir viviendo mi vida

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Imagen únicamente de carácter ilustrativo para este relato erótico…

 

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